Tú y yo.

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Capítulo 23: Tú y yo.



Guillermo.



Me miré de nuevo al espejo y suspiré con pesar. Mi hermana me golpeó la espalda y me sonrió a través del espejo, mostrando sus blancos dientes. Su pelo se balanceaba por la brisa que entraba desde la ventaba entreabierta. ¿Por qué se había quedado ella todo lo bueno?

-No pongas esa cara, Guille, que estás muy guapo, de verdad. Eres mi hermano, pero te lo digo sinceramente.- Yo simplemente asentí, para nada convencido. Era mi hermana, y estaba obligada a ello. Sabía lo inseguro que era, así que siempre intentaba que eso cambiara, que volviera a ser el de antes.

Segundos después el timbre de mi casa sonó, y antes de que pudiese decir nada, Carol corrió escaleras abajo, y mientras yo caminaba tras ella, se tiró encima de Samuel y lo envolvió en un abrazo que ninguno de los dos vimos venir.

-¿Carol?- Pregunté. Era la primera vez que hacía eso con alguien que no fuera su familia cercana, y por alguna razón, me alegro muchísimo. Ella era social y le encantaba salir, pero a la hora de la verdad, solía ser bastante distantes con todos. Era gratificante que Samuel fuese distinto. Samuel siempre es distinto.

-También me alegro de verte, pequeñaja. ¡Anoche no respondiste mi mensaje!- Mi mirada escudriñó a Samuel, y él soltó una risita nerviosa. Con un gesto, le animé -exigí- que hablara y explicara lo que había dicho.

-¿Vosotros dos habláis por mensajes?- Omití la parte que todos los presentes sabíamos. "De mí"

-Un poquito- Dijeron ambos a la vez para luego reír.

Y yo quería detenerme justo en este momento. Para siempre. Mi hermana, que tan mal lo había pasado por mi culpa, estaba riendo con el chico que me había hecho volver a creer. Ambos riendo y aún abrazados.

"No estoy nervioso"- Me sorprendí. Era verdad, contrario a lo que había asumido todo el día, no estaba para nada nervioso. Estaba tranquilo y relajado... y todo porque se trataba de Samuel. Tenía la certeza de que con él no habría voces, peleas, no habría presión de que todo lo hiciese mal ante sus ojos, no tenía esa voz que gritaba en mi interior que estuviese con él solo en lugares público. No, no había nada más que felicidad.- "Es extraño, alarmante y... sumamente maravilloso"

Carol lo invitó a entrar, sin importarle que ambos nos tuviésemos que ir y él aceptó de buena gana, como siempre. Los dos se quedaron en el salón, jugando a "Quien quiere ser millonario" mientras yo terminaba de arreglarme.

-Ahora es mi turno- Se escuchaba a mi hermana.- Pero yo te haré la pregunta a ti.- Samuel no respondió nada, así que no supe si había aceptado o rechazado. Asentí a mi reflejo y sonreí, intentando decirme que sería una gran noche. La mejor noche en mucho tiempo.

Bajé en silencio, queriendo escuchar qué hacían ambos.

-Ahora me toca preguntarte a ti.- Tenía la imagen de Samuel en mi cabeza justo en ese momento, mirando a mi hermana fijamente, sonriendo de forma pilla... Ambos eran unos niños pequeños. Y eso hacía que mi corazón fuese más rápido de lo que me gustaría admitir.

-¡Venga, venga, anímate, valiente!- Estaba tan ensimismado que no había podido prestar atención a lo que él le había preguntado.

-Mi mayor miedo... es perder a Guille.- Carol y Samuel no hablaron en un rato posterior, y yo intentaba que mi respiración no se escuchaba.

-Te prometo que si consigo que tu hermano se fije en mí, cuidaré de que siempre esté contigo Carol.- Me asomé un poco más y casi deseo interrumpirlos para unirme a aquel abrazo.

-No necesitas que mi hermano se fije en ti, él ya...- Y ahora sí, me metí en la habitación. Me negaba a que mi hermana le dijese eso a él. Eso era cruzar la línea.

Samuel se levantó y me miró expectante. Cuando miré al suelo, avergonzado, él sonrió.

-¿Listo?- Me preguntó, acercando su mano a la mía.

-L-Listo.- Y ambos caminemos a la puerta.

-Debo hablar con Carol una cosa, ya vengo.- Me disculpé antes de salir.

-Vale, iré abriendo el coche.- El ambiente entre nosotros era relajado, no había tensión y a pesar de todo, esa burbuja cómica estaba entre nosotros. Porque así éramos.

Volví al salón, y me acerqué a Carol que seguía jugando, metida en la pantalla del televisor. Con cuidado, agarré su mejilla y estiré; cuando ella empezó a gritar que qué me pasaba y que la soltara ya, yo reí.

-Eso es para que no digas cosas que no tienes que decir, enana.

Ella rodó los ojos, sabiendo de que le hablaba.

Y entonces, me agaché y la abracé con todas mis fuerzas.

-No tienes que tener miedo de perderme, Carol, porque siempre estaré contigo.

Cuando volví al coche, Samuel ya tenía el motor listo para irnos.

-¿Y a dónde me vas a llevar?- Pregunté, algo cohibido. Su coche era todo lo que me había esperado de él. Recuerdo que hace unos días, él me dijo que si podría, se lo hubiese comprado en morado. ¿Por qué no me extrañaba?

-A una fiesta.- Soltó mi mano y comenzó a conducir. 

Me pregunté de nuevo si se podía estar tan feliz solo porque un chico te cogiese la mano. Aunque bueno, no era solo un chico... Él era Samuel.


Relatos de un roto corazón. (Wigetta)Onde histórias criam vida. Descubra agora