Capítulo 20

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Hace quince años.

La duela de madera oscura y fría crujía bajo los pies descalzos de Jade que caminaba por el pasillo con el peluche entre sus brazos. Esa mañana había despertado más temprano de lo acostumbrado, se levantó de la cama y fue a buscar a Madeline a su habitación. Llegó hasta la puerta y con su pequeña mano giró el pomo de la puerta, adentro las cortinas medio cerradas dejaban entrar la luz de la mañana, en la cama estaba su madre inmóvil entre las sabanas, su cuerpo estaba inclinado hacia la izquierda, el brazo extendido sobresalía de la cama.

—¿Mami?— llamó desde la puerta pero Madeline no se movió.

Caminó hacia la cama, en la mesita de noche había un frasco de pastillas vacío, en el piso un vaso de cristal hecho pedazos. Jade se acercó y tocó la mano de su madre, la sintió tan fría que su reacción fue soltarla de inmediato. —Mami, despierta— volvió a llamarla, su voz, temerosa.

Al ver de cerca el rostro de Madeline los ojos de Jade se agrandaron horrorizados, un escalofrío la recorrió de pies a cabeza y gritos despavoridos se escucharon en toda la casa.

—¡AHHH! ¡AHHH!

Greta estaba aún dormida y al escuchar los gritos se levantó de su cama y subió las escaleras lo más rápido que pudo, entró a la habitación y vio a la pequeña Jade abrazando con fuerza su peluche sin apartar la mirada aterrorizada del rostro inerte de su madre.

Madeline tenía los ojos abiertos, opacos y secos, la boca abierta con una espesa espuma blanquecina saliéndole entre labios azulados, su rostro rígido mostraba una mueca de dolor.

—¡Dios Santo! ¡Madeline que fue lo que hiciste!— exclamó Greta llevándose las manos al rostro, luego levantó en brazos a Jade y la sacó de ahí lo más rápido que pudo.    

—¿¡Que tiene mi mamá!? ¡Mamita!— gritó mientras era llevada a su habitación.

—Tranquila Jade, ¡tranquila pequeña!— era lo único que salía de su boca.

Greta la puso a Jade en la cama, su rostro estaba aturdido por lo que ocurría, tenía un choque nervioso, llorando y sin saber qué hacer, Robert se había ido de viaje y estaba sola en casa. Madeline yacía muerta en la habitación contigua y debía hacer algo, avisar a Robert que ya venía camino a casa.

—Quédate aquí Jade, no quiero verte afuera de tu cuarto ¡me oíste!

—¿Qué le pasa a mi mamá? Está tan fría ¿Greta?— preguntó entre sollozos con el rostro mojado por las lágrimas.

No le respondió, la abrazó y le dio un beso en la frente tratando de reconfortarla, Greta también estaba llorando.

—Vas a estar bien mi niña, obedece, no quiero verte afuera de la habitación no quiero que te muevas de aquí hasta que venga por ti— volvió a ordenar y la dejó sola.

Jade permaneció en su habitación sola llorando inconsolable, sabía que su mamá no estaba bien pero su inocencia le impedía comprender lo que pasaba, tan solo era una niñita de siete años de edad. Afuera de su habitación solo se podían escuchar la voz de Greta, luego a más personas hablando nerviosas y caminando presurosas en el pasillo pero nadie fue a verla en largo rato. No supo cuánto tiempo pasó encerrada hasta que la puerta se abrió y vio entrar a su padre con los ojos rojos y el rostro desconsolado, Jade corrió a abrazarlo, él la cargó, la abrazó contra su pecho y le besó el cabello aun desordenado.

**

Desde esa mañana que encontró muerta a su madre Jade estaría marcada de por vida, nada ni nadie podría borrar de su mente todo lo que pasó, ni psicoanalistas, ni pastillas o hablar con su padre o Greta, siempre viviría en ella el recuerdo y aunque trataba de reprimirlo en el día, por las noches el subconsciente la traicionaba acechándola en forma de pesadilla lo que había sucedido hace quince años.

La hija del GeneralWhere stories live. Discover now