35. Reencuentro sorpresa

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Juanjo ha llegado al fin. Lleva tres horas en el coche, cambiándose el volante con su prima Ilanit cada media hora. Ha cogido muchísimo el coche durante su estancia en Magallón, precisamente para sentirse seguro en este trayecto hacia Bilbao. Quiere gritar de la emoción. Martin no sabe nada, tiene el día completo de entrevistas y cada vez que sale de una le manda un mensaje diciéndole lo cansado que está. Entrando ya en Getxo y habiendo dejado a Ilanit en casa de su novio, le entra una llamada de Martin. Entra en pánico levemente, pero piensa que no cogerla será más sospechoso.

—Holaaa —saluda Juanjo.
—¡Do! ¿Qué tal? Ya he salido. Solo me quedan dos.
—Qué bien. ¿Han sido muy coñazo?
—Bueno, no han estado mal. ¿Qué haces, estás conduciendo? —pregunta Martin.
—Sí, eh, por aquí, por Magallón. Con el coche. Practicando. —miente Juanjo.
—¿Vas solo?
—Sí, me apetecía relajarme un rato.
—Ah, vale. Pues nada, te dejo que voy a seguir. Luego hablamos.
—Vale, chao. —dice Juanjo, aliviado.
—Te quiero. —se despide Martin.
—Y yo a ti, un beso.

Juanjo exhala con fuerza. No quiere arruinar la sorpresa, y Martin lo está poniendo a prueba sin saberlo. Por suerte ha ido bien, piensa. Cuando llega a su destino, llama al móvil de la madre de Martin.
—Hola Juanjo, cielo.
—Hola, Rebeca, ¿qué tal? Yo estoy ya por aquí.
—¿Tienes el coche en la puerta?
—Sí.
—Espera, que bajo a abrirte el garaje.

Al cabo de dos minutos, se abre automáticamente la puerta del garaje del edificio de Martin, y Rebeca aparece detrás, saludándole con la mano. Juanjo la saluda de vuelta y aparca el coche, rezando por no estamparse delante de su suegra. Sorprendentemente, le sale bastante bien.

Al fin se baja del coche y Rebeca lo abraza, antes de dirigirse juntos al ascensor para subir al piso. Cuando llegan arriba, Rafa, el padre de Martin, lo abraza.
—Mi yerno, ¿cómo estás? —le dice.
—Jo, genial. Me apetecía muchísimo venir. Tengo unas ganas de ver a Martin.
—Él a ti no te imaginas. ¿Qué tal todo por Magallón?
—Pues de maravilla. He practicado con el coche y he cocinado, que tenía montón de ganas de cocinar.
—¿Sí? ¿Y te apetece ahora? Porque voy a hacer una paella.
—¿Ah, en serio? Pues te ayudo.

Entonces entra Erik a la cocina, que tímidamente saluda a Juanjo. En cuestión de 15 minutos, al hermanito de Martin se le quita toda la vergüenza, y está sentado en una silla de la cocina contándole su vida a Juanjo, que está picando verdura.
—Y claro, entonces me sacaron tarjeta amarilla, por la cara, porque había sido el otro... —cuenta el niño.
—Erik, deja a Juanjo que lo vas a volver loco. —dice Rafa, pelando ganabas para la paella.
Entonces suena el móvil de Juanjo. Suelta el cuchillo y lo saca del bolsillo. "Martin❤️".
—Ay, es Martin.
—Ostras. —dice Rafa.
—No se lo voy a coger, que se va a acabar arruinando la sorpresa.

Pero un minuto más tarde llama otra vez.
—¿Otra vez? Bueno, se lo cojo.
—Erik, no hagas ruido. —le dice Rafa al niño.
—Hellooo. —saluda Juanjo, fingiendo normalidad.
—Juanjo, que estoy en Radio Nervion...
—Ah, perdón, perdón. ¿Qué tal? —dice, encogiéndose de hombros ante las caras de confusión de Rafa y Erik.
—¡Hola, Juanjo! ¿Me escuchas? —le dice una mujer, la entrevistadora.
—Te escucho.
—Oye, que tienes un churri maravilloso, eh.
Juanjo se queda paralizado un segundo antes de contestar, con una sonrisa tonta en la cara y las mejillas coloradas:
—...Lo sé.
Rafa se mea de la risa y Erik parece bastante perdido.

—Este chico, es que al final lo va a descubrir. —se queja Juanjo cuando corta la llamada.
Cuando terminan en la cocina, justo llega también María, la hermana de Martin, que había salido con sus amigas. Saluda a Juanjo emocionada.
—Mery, enséñale a Juanjo el juego nuevo. —dice su madre desde su habitación.
—¡Ah, sí! Va, es de cartas. ¿Quieres jugar? Es fácil de entender, eh.
—Vale, claro. —dice Juanjo, sintiéndose muy feliz y afortunado de que lo acojan tan bien.
—¡Erik, trae el "The Mind" para jugar con Juanjo! —grita María.
—¡Sííí, yo también juego! —chilla Erik.
—Te advierto, Erik es muy competitivo. Como Martin. —le susurra María.
—Uf, vale. —ríe Juanjo.
Los tres se pasan casi una hora jugando, dando manotazos en la mesa, chillando y discutiendo entre risas.

En eso suena el telefonillo. A Juanjo le da un vuelco el corazón, muerto de emoción. Rafa abre pulsando el botón y le sonríe a Juanjo, que corre hacia la puerta, esperando impaciente a que Martin toque el timbre del piso. Diiiiing.
Abre la puerta. Martin alza la mirada con cara de cansancio cuando abre. Su expresión cambia en un milisegundo. Sus ojos se abren de par en par y su boca forma una O.
—Hola. —susurra Juanjo, sonriendo.
—Pero, pero... —murmura Martin, mirándolo de arriba a abajo como si no se creyera que fuera real. Se forma una sonrisa enorme en su cara y se abraza al cuello de Juanjo como un koala. El otro le rodea la cintura, con una risa tontorrona.

Martin le pone las manos en las mejillas, haciendo que Juanjo le mire a los ojos.
—¿Qué haces aquí? —pregunta, totalmente eufórico.
—Darte una sorpresa. —contesta Juanjo, sonriendo.
Martin, más alegre que nunca, lo besa en los labios. Su padre los está grabando, sonriendo, y Martin se aparta tímido.
Vuelve a mirarlo de arriba a abajo, sonriendo. Se lleva las manos a la cabeza y da un grito silencioso.
—Me muero. —suelta. Juanjo lo ataca con besos en la mejilla.

—Ay, mi agapornis. —dice Juanjo.
—Jo, me da algo, qué feliz soy. Pero, ¿cuándo has llegado? ¿Cómo has venido? —pregunta Martin.
—Ay, Martin, déjalo ya que nos has interrumpido la partida. —suelta Erik desde el salón.
—Estábamos jugando a unas cartas de ordenar números. —explica Juanjo.
—¡Ay! ¡No me creo que estés aquí, jolín! —dice Martin, ignorándolo, mientras le toquetea las manos. Se le humedecen los ojos. —Tenía muchísimas ganas de verte. Te he echado tanto de menos...
—Y yo a ti. Más. —susurra Juanjo, sonriendo enternecido y limpiándole las lagrimillas. —O te veía ya o me daba algo.
—¡Dios, qué feliz soy! Te quedarás hasta mi cumple, ¿no?
—Claro, hombre.
Martin da saltitos de alegría y vuelve a abrazarse a Juanjo.

El vasco se pasa toda la cena y las posteriores conversaciones en la mesa pensando en irse a la cama y acurrucarse con su novio. Al fin sus padres y hermanos se van a sus cuartos y los chicos tienen vía libre para encerrarse en la habitación de Martin. 

Se les ocurre hacer un directo de Instagram, su primera vez haciéndolo juntos. Se hace bastante ameno, unen a Judith y luego a Carlos Peguer y hablan de mil cosas. Martin está un poco a otra cosa todo el rato, tocándole el muslo a Juanjo por debajo de la mesa y resistiéndose como puede a besarlo. A Juanjo le divierte.

—Nada mal, para ser nuestro primer directo, eh. —dice Martin cuando lo terminan.
—21 mil suscriptores, nada menos.
—¿Pero cómo que suscriptores? Esto no es un canal de YouTube. —dice Martin, muerto de risa.
—Bueno, lo que sea. —dice el otro, picado.

Martin le sonríe, hoy está demasiado eufórico como para picarse.
—Venga, ¿dormimos? —propone.
—Sí. —dice Juanjo, sonriendo emocionado.
Se quitan las camisetas y se acuestan, sin deshacer la cama.
—Qué calor hace en tu casa, amor. —se queja Juanjo.
—Mejor, así hay menos ropa entre nosotros. —dice el otro, abrazándose a Juanjo.
—Por Dios, Martin. —ríe Juanjo, tímido.
—Shhh. —lo manda a callar. —Joder, qué ganas tenía de esto.
Juanjo le acaricia el pelo y Martin desea quedarse pegado a él toda la vida.

Detrás de cámaras - Juanjo y MartinWhere stories live. Discover now