Capítulo 16

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Hace quince años.

Jade estaba en su habitación tirada en el felpudo azul jugando con sus peluches, su favorito un mapache con antifaz color café llamado Mozart.

—Vamos princesa, hora de ir a dormir— la voz suave de Madeline la sacó de su juego.

Ver a su madre fuera de su habitación la sobresaltó, hacia días que no salía de su cama, se veía tan pálida como una hoja en blanco, estaba descalza, con el cabello cobrizo al hombro desordenado, el camisón blanco dejando ver sus piernas extremadamente delgadas, el albornoz mal amarrado a su cintura y las manos temblorosas cruzadas en el pecho.

—Pero todavía no tengo sueño mami. ¿Y Greta?— era ella quien la acostaba por las noches.

Madeline fue donde su hija y la cargó con esfuerzo —Greta está ocupada haciendo otras cosas. Si te acuestas ahora te leeré un cuento— chocó su nariz jugando con la de Jade.

—¡Si!

Le puso las pijamas, la acostó y la cubrió con las cobijas.

En la mirada de Madeline había amor por su hija y esperaba con todo su corazón que Jade recordara cuanto la amaba.

—¿Qué libro quieres que te lea? Déjame adivinar...

—¡Ferdinando!

—¡Sabía que dirías Ferdinando!

Fue al librero y sacó el clásico cuento para niños. Se sentó al lado de la cama y comenzó a leer

—"Vivía una vez en España, un joven toro llamado Ferdinando. Ferdinando no era como los demás toros que se pasaban todo el día bramando, rebufando, saltando, corneando y dándose topetazos unos a otros. Él prefería estar sentado bajo un encino, su encino y dedicarse a disfrutar de las flores. A su madre...

Después de contarle el cuento dejó el libro en la mesita al lado de la cama, Jade miró a su madre con ojos somnolientos.

—Mi niña hermosa hay algo que quiero decirte— le dijo acariciándole el cabello.

—¿Qué es?— dio un bostezo largo.

—Llegaste a iluminar mi vida, eres lo mas importante para mi  y te querré siempre— le dio un beso en la frente conteniendo las lágrimas.

Jade alzó las manos para tocar el rostro triste de su madre, Madeline le beso las palmas de las manos y comenzó a llorar.

—¿Por qué estas siempre triste mami?

—Mami no está bien de salud mi vida, tengo una enfermedad— se limpió las mejillas mojadas —pero hoy me siento mejor— le dio una sonrisa fingida con el único fin de no preocupar a su hija.

—Te quiero mucho mamita.

—Yo también, quiero que lo recuerdes siempre. Quiero que me prometas algo Jade: donde quiera que yo esté, quiero que seas muy feliz mi nena hermosa. Prométemelo— en el tono que hablaba se notaba la conmoción, un adulto hubiera notado que algo no andaba bien pero Jade que apenas era una niña no logró descifrarlo.

—Te lo prometo. ¿Vas a irte de viaje?

—Mami necesita ser libre mi dulce pequeña. Vas a ser una niña fuerte y valiente, no dejarás que nadie te haga sentir mal, harás lo que tú quieras, serás lo que tú quieras ser mi niña hermosa y quiero que nunca olvides que siempre fuiste lo más valioso para mí, recuérdalo siempre Jade, ¿lo harás?

La hija del GeneralDonde viven las historias. Descúbrelo ahora