7- Aniversario

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Las palabras de la psiquiatra hacen eco en mi cabeza: -No eres un parásito Victoria- ¿no lo soy?, -Debes comenzar a quererte- ¿Cómo se hace eso? ¿Cómo querer lo que he odiado tanto?

Debes comenzar a quererte.

Debes comenzar a quererte.

Debes comenzar a quererte.

Debes comenzar a quererte.

Repito una y otra vez pero sólo logro que las lágrimas comiencen a salir, las personas que pasan junto a mi me miran raro pero no me afecta, estoy acostumbrada a esas miradas discriminatorias que me juzgan sin saber mi historia.

Llegué a casa sin hacer ruido pues no quería que Paola notara que estoy aquí antes de la hora, me escabullí por el pasillo rumbo a las escaleras pero me detuve cuando pasaba cerca de la cocina al escuchar que me nombraba en su conversación telefónica, me escondí para escuchar.

-No, Victoria no esta aquí... Me disculpo por ella... No tengo idea de donde podrá estar, Doctora, ella no habla conmigo... ¿Qué hago si se quiebra frente a mi? No sé como puedo ayudarla, esto es tan difícil... Entiendo... Bueno hoy se cumplen tres años de la muerte de nuestra madre, todos los años revive los recuerdos de ese día... Lo sé... ¿No hay otra forma de ayudarla? Digo, ¿internarla tal vez? Porque de verdad no puedo Doctora, tengo miedo de llegar un día y encontrarla sin pulso tendida en un charco de sangre... Si, he considerado mucho internarla, creo que es lo mejor...

No pude seguir escuchando más, subí las escaleras corriendo sin importar si hacía ruido, me encerré en mi cuarto, me tumbé en la cama y me coloqué los audífonos.

Puedo sentir cómo me rompo, cómo mi alma se quiebra y mi corazón se hace chiquitico.

Mi hermana me quiere internar.

Y no la culpo, soy sólo una carga para ella, sólo le doy problemas y ella ya tiene bastante con los suyos. Ella merece tener una vida normal, ella no se merece tener una hermana tan repugnante como yo; si me interna estaría mejor porque no tendría que ocuparse de mi. Soy una piedra en su camino, una maldita carga y ella es joven, los jóvenes de su edad no tienen que lidiar con una hermana con depresión, no recuerdo que nadie le preguntara si quería hacerse cargo de mi, ella sólo lo hizo y ya.

Pienso en mi madre, ella nunca pudo ser feliz y todo gracias a mi; murió sin conocer un mundo que no fuera de maltratos, murió sin poder cumplir sus sueños, murió por defenderme, murió por mi culpa, yo la llevé a la muerte.

Me falta el aire, mi cabeza palpita y lloro.

Debes comenzar a quererte.

Debes comenzar a quererte.

Debes comenzar a quererte.

Debes comenzar a quererte.

¡DEBES COMENZAR A QUERERTE, MALDITA SEA!

Intento creérmelo, intento sentir esas palabras, las repito una y otra vez sin parar para que se me queden grabadas y tal vez así comenzar a sentirlas. La cabeza me va a explotar, se da inicio a una nueva batalla contra mi misma, contra mis demonios.

¡Quierete Victoria! ¡Aceptate!

No puedo, no puedo quererme, no puedo aceptarme, ¡doy asco! Soy repugnante, nauseabunda, repulsiva, asquerosa y me odio, odio todo de mi. Paola estará mejor sin mi, dejaría de ser una jodida carga y ella sería feliz, tendrá una vida normal; Axel podrá enamorarse de una chica hermosa que no este rota, alguien que no tenga un pasado tan horrible como el mío y le de todo el amor que yo no puedo darle, el mundo no dejará de girar si yo no estoy.

Debo hacerme daño, necesito hacerme daño.

Me levanto de la cama y voy hasta la mesita de noche donde están guardadas las pastillas para dormir que me recetó la Doctora, las saco y tomo una, dos, cuatro, siete, diez, quince, dieciocho, el frasco queda vacío.

Yo debí morir, no ella.

Puedo escuchar como Paola golpea la puerta y grita que le abra pero mis demonios gritan mucho más fuerte que acabe con todo, que ya es hora de ser libres y dejar de atormentar las vidas de los demás y tienen razón, ya es hora. Tiro la toalla, esta batalla ya esta perdida.

Mi hermana se encargó de botar todos los objetos filosos que estaban en la casa, desde las agujas hasta los cuchillos, pero sé de algo que ella nunca se atrevería a tocar: la caja donde están las cosas de mi madre.

Voy como puedo hacia el armario donde está la caja, no siento los pies y estoy comenzando a ver todo borroso; la encuentro y rebusco entre las cosas hasta que doy con una vieja hojilla, antes solía esconderlas por todo el cuarto para "evitar cortarme", nunca me funcionó, guardo la caja en su lugar y me arrastro hasta la cama porque ya no tengo fuerzas para caminar.

Los párpados comienzan a pesarme amenazando con cerrarse en cualquier momento, paso la hojilla por mis brazos haciendo cortes verticales y profundos, la sangre sale de manera exagerada manchando todo a su paso.

Los gritos de mi hermana y la música se dejan de escuchar, todo a mi alrededor queda en completo silencio. Se me escapa una lágrima y sonrío.

Seré libre, al fin, todo acabará.

-Mami, perdóname -es lo último que digo antes de caer en un profundo sueño.

Una Chica con ProblemasWhere stories live. Discover now