Final.

2.2K 233 58
                                    

Capítulo final: Samuel dice.


Guillermo.


El camino en coche se hizo corto, quizá porque Samuel y yo no parábamos de bromear, quizá porque todo eran carcajadas y tonterías o quizá... porque era con él. Ni importaba la razón, mi sonrisa no se iba ni un segundo de mi rostro y es que, si bien ahora me sentía mucho más libre que en la agobiante fiesta -la cual estuvo muchísimo mejor de lo que esperaba-, sabía que la noche me deparaba grandes sorpresas, no me hacía falta nada más que ver el brillo en los ojos del mayor.

Cuando se detuvo frente a un parque me pregunté qué tenía exactamente en mente, ya que la mía era una extraña maraña de sentimientos, nervios y expectación.

-¿Qué hacemos... aquí?- Iba a abrir la puerta del copiloto para bajarme del coche, pero él me detuvo acariciando mi mano, con suavidad y dulzura.

-Nuestra cita.- Contestó con simpleza.- Así que déjame ser una buena pareja...- Me miró fijamente, sus comisuras levantándose lentamente y supe que iba a soltar una sonora carcajada.- Porque me llaman el...- Suspiré resignado, claramente fingido.

-Samuel, por favor... tus bromas son tan malas que alguien, en alguna parte del mundo está llorando ahora mismo por ellas.- Se quedó totalmente serio, mirándome, y yo me reproché por ser tan estúpido de haber roto nuestra burbuja.

-Hala, chaval... lo que me ha dicho.- y ambos, para mi propio alivio, estamos riendo sin parar. Rio y rio tanto que tengo me agarro mi la parte superior de mi estómago, que empieza a doler. No veo casi nada a causa de las lágrimas.

-Basta, basta... no veo.- Y cuando él susurra algo como 'porque pareces un adorable chino', solo reímos más.

-Venga anda, vamos que tengo que sacar las cosas del maletero.- Ahora sí, abre mi puerta del coche y me bajo, limpiando las lágrimas que se escurren de mis ojos. Es uno de los momentos más divertidos de mi vida, porque mi corazón late con mucha más fuerza que antes, y puede que ahora, justo en este instante, me siento más vivo que nunca.

Camino junto a él hasta el maletero del coche, y cuando saca una canasta típica de un picnic pienso que realmente, Samuel de Luque está mal de la cabeza. Pero no digo nada, simplemente lo acompaño, ayudándolo en su locura. Sacamos todo lo que él ha guardado, cuidadosa y simétricamente, por supuesto, en la parte de atrás del coche y después caminamos de la mano, sus dedos entrelazados con los míos -¿realmente pueden encajar tan bien mis manos con las suyas, o solo lo estoy soñando? Es como una pieza del puzzle que solo se une con la que el destino le tiene guardada- hacia el parque justo en frente del coche.

-A ver, ¿vamos a hacer un picnic en mitad del parque, de noche?- Pregunto, mi incredulidad y burla, a la vez que asombro y emoción, impregnando cada palabra. Él simplemente asiente, como si hiciese esto todos los días.... y entonces, viene a mi cabeza como una ola que me tira al suelo. No sé de dónde procede, pero me tiró abajo.

"Adrián"

-No.- Susurro sin ni siquiera haberme dado cuenta.- Tú no puedes hacer esto.- Detengo mis pasos, y con eso hago que Samuel también se pare, tiro de su mano hasta que está frente a mí. Ante su expresión de desconcierto, antes de que pueda pronunciar palabra digo: Adrián y su rostro se contrae a la vez que su ceño se frunce.- No puedes hacerle esto. Yo no puedo hacerle esto.- Suelto su mano, deseando salir de allí cuanto antes. ¿Cómo he podido ser tan estúpido? Me he dejado ilusionar, me he dejado besar... he dejado que... mis sentimientos controlen mi vida, bloqueando el cerebro.- Yo no soy así...

Relatos de un roto corazón. (Wigetta)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora