44. Gran Canaria, te quiero

1.9K 143 10
                                    

[este capítulo me hace especial ilusión porque yo soy de gran canaria jejeje]

En Gran Canaria hace calor. Mucho calor. Y no solo eso, Juanjo y Martin experimentan por primera vez la calima, ese aire mezclado con arena del Sáhara que a menudo llega a las Islas. Juanjo repite "¡Qué calor!" unas mil veces. Cuando llegan, el equipo los traslada directamente a la playa de Las Canteras, donde hacen parte de la sesión de fotos.

Se meten por unas rocas y les piden ponerse en poses romanticonas. Martin se sorprende de la calma de Juanjo, se le ve increíblemente cómodo para lo tímido que suele ser en estos contextos. A pesar de todo, se pasa todo el rato asegurándose de que está bien.

Cuando Martin se está sentando sobre el regazo de Juanjo, como les han pedido, el vasco susurra:
—¿Estás bien? ¿Cómodo?
—Sí, sí.
—¿Seguro?
—Sí. —Juanjo no sabe cómo decirle que si está cómodo es precisamente porque están juntos. Nunca ha estado tan a gusto en una sesión de fotos.

—Vale, genial. Martin, apóyate un poco más atrás. Y miraos entre vosotros. —les pide Carlos, el fotógrafo.
Los chicos obedecen, Martin se mueve de manera algo repentina sobre el regazo de Juanjo, tomándolo algo por sorpresa. El aragonés suelta sin querer una risilla tonta.
—¿Te pongo nervioso? —susurra Martin, en tono seductor.

Juanjo no contesta, pero se sonroja.
—Chicos, traed más protector solar, que Juanjo parece que se está quemando la cara. —dice una mujer del equipo, de manera adorablemente genuina.
Martin no puede evitar que le entre la risa.

Un rato más tarde, por fin terminan de hacer las fotos y toman un descanso: los fotógrafos se sientan a revisar el contenido que han conseguido y Juanjo y Martin caminan un poco por la orilla de la playa.

Martin observa el horizonte y el atardecer naranja con los pies en el agua. Juanjo lo mira, su chico tan precioso con ese cielo detrás. Se le acerca y abraza su cintura desde atrás.
—Hola, mi amor. —dice Juanjo en voz baja.
—Qué playa más bonita, eh. —comenta Martin, acariciando los brazos de Juanjo que rodean su vientre.
—Casi tan bonita como tú. Pero tú le ganas.
Martin gira la cabeza hacia la izquierda para llegar a darle un beso corto en los labios.

No se puede creer que esta sea su vida: disfrutando de un viaje con todo pagado, en una playa increíble, y en los brazos de su persona favorita, el amor de su vida.

—Me casaría en un sitio así. —susurra Martin.
—¿Te casarías en una playa? —pregunta Juanjo.
—Sí, me gustaría.
—Yo no sé si me convence...Tendremos que ponernos de acuerdo.
—¿Por?
—Es que soy de pueblo. Me imagino... bueno, claro... lo que yo me imagino no es posible.
—¿Te querrías casar en una iglesia? —pregunta Martin, sabiendo perfectamente lo que Juanjo estaba pensando.

—No porque crea en Dios, más bien por... no sé. Estar ahí, con toda la gente de Magallón, que me conoce desde niño... en la iglesia del pueblo, que es preciosa... y salir a la plaza como recién casados, con la gente tirando confeti...

A Martin le entristece saber que el sueño de Juanjo nunca podrá cumplirse. Se gira y lo abraza con fuerzo, rodeando su cuello. Juanjo le abraza la cintura.
—Lo siento, Do. —dice Martin.
—No lo sientas. Si la Iglesia no quiere aprobar un amor tan real y bonito como el nuestro... que le den por culo.

Esa tarde noche, después de todo el día sacándose fotos, al fin son libres. Llegan al hotel y cenan con el equipo. Y después de la cena, Juanjo y Martin salen a pasear por los alrededores del hotel, y encuentran la avenida de la playa de Maspalomas, a la que irán mañana para más fotos. Por la avenida hay muchísimos bares y mucha vida. Curiosamente, el ambiente en general es bastante queer, y ven varios bares de drag.

Entran en un bar con música en directo donde están tocando temas de ABBA.
—Tomarás algo que tenga alcohol, ¿no? —pregunta Juanjo para picar a Martin.
Cuando el camarero viene, Martin habla antes de que Juanjo pueda abrir la boca.
—Queríamos dos Margaritas, por favor.
Juanjo se gira hacia Martin incrédulo, disimulando la sorpresa bastante mal.
—¿Pero a ti te gusta el tequila, loco? —pregunta cuándo se va el camarero.
—Lo comprobaremos. —dice Martin sonriendo.

Cuando prueba el cóctel, el vasco pone cara de haber chupado 10 limones de golpe.
—¿Te encanta, no? —ríe Juanjo.
—Cállate, si ya me estoy acostumbrando.
Contra todo pronóstico, Martin termina tragándose la bebida entera incluso antes que Juanjo, que le recomienda que vaya más lento porque se le va a subir. Pero el más joven se termina lo que quedaba en el vaso de un trago.
—Ala. Ni caso. Estás loco. —dice Juanjo.

Los chicos disfrutan de la música y charlan animadamente, Martin se siente algo mareado pero como está sentado no le da importancia.
—Voy a pedir una cervecica, ¿tú quieres algo más? —dice Juanjo un rato después.
—Voy a mirar la carta.

Juanjo alza las cejas, divertido. El camarero viene.
—Sería una Tropical y... —dice Juanjo, mirando a Martin.
—Un Long Island. —suelta Martin.
—Perfecto, marchando. —dice el camarero.
Juanjo espera a que se aleje un par de pasos.
—Pero, pero, ¿tú sabes lo que te acabas de pedir? —pregunta, muerto de risa.
—Claro que lo sé, lo he mirado en la carta. —contesta Martin sacándole la lengua.

Martin se lo toma y es literalmente asqueroso, parece que está bebiendo alcohol puro. Pero le divierte estar borracho. Lo curioso es que no se siente ni tan mareado... hasta que se levantan para volver al hotel. Entonces es cuando cree que se caerá al suelo.
—Su puta madre... —murmura, colapsando contra el torso de Juanjo, que lo sostiene sorprendido.
—Ah, claro. Estás levitando, ¿no? —dice Juanjo.
Martin no es capaz ni de contestar, lo escucha como una voz distante.

Juanjo lo agarra con firmeza de la cintura y caminan de vuelta al hotel, Martin totalmente borracho y Juanjo muerto de risa viendo a Martin. El vasco se para cada dos minutos y se abraza a Juanjo murmurando cosas sin sentido sobre lo mucho que le quiere y robándole besos (la mayoría de veces no acierta en la boca porque ve doble). Juanjo cree que se va a mear encima de tanto reírse.

Cuando llegan al hotel, se encuentran a varios del equipo en la terraza frente a la piscina, tomando cerveza. Juanjo hubiera seguido de largo para evitar el encuentro, considerando el estado de Martin, pero ya es tarde.
—¡Anda, habéis vuelto! —exclama uno de los fotógrafos.
—Sí. —dice Juanjo, tratando de enderezar a Martin.
—¿Qué tal el ambiente? —pregunta el encargado de maquillaje.
—Genial, una pasada. Lo hemos pasado muy bien. —contesta Juanjo.

—Sí, ya veo. —comenta otro fotógrafo, que es canario. —Martin se ha enralado un poquito, eh.
—¿Enralado? —pregunta el de maquillaje.
—Sí, coño. Que estamos en Canarias, apréndanse nuestras palabras. Mira, "enralarse" es ponerse contentillo, un poco loco, descontrolado. Como Martin. —dice el chico sonriendo.

—Pues sí. —asiente Juanjo, pensando que "enralarse" se ha convertido en su nueva palabra favorita. —Lo voy a acostar ya antes de que se caiga muerto al suelo.

En la habitación, Juanjo ayuda a Martin a ponerse el pijama y le obliga a beberse tres vasos de agua. Se acuestan en la cama. Martin empieza a darle mordisquitos en la mandíbula y a recorrer su vientre con las puntas de los dedos, bastante consciente de lo que está haciendo. Juanjo se lo permite hasta que empieza a bajar demasiado la mano.
—Oye, oye, oye. No. Ahora no, que estás borracho.
—¿Y qué...?
—No voy a aprovecharme porque tú no sabes ni qué estás haciendo. A dormir, cariño.

Martin, dentro de su intoxicación por el alcohol, piensa que es la primera vez que un novio suyo le dice algo así... su ex se hubiera aprovechado de él sin pensárselo dos veces. Feliz, se abraza a Juanjo como un koala y cae rendido enseguida.

Detrás de cámaras - Juanjo y MartinWhere stories live. Discover now