21- Escape y desahogo

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En algún momento de nuestras vidas, hemos querido escapar; todos hemos deseado huir de la realidad, correr de los problemas, dejar de sentir. Nos hemos cuestionado nuestro propósito en la vida, el por qué estamos aquí, si vale la pena seguir o tirar la toalla y rendirse. En mi caso, me he preguntado a mi misma y también le he preguntado a la nada, si fui alguien mala o hice algo realmente malo en mi vida pasada y ahora estoy pagando las consecuencias.

¿Eso es posible? No lo sé, pero quiero justificar la desgraciada vida que me tocó.

Desde que tengo uso de razón he querido escapar, cuando estaba pequeña y las cosas en mi casa se ponían feas, imaginaba que mi madre y yo vivíamos en una pequeña casa rodeada de flores o que jugábamos en la playa; en mi etapa de pre-adolescencia imaginaba que agarraba a mi madre y tomábamos un tren para irnos muy lejos y nunca regresar, y ahora, huyo. Me encierro en mi mundo, me hundo en mi depresión, me alejo de todos y hago lo que mejor sé hacer, lastimarme.

Esa es mi manera de dejar de sentir, para el resto del mundo sólo me estoy causando más dolor, para mi estoy escapando de la realidad.

Las ganas de agarrar una hojilla y destrozarme la piel en este momento están siendo mas fuertes que yo.

Que me juzguen es algo normal, es parte de mi día a día, pero que me juzgue la persona que amo, no.

Duele.

Sus palabras hacen eco en mi mente, se repiten y se repiten y se repiten. Sé que soy una persona horrible y que merezco que me diga cosas peores, pero aún así duele demasiado, duele porque creí que él era diferente, porque pensé que jamás iba a juzgarme.

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Por más que quería desaparecer de la faz de la tierra, encerrarme a llorar y abrirme la piel, no pude. Tengo responsabilidades, como mi trabajo, por ejemplo.

Corrí aproximadamente una hora y llegué al pequeño café en el que laboro, mi jefa me insistió para que me fuera a casa a descansar pero yo le insistí mucho más para quedarme a trabajar. El último lugar al que iría sería mi casa, sé que Axel me buscará allí primero, si es que me busca, claro. La condición para quedarme fue no esforzarme mucho así que trabajé en la caja registradora todo el día.

Cumplí mis horas reglamentarias e hice un par de horas extras porque no quería irme a casa y no tenía otro lugar a donde ir, me iba a quedar hasta que cerraran pero mi jefa prácticamente me echó del establecimiento para que me fuera a descansar.

Caminé hasta una pequeña plaza a unas diez calles del café y me senté en una banca, miré el reloj, 6:11 p.m., suspiré.

¿Ahora qué vas a hacer Victoria?

¿Quedarme en la banca toda la noche? ¿Dormir con los vagabundos? ¿Conseguir un puente y lanzarme?

No seas estúpida, llámalo.

¿A quién?

¡ABRAHAM! Niña, la glicerina te dejó tonta.

No quiero molestarlo más de lo que ya lo hago, él tiene muchas cosas que hacer como para ocuparse de una niña tonta con problemas.

Subí los pies y me senté en posición de indio.

¡UNA CICATRIZ NO HARÁ LA DIFERENCIA! 

¡TU MISMA TE HACES COSAS ASÍ Y HASTA PEORES!

¡UNA CICATRIZ NO HARÁ LA DIFERENCIA! 

Se repite en mi mente sin parar.

¡UNA CICATRIZ NO HARÁ LA DIFERENCIA! 

¡UNA CICATRIZ NO HARÁ LA DIFERENCIA! 

Una Chica con ProblemasWhere stories live. Discover now