Capítulo 4

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Después de que Rayder se fuera y diera las buenas noches a su padre y  Greta, Jade subió a su habitación a darse una ducha y se metió a la cama.

Eran las 4:40 am. y ya se sentía el bochorno, el ventilador que oscilaba colgado en el techo sólo servía para dos cosas: hacer un zumbido fastidioso y enviar aire caliente al cuerpo de Jade que se removía de un lado al otro inquieta en la cama, le había costado conciliar el sueño y apenas había podido descansar unas cuantas horas.

No podía apartar la imagen de su mente, él aproximándose hacía ella y lo que la hizo sentir. El recuerdo de su aliento hizo que suspirara y de manera inconsciente se llevó los dedos a sus labios y los recorrió suavemente imaginando que era la boca de él quien los tocaban. 

Le había causado más impresión de lo que ella pensaba y recordó cuanto eran niños, siempre fue bien parecido y llamaba la atención pero él era serio y nunca hizo caso a las insinuaciones de las adolescentes que lo buscaban, al menos en aquella época. Y podría apostar con certeza que la suerte con el sexo opuesto no había hecho mas que aumentar con el paso de los años. Crecer y convertirse en adulto le habían sentado de maravilla, ahora era un hombre atractivo a los ojos de cualquier mujer que lo mirara y hasta ella no podía sacárselo de la cabeza, a él y sus ojos color zafiro que la observaron como si quisieran ver a través de ella.

Y se preguntó como sería si le permitiera a Rayder  "verla"  realmente.

¡No torpe, que demonios estás pensando!

Se recriminó a ella misma golpeándose la cabeza con la palma abierta.

¡Es Rayder, el tonto que me quitó el cariño de mi padre desde que era una niña!

No podía, simplemente no debía permitirse pensar otra cosa más que él era un idiota.

Es un idiota.  Un idiota guapo y sexy y....¡maldición! ¡Deja de pensar estupideces Jade!

Pateó la sabana con fuerza mandándola al suelo, se sentó en la cama y miró nuevamente el reloj 4:48 am. Se levantó, caminó hacia la ventana y al abrirla sintió una suave brisa que le refrescó la piel caliente erizándola por el repentino cambio de temperatura. 

Y ahí estaba de nuevo pensando en Rayder Hunter.

—¡La culpa la debe tener este maldito calor!

Necesitaba aire fresco para despejar su mente.

Solía salir todas las mañanas a correr, un hábito que había cogido desde el internado y aunque era aun de madrugada no podía esperar a que fuera más tarde y seguir pensando en él, así que prendió la luz, buscó en su maleta la ropa deportiva, ató su cabello, se calzó los tenis y salió en silencio de la casa. Daría un recorrido por Fort Lee, reconocer la calle donde vivió. Una vuelta por los edificios por los viejos tiempo. Sola.


Fue a trote calle abajo recordando quienes vivían en esas casas: la de cerca de madera vivían el capitán Ross con su esposa Silvia y la pequeña Molly, cuando tenían ocho años y jugando al salón de belleza Jade le cortó una de sus largas trenzas rubias y a la mamá casi le dio un infarto. Esa fue la última vez que la dejaron visitar a la dulce Molly. Que tiempos aquellos pensó con nostalgia.

Llegando a la esquina dobló a la derecha y siguió en linea recta hasta salir de la zona habitacional, más adelante empezaban los edificios militares: el cuartel general, el edificio de alojamiento para los soldados, las oficinas de correo, mas alejados el hospital, los museos y las escuelas de artillería, la Agencia de Gestión de Contratos de Defensa.

Al acercarse al Edificio de Admisiones vio movimiento, acababa de llegar un camión con nuevos reclutas y estaban bajando del autobús mientras un soldado hablaba a voz en grito, Jade estaba a una distancia considerable y podía escuchar sin problemas todo lo que les decía, pensó en dar media vuelta y continuar con su caminata pero la oscuridad y el auto le brindaban la protección necesaria para que no la descubrieran así que decidió quedarse y observar, solo un poco.

La hija del GeneralDonde viven las historias. Descúbrelo ahora