Capítulo 11.

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Capítulo 11. A escondidas.

Aún faltaban dos horas para la cena, pero solo me apetecía quedarme sentada en la cama, sin hacer absolutamente nada. Bueno, quizás reflexionando un poco acerca de todo el día. 

De pronto, se me vinieron imágenes a la cabeza. Mis padres, mis amigos, mi vida. La había dejado atras, para empezar otra vez, de cero.

Me levanté de la cama. Aunque no quería hacer nada, tendrí que salir tarde o temprano, para poder localizarme mejor el Lunes. Aunque estabamos a Sábado, siempre era mejor no tenerse que levantar a las seis de la mañana para explorar donde estan todas las aulas a las que asisto. Me calcé un pie, y luego otro, con las mismas zapatillas de antes. Fui hacia la puerta, cogiendo antes las llaves, de encima de mi mesilla, y salí fuera.

Recorrí todas las escaleras hasta la primera planta, reprochando el sonido de las escaleras; incluso más fuerte que al subir. Desde luego, allí no se podía hacer nada sin que te escucharan. Pensé otra vez en la conversación con el director, y, por primera vez, me di cuenta de que les daba a las cosas demasiada importancia. Al menos mucha más de la que tenían.

Decidí cruzar todas las puertas, para ver lo que escondía cada pasillo en su interior. La primera empezando por la derecha estaba cerrada, así que me dirige directamente a la segunda, que era por donde había entrado antes. Mientras andaba y miraba a mi alrededor, me percate de que solo se escondian tres aulas y el despacho del director. Una de ellas, era una pequeña biblioteca, cerrada por el horario; otra, una gran clase que parecia el aula de historia, por la cantidad de mapas que se podian ver desde el cristal de la puerta; y la última, algo similar a un salón de actos, donde se ocultaban algunos alumnos viendo una especie de película en blanco y negro. Preferí no entrar.

Una mano me tocó ligeramente el brazo, pero no me dió tiempo a girarme antes de que me detuviera.

-Hola. Supuse que si ibamos a hablar esta noche; ya sabes; por mi tito el dire, y eso, sería mejor hablarlo aquí. ¿No crees, Bianca?

Carlos. Otra vez él. ¿No tenía fin? ¿No se cansaba nunca? Le ponía de los nervios. Ya no sabía que hacer para que se mantuviera alejado de ella. Lo suplicaba. Tres veces iban ya, en un solo día. No se quería imaginar lo que la esperaba en un año entero.

-Me molestas, Carlos. Suéltame.

Bueno, al menos esta vez había sido capaz de decirlo. Menos mal. Por fin me había decidido, y por fin había podido dejarselo claro, sin ningún miedo.

-Ya, pero, ¿sabes qué? No soy muy de hacer caso a chicas, ya me entiendes.

Hizo una mueca, y Bianca se echo para atras. Carlos la mantenía sujeta de manos, si gritaba entonces, la gente de el aula podría oirla, y ayudarla. ¿Entonces, por qué no le salían los gritos? Carlos se acercaba más y más a ella, haciendo que la temblasen las piernas. No era nada divertido estar en una situación así. No era ni medio normal que se te acercasen de esa manera, sin segundas intenciones. Espera. ¿Qué decía de segundas intenciones? Carlos solo jugaba con ella, como si fuera un títere. Desde esa misma mañana que la había conocido.

-Ya, bueno. ¿Me puedes dejar...?

Carlos le puso un dedo en la comisura de los labios, para que se callase un instante. ¿Se acercaba alguien? Bianca estaba algo confundida.

-Hablas mucho.

Me agarró del cuello, y me acercó a él. No podía hacer nada. Ya no podía hacer nada, y le odiaba por ello. Cada vez, nuestros rostros estaban más próximos, hasta que pude notar su respiración agitada. ¿Por qué agitada? ¿Por qué se acercaba tanto a mí? Sus labios se abrieron, y se aproximaron incluso más a los míos. Y entonces me besó.

Solo un paso.Where stories live. Discover now