Capítulo 5.

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Capítulo 5. Descubrimientos.

Las escaleras sonaban por cada escalón que subía. Debían de ser muy viejas. Menos mal que ya estaba en la tercera planta. Llegué hasta el altillo, y suspiré. La escalera resultó ser aún más inmensa de lo que parecía.

Arrastre las maletas a lo largo del pasillo del ala B hasta encontrar mi habitación, que parecía ser la única que destacaba por tener una puerta gris, en vez de la de madera convencional. Había dos llaves en la puerta. Cogí una, y entré.

El dormitorio tenía dos camas, situadas en posiciones excéntricas y contrarias; dos mesitas de noche; una silla y dos armarios. Supuse que no había llegado mi compañera aún, pues no ví ninguna maleta; y me apropié de la cama que estaba junto a la ventana. Me quite los zapatos, dejandolos cuidadosamente en el suelo; y fui a abrir la maleta y colocar mi ropa. Escogí el armario que daba a la puerta; y fui metiendo la vestimenta que me había traído. Era muy pequeño, pero hice cuánto pude para que cupiera todo. Primero, las camisetas; a un lado en las perchas, los pantalones; doblados y apilados en el suelo de la cómoda, el vestido; colocado de manera tradicional en un estante, y lo demás; guardado en los cajones de abajo, junto con los zapatos.

Fui a la mesita de noche, y coloqué en uno de sus compartimentos, mi ropa interior y los calcetines; en el otro, mi neceser de maquillaje. Ya estaba todo. Me tumbé en la cama, pero la puerta se abrió de par en par, y me obligué a mí misma y sentarme de manera correcta.

Una chica con el pelo negro, y corto se dispuso a introducir sus maletas, sin ni siquiera prestarme atención, ignorando que yo también estaba allí.

-Hola, soy Bianca.

Me levante y me dirigi hacia ella, por si necesitaba ayuda. Parecía llevar muchas más maletas que yo. Pero me sentí limitada cuando me di cuenta de que no me había mirado en ningún momento. me estaba ignorando.

-Ey. Soy Denise.

Levantó la cabeza, y me dió dos besos. Me sorprendió su brusco cambio de comportamiento, pero no le di importancia. También parecía simpática, ahora. Quizás es que era una persona algo... reservada.

-Bueno, supongo que eres mi compañera de cuarto. Soy nueva aquí, ¿sabes? Todavía no sé ni cómo he conseguido llegar hasta esta habitación.

Se rió, pero detecte un tono amargo en su voz. Ella quería estar allí tanto o menos que yo, incluso. Bueno, al menos ya no era la única. Era inconfundiblemente nativa del Upper East Side, de Manhattan. La delataban sus gestos.  Y Manhattan y Brooklyn nunca se han llevado bien. Eso era un hecho.

Me lleve la mano a la cabeza, y recordé la hora qué era. Tarde, por supuesto. Muy tarde. Y tenía que acudir a la reunión o lo que fuera que había en el tablón. Me despedí a toda prisa, y recé para llegar a tiempo.

Solo un paso.Where stories live. Discover now