Capítulo 24

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—No sigas enojada conmigo Gretita— Jade la abrazó con cariño —¿Me perdonas?

—No. ¡Ni siquiera una llamada para avisar que estaban bien! Me tuvieron en vela hasta que escuché la camioneta, par de desconsiderados.

—Era tarde y pensé estarías dormida. Lo siento— le respondió haciendo un puchero.

—¡Mas te vale!— el gesto la hizo reír, no podía estar enojada con Jade. Le dio unas palmaditas en la mano —estaba preocupada por ustedes eso es todo cariño.

—Entiendo— le dio un beso en la frente —no volverá a pasar, te lo prometo.

Llegar a las seis de la mañana no era algo que habían planeado pero el día en la playa había sido increíble y quisieron alargarlo lo más que pudieron aun sabiendo las con secuencias. Jade esperaba una llamada de atención por parte de su padre pero no fue así. Llegando a su casa entró a hurtadillas rogando no encontrarse con el General, en su lugar estaba esperándola Greta. La reprimenda se la dio ella y con justa razón, luego de rezarle la cartilla y decirle que la cubrió con Robert y que no tenía idea de que había faltado a la casa Jade le dio las gracias y fue a su habitación a darse un baño, ponerse ropa cómoda y acostarse. Antes de dormir pensó en todo lo que había pasado en Virginia Beach, la playa, la habitación de hotel. Y Rayder. Se acurrucó bajo las sabanas y se durmió, entre sus sueños apareció él.

Después de unas cuantas horas de sueño reparador se levantó a comer, preparó pan francés con mermelada y café con leche, se sentó en un banco y le dio una mordida al pan, en una esquina de la mesa vio el periódico del día, lo agarró y empezó a hojearlo, cuando se dio cuenta de que estaba en la sección de renta de departamentos sonrió para sí misma.

Rayder le había dicho que estaba enamorado de ella y le pidió nuevamente que se quedara en Fort Lee, las dudas seguían rondándola y tenía temores pero ya había tomado una decisión, por primera vez en mucho tiempo era verdaderamente feliz, estaba enamorada y se quedaría por él. Con un marcador encerró en círculos los departamentos que más de adecuaban a sus necesidades, pequeño, céntrico, con todas los servicios, precios accesibles.

Si, tonta ¿¡Y con qué dinero piensas para la renta!? Pensó con preocupación negando con la cabeza.


El desafío real era encontrar un trabajo y sabía bien sería un milagro ser contratada en el pueblo, con la reputación que tenía sería una misión imposible. Sorbió un poco de café, pensativa suspiró. Abrir su consultorio nutricional en Prince George sería prácticamente echarse la soga al cuello, buscar un trabajo que no tuviera que ver con su profesión era lo más viable por el momento aunque no fuera lo que ella deseaba, pero si iba a quedarse en Fort Lee se adaptaría a todo.

Greta le trajo el pensamiento a la realidad cuando entró a la cocina con bolsas de despensa poniéndolas sobre la mesa.

—Espero no haya olvidado nada— le dijo Greta preocupada.

—¡Tanta comida! parece que compraste víveres para todo un regimiento.

—No es mucho, además no quiero que les falte nada el tiempo que no voy a estar, compré todo lo necesario.

—¿El tiempo que no vas a estar? ¿Pues a dónde vas?— llevó los platos al fregadero y luego ayudó a Greta a sacar los víveres de las bolsas y acomodarlos.

—Hace unos días recibí una llamada de mi prima Yetta, su salud no es buena y voy a ir a visitarla, tu padre ya sabe que me voy pero antes quería dejar todo en orden, me voy en la tarde y volveré hasta el domingo— llevó las conservas a la alacena —¿Estarás aquí cuando regrese verdad cariño?

La hija del GeneralWhere stories live. Discover now