32. Rompeolas

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Son las 21:35, y Martin y Juanjo llevan durmiendo desde las 19:00. Han sido unos días movidos: ayer rodaron el videoclip del himno de los Juegos Olímpicos y hoy han rodado el videoclip del single de Juanjo. Llegaron al hotel sobre las 18:00, merendaron, se ducharon y se acostaron en la cama. De pronto los despierta el sonido de un móvil, una llamada entrante. Martin, acurrucado contra Juanjo, pega un brinco, despertándose de golpe. Juanjo mira alrededor desconcertado.
—¿Pero no lo tenía sin sonido...? —murmura, alargando el brazo para agarrar su móvil de la mesa de noche. Sin levantarse coge la llamada. Martin se pone en posición fetal de espaldas a Juanjo, queriendo reconciliar el sueño.

—¿Hola? —dice Juanjo.
—Juanjo, son pasadas las nueve y media. ¿Qué coño hace Martin? —dice la voz de Nacho, el manager de los triunfitos.
—¿Martin? —pregunta Juanjo, muy perdido y algo adormilado. El vasco se gira al oír su nombre.
—¿Por qué no ha subido la portada aún? —insiste Nacho.
—¡Ostia, su puta madre! —suelta Juanjo, acordándose. —Es que ha perdido el móvil, bueno ya lo han localizado pero tiene que traerlo un Uber y...
—Juanjo. Tiene que subirla ya. Como sea, que entre en su cuenta desde tu móvil. Pero hacedlo ya.
—Vale, vale. Vamos. —dice Juanjo.
Cuelga el móvil, Martin está mirándolo muy confundido.
—Martin, la portada. —le dice Juanjo, acelerado.
—¿La portada...? ¿Pero qué hora es?
—Diez menos veintitrés minutos.
—Ostia.
—A ver, dime tu usuario. —suelta Juanjo, sin levantar la mirada de su móvil.
Martin le dice sus claves para entrar a su cuenta de Instagram.

Una vez dentro, le da el móvil a Martin, que prepara la foto y redacta una descripción en tiempo récord.
—Ala. —suspira Martin cuando termina, volviéndose a acostar encima de Juanjo.
—Madre mía, somos un jodido desastre. —dice Juanjo, acariciando el pelo de Martin.
—Qué mal... nos quedamos muertísimos. ¿Cuánto llevamos durmiendo ya?
—Demasiado. —dice Juanjo.
De repente, los sobresalta de nuevo el sonido del móvil de Juanjo, otra llamada.
—¡Joder! —grita Martin, volviendo a pegar un brinco. Tiene el pulso aceleradísimo.
—Me cago en todo... —murmura Juanjo, cogiendo la llamada. —¿Hola?
—Hola, buenas. Habían perdido un móvil, soy el conductor del Uber. Estoy en la puerta del UM Hotel.
—¡Ah! Bajo ahora mismo. —dice Juanjo, saliendo de la cama para echarse una sudadera por encima de la camiseta. Se pone sus Crocs verdes.
—¿Qué...? —pregunta Martin.
—Tu móvil. Está abajo.
—Ah.

Martin se queda acostado, mirando a Juanjo.
—Tú no te preocupes, que ya bajo yo, eh. —dice Juanjo con tono sarcástico, ante su novio acurrucado. Martin se ríe. Juanjo sale y tres minutos después vuelve a entrar en la habitación.
—Toma. —dice Juanjo, lanzándole el móvil.
—Gracias, Do. Te quiero. —dice Martin con voz de bebé, aún sin moverse.
—¿Estás bien, Martin?
—Estoy nervioso.
—¿Por la portada? A la gente le va a encantar, amor. Yo creo que es la mejor de todas.

Martin asiente y tira de Juanjo para que se acueste encima de él. Le calma tener su peso encima.
—Gracias, Do. —susurra Martin.
Juanjo le besa la punta de la nariz, trayéndole a Martin un recuerdo de la academia.
—Jo... me estoy acordando de cuando me agobié mucho en la academia, un día. —dice Martin, otra vez con voz de bebé. —Que viniste a ayudarme y me diste muchos besos en la nariz.
—Mi amor... Me acuerdo. Me diste mucha penica.

Aquel día Martin llevaba todo el día pasándolo mal con su canción, no le salía y se estaba estresando mucho. Cuando terminó las clases de la mañana, se acordó de que luego tenían un taller de composición. No había dormido lo suficiente, estaba cansado, agobiado, echaba de menos a su familia y no quería sentarse a componer porque sabía que no se le iba a ocurrir nada. Alterado, se metió en el baño e intentó pensar en cosas bonitas para calmarse. Sintiendo que más bien se estaba poniendo aún más nervioso, salió a recepción para pedir salir un rato. Pero Mar, la chica de recepción, no estaba. Se recorrió la academia buscando profesores, pero solo encontró a Mamen, hablando con Naiara, y no quiso interrumpir. Decidió buscar a Juanjo, y se volvió a recorrer la academia. La gente estaba dormida en el sofá o tirados en la terraza, pero no encontraba a Juanjo. De repente se chocó contra él, que salía de la sala de Abril.

—¡Ay! Qué susto, coño. —soltó Juanjo.
—¿Dónde estabas? —preguntó Martin acelerado.
—Aquí, repasando la canción... ¿qué te pasa? —dijo Juanjo, preocupado, fijándose en la respiración entrecortada de Martin.
El vasco estaba a punto de echarse a llorar, y Juanjo se dio cuenta. Le cogió la mano y lo llevó hasta un baño. Juanjo cerró la puerta y buscó la mirada de Martin.
—Amor... —le dijo.
Martin, que sentía que sus pulmones no se estaban llenando del todo, se dejó caer contra Juanjo, hundiendo la cara en su pecho. Este lo abrazó con fuerza. Martin respiraba muy agitado y tenía el corazón acelerado. Trató de controlar su respiración pero fracasó y rompió a llorar, agitándose aún más.

Juanjo, algo desconcertado, seguía abrazándolo y acariciándole la espalda, hasta que se dio cuenta de que Martin no conseguía controlar su respiración. Se separó, agarrando a su novio de los brazos y obligándolo a mirarlo. Le dolió el corazón al ver la carita de Martin, los cachetes rojos y húmedos, los ojos hinchados, jadeando por aire.
—Martin, respira. —le dijo, muy preocupado.
Martin no contestó, no podía. Las lágrimas se habían interrumpido, pero sentía que se ahogaba. Tenía muchísimo miedo, no sabía cómo controlarse.

—Siéntate. —dijo Juanjo, cerrando la tapa del váter y empujando a Martin para que se sentara. Se arrodilló ante él y le agarró las manos sudorosas.
—Vamos a respirar hondo, ¿vale? Me tienes que seguir.
Martin asintió, muerto de miedo.
—Vamos, mírame a los ojos. Inspira en cuatro. Vamos. Uno... dos... tres... cuatro.
Martin lo siguió como pudo, aunque su respiración se entrecortaba.
—Y espira en cinco, vamos. Uno... dos... tres... cuatro... cinco. Otra vez, lo voy a hacer contigo ahora. Venga, inspiramos en cuatro.
Juanjo alzó la mano para que Martin la viese y contó hasta cuatro con los dedos, mirándolo fijamente a los ojos y respirando con él.
—Espiramos en cinco.
Martin sintió que empezaba a retomar el control de su cuerpo. Siguió la cuenta de los dedos de Juanjo, y su respiración cada vez se cortaba menos.
—Otra vez, inspiramos... Espiramos... Inspiramos... Espiramos... Inspiramos... Espiramos... Inspiramos... Espiramos.

Martin ya respiraba casi con total normalidad. Juanjo no dejaba de mirarlo.
—¿Mejor? —preguntó.
—Sí. Gracias. Qué miedo he pasado.
—Y yo. Ha sido un ataque de ansiedad.
—Pues qué horror. Pensé que me ahogaba.
Juanjo cogió papel higiénico para que Martin se sonara la nariz, y le limpió las lágrimas de las mejillas.
—Gracias, Juanjo.
—Ni gracias ni hostias. Que eres el amor de mi vida. Joder, cómo odio verte así, ¿qué te ha agobiado? —dijo Juanjo.
—Todo. La canción no me sale, echo mucho de menos mi casa, no he dormido casi... Y ahora a composición... no puedo componer ahora, no quiero, estoy harto.
—Relájate, amor... Crear en dos horas es muy difícil, no te presiones. Y la canción te va a salir, aún queda para la gala. Tranquilízate, estoy aquí contigo... ay... esa naricita roja... —dijo, y le dejó besitos en la punta de la nariz a Martin.

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—Nunca te pregunté cómo supiste calmarme. —comenta Martin.
—Es que yo también he tenido un par de ataques de ansiedad, aunque más de niño. Y me di cuenta de que todo era cuestión de respirar.

Martin, entristecido con la idea de un Juanjo pequeñito atacado de los nervios, abraza al chico que está acostado encima de él con más fuerza. Aún no lo sabe, pero su portada en cuestión de minutos ha conseguido números increíbles y la está rompiendo en todas las redes.

Detrás de cámaras - Juanjo y MartinWhere stories live. Discover now