15- Alissa

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No hay peor forma de quebrar el autoestima que probarse ropa; para una persona como yo mirarse al espejo es como caminar por el pasillo del instituto en ropa interior, miles de voces en mi cabeza se ríen de mi, me gritan lo horrible que soy, me recuerdan que soy amorfa.

Paola y yo estábamos en mi habitación buscando algo lo suficientemente decente para ponerme para la cena, pero mi ropa era de todo menos decente y las pocas prendas bonitas que tenía me quedaban espantosas.

-Ya déjalo, Paola. -le dije por quinta vez pero ella seguía metida de cabeza en mi closet buscando.

-Debes tener algun vestido por aquí, en tu cumpleaños pasado te regalé uno y también en navidad, ¿dónde están?

-Paola olyvidalo ya, iré con mi chaqueta y mis botas y listo.

-¿Y que crean que eres una matona? No y no, tu aspecto de chica mala se queda hoy en casa. -puse los ojos en blanco- ¡Lo encontré!

Sacó un vestido blanco corto, ceñido al cuerpo, con escote corazón y cinturón blanco.

-Es perfecto y hace resaltar tus ojos, póntelo ya. -dijo tendiendomelo y sentándose en mi cama.

-No me voy a poner esto, no tiene mangas.

-¡Que te lo pongas! -gritó y no me quedó más remedio que hacerle caso.

Me puse el estúpido vestido y me paré frente a ella, no quería verme en mi nuevo espejo y no era necesario porque tenía una perfecta vista de mis brazos y piernas cubiertas de cicatrices. Un vestido tan hermoso como este no debería ni siquiera ser tocado por mis feas manos, en mi, su hermosura se iba y se convertía en un trapo.

Quitatelo, no sigas martillandote la cabeza.

Pero no le hice caso a mis pensamientos, preferí seguir la voz que me decía que me mirara al espejo y eso hice. Di la vuelta y contemplé mi reflejo, me veía horrible, el vestido me quedaba demasiado suelto, era por lo menos dos tallas más grande que yo, se me veían las piernas pálidas y delgadas, se notaban las marcas de cigarrillo, las cicatrices de mis brazos resaltaban; gruesas y largas líneas, delgadas y pequeñas líneas, invitaban a los ojos a mirarlas. Horrible, esa soy yo, ese es mi reflejo, el reflejo de un alma triste y quebrada en millones de pedazos.

Mi respiración se había vuelto irregular y mis manos temblaban, quería hacerme daño, quería romper mi nuevo espejo; mi brazo derecho salió disparado hacia el espejo pero una mano me detuvo, Paola estaba sonriéndome con tristeza mientras me sujetaba el brazo.

-Disculpame Vicky. -me abrazó fuerte, una lágrima solitaria resbaló por mi mejilla- Vamos a mi cuarto, seguro encontraremos algo.

Me arrastró a su cuarto y me sentó en su cama mientras ella buscaba en su closet. Me perdí en mis pensamientos, no sé cuánto tiempo pasó pero cuando reaccioné, Paola estaba moviendo su mano cerca de mi cara llamando mi atención.

-Tierra llamando a Victoria. -sonrió- Vamos levantate, tengo algo que te va a quedar muy bien.

Arrugué la nariz y suspiré, dudo mucho que su ropa me quede, ni la mía me queda.

Sólo siguele la corriente y ya, cuanto más rápido salgamos de esto mejor.

Me levanté, me quité el vestido blanco y agarré la tela que su mano estirada me ofrecía; era un bonito vestido azul oscuro con flores, cuello en v, mangas largas y capas en la falda. Me acomodé el vestido y me observé, las cicatrices estaban escondidas debajo de las mangas y mi piel no lucía tan pálida, las marcas en mis piernas no se notaban por las capas del vestido que me llegaba justo por las rodillas, no me quedaba ajustado ni tampoco demasiado suelto, lo sentía bien, me sentía bien.

Una Chica con ProblemasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora