Capítulo 3

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Robert Asher y Philip Hunter se conocían desde jóvenes, habían servido juntos en la milicia, eran buenos amigos y cuando la familia Hunter se mudó a la casa de al lado fue que todo cambió para Jade.

El general mostraba especial afecto y consideración por el primogénito de su amigo y ella sabía muy bien la razón:

Su padre siempre tuvo el deseo de tener un hijo varón pero por desgracia del destino eso no pudo ser posible ya que Madeline, su amada esposa, había fallecido años atrás llevándose la esperanza y la ilusión con ella quedando Jade como su única hija.

Dadas las circunstancias el general depositó todos sus anhelos en Rayder despertando en Jade los celos naturales que una niña puede sentir al observar a su propio padre desvivirse por un completo extraño y darse cuenta que tenía predilección por el hijo del vecino que sobre ella y eso hirió su corazón en maneras que nadie supo.

Y así empezó la guerra contra Rayder.

Ella quería probarle a su padre que no le hacía falta tener ningún hijo hombre, así que se dedicó a demostrarlo en cada oportunidad que se le presentaba: si Rayder era bueno para correr, ella lo desafiaba a  una carrera, si él era bueno escalando el árbol que estaba en el jardín, ella trataba de llegar a la cima en menor tiempo, si él era bueno en cualquier cosa: ajedrez, Monopoly, o en los juegos de playstation ella  estaba dispuesta a probar que también era capaz. 

Pero en contra de la voluntad de Jade siempre perdió pero no fue porque no pusiera todo su empeño y coraje en ganar, jamás se rindió, simplemente no podía competir con un chico que le llevaba cinco años de edad, que era mucho mas alto y fuerte que ella.

Y no importaba, Robert no parecía darse cuenta ni de la razón por la que Jade actuaba así ni del esfuerzo que ella hacía, o la regañaba o simplemente la ignoraba, eso la hacía sentir mil veces peor pero nunca le demostró a nadie cuanto la lastimaba.

Como era de esperarse al alcanzar mayor edad Rayder se enlistó en la milicia siguiendo la tradición familiar, y al general que llegó a quererlo como si fuera hijo propio lo hizo feliz y orgulloso.

Y la antipatía que sentía por él creció mas todavía y se lo hizo saber, le hizo muchas cosas, travesuras de niña más que nada pero que surtían efecto, solo había que ver el rostro de hastío que Rayder mostraba cada vez que la veía, y tenía el consuelo de que al menos en algo le había ganado.

La guerra entre ellos duró hasta que pasó "el incidente" y su padre terminó por enviarla al internado.

Pero ya habían pasado siete largos años, ella realmente esperaba que Rayder no estuviera en Fort Lee, rogaba en sus adentros que sirviera en otra base lejos de Virginia, en Alaska o Arizona o quizás más lejos como en Macedonia o Tanzania.

Claro que Robert jamás lo mandaría a esos lugares recónditos lejos de su atención donde no pudiera ver por Rayder, no.

A él seguramente que no.

Así que verlo de pie en la puerta de su casa  el primer día de su regreso la sorprendió, si, pero no del todo.

Y le pareció que los años no habían pasado porque allí estaba el tontonazo de Rayder Hunter frente a ella mirándola con el ceño fruncido como en los viejos tiempos.

*****

Rayder no dejaba de mirar a la mujer que estaba frente a él.

Lo primero que notó fueron los pies descalzos y las uñas pintadas en un tono brillante, en el tobillo derecho le colgaba una delgada cadena con un dije en forma de corazón y una minúscula llave, mientras iba subiendo la vista descubrió un par de piernas increíblemente largas y torneadas, el vestido pegado a las caderas acentuando la cintura, cabello cobrizo ondulado a media espalda. Y su cara, la misma forma redonda con esa nariz respingada llena de pecas, lo que había pasado desapercibido hasta está noche eran los labios carnosos que ella mordía y que hacían el balance perfecto con esos enormes y brillantes ojos verdes que lo miraban de manera asesina.

La hija del GeneralWhere stories live. Discover now