Fiesta.

1.5K 191 8
                                    

Guillermo.


Al acercarme a la verja posterior que está frente a la casa, la sensación de ahogo me azotó, justo en medio de la garganta, como si de una ola se tratase, y es que desde aquí podía ver el ambiente tan cargado y agobiante. Samuel pareció notar esto, porque agarró mi mano y la acarició suavemente, como diciéndome que todo irá bien. Fue entonces, mirando hacia nuestras manos entrelazadas, que pude sonreír sin miedo a nada. Todo era tan distintos... que quizá si podía darle una oportunidad al amor, volver a abrir mi corazón, darnos un pequeño intento. Aunque, bueno, aquí estábamos, ¿no era ya un poco tarde para esa pregunta? Claramente, Samuel ya la tenía... ya me tenía.

-¿Hey, estás bien?- Se paró, justo antes de cruzar la puerta, mirándome fijamente. Sus ojos brillaban, quizá por la luz de la noche o por el reflejo de las farolas que alumbraban la entrada de piedra hacia la casa.

Tomé una respiración y asentí, con más fuerza que antes.

-Estoy genial...- Él me miró, sin estar muy convencido.- Te lo prometo, vamos, ¡hay que pasárnoslo bien!- Su sonrisa volvió, cargada de, ahora, una extraña sensualidad, pero pronto desapareció, sustituida por una de las expresiones más tiernas que he tenido la suerte de ver.

-Nos lo vamos a pasar genial, tú y yo.- Mi corazón aumentó su ritmo cardíaco, latiendo desenfrenado, apreté mis manos en puños, y aún así me pregunté cómo podía estar tan tranquilo.

Cuando crucemos la puerta principal, todo era tal y como me había imaginado. Aglomeraciones de gente dispersas entre el salón, la cocina y el patio de atrás, con un fuerte olor a sudor y alcohol, con la música alta que palpitaba en tus oídos, la gente gritando para que sus palabras fuesen escuchadas sobre esta, y la diversión, bailando entre las personas. Me mantuve sobre mis dos píes, manteniéndome allí. No estaba acostumbrado al tacto de las personas, no al roce continuo, no a las multitudes, no a esto. Pero, si estaba dispuesto a seguir adelante y a avanzar, entraría allí y me lo pasaría en grande, con Samuel.

-¡¡Guille!!- A pesar de la música pude escuchar claramente aquel chillido justo en mi oído. Rubén era tan hiperactivo, siempre correteando y lleno de energía, con una gran sonrisa que podía perfectamente alegrar la noche sin problema. Cuando pasó sus ojos por todo mi cuerpo, como analizándome, me pregunté si algo estaba mal conmigo; ¿No estaba bien vestido para venir a una fiesta? No solía ir a muchas, Alex siempre estaba diciendo que era mejor que la gente no me viese; así que no sabía si sería tan difícil encajar.- Estás genial.- Avergonzado, miré hacia cualquier otra parte que no fuese él, pero entonces, Samuel me abrazó y soltando una suave carcajada, para después apoyar su cabeza en mi hombro, susurró con mimosidad:

-¿A qué sí? Está... perfecto.- No pude hacer más que estremecerme y alejarme con cuidado, con temor a que se sintiese herido. Pero, aparentemente Samuel no notó nada porque su mano nunca soltó la mía.

-¿Os vais a quedar mucho rato?- Nos preguntó Rubén, alternando su mirada entre nosotros dos, luego de haberse soltado de Samuel.

Antes de darme tiempo a decir nada, Samuel le habló al oído, por lo que no pude enterarme de nada de lo que dijo por mucho que lo desease. Tras esto, mi rubio amigo miró el reloj que estaba colgando encima de la chimenea, luciendo demasiado formal, en un tono de madera caoba, colocado en una pared crema, junto con un cuadro de quien, por deducción, podrían ser perfectamente los padres de Rubén.

-¿Tienes una hermana?- Le pregunté cuando ya nos alejemos un poco de la multitud que estaba tras la puerta, en busca de otros amigos de Samuel y Rubén. A cada paso que daba, los paraban, ya sean por saludos, besos en las mejillas o amenas charlas, pero siempre se preocupaban de que yo no me quedase fuera de lugar, y siempre terminaban presentándome, aunque a veces, Rubius -siempre me había dicho que le llamara así, pero la mayoría del tiempo lo olvidaba, y es que es un apodo bastante extraño- era demasiado imprudente y cuando todo el mundo me miraba por encima de hombro, quizá porque nunca me habían visto, quizá por mis ropas o quizá porque mi mano estaba unida a la de Samuel, él venía y me abrazaba, admitiendo -y sorprendiéndome a mí de una grata manera- a gritos que yo era su mejor amigo.

Relatos de un roto corazón. (Wigetta)Where stories live. Discover now