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 Como cada mañana, me sirvo una taza de té verde para ir al trabajo. Esperando que hoy no sea un día de ésos tan difíciles, que me estresan de manera indescriptible. La presión que recibo para que acepte el puesto de jefe de cirugía, me agobia. Mis compañeros al parecer no se han dado cuenta que no nací para ser jefe, no porque no pueda con la carga, sino porque no me gusta estar en una oficina tras un escritorio dando órdenes, lo mío es estar en movimiento sintiendo el corazón latir y palpar el paso de la sangre por las venas con mis dedos. Sentir temor y paralizarme cuando las cosas se salen de control, poder tomar la decisión de hacer todo lo posible por no permitir que mi paciente cruce la línea o se rinda, eso es lo mío...

 No elegí ser médico para lucir una bata blanca y un estetoscopio Littmann, elegí ser cirujano para ayudar a los demás con sus problemas de salud, y proveerles soluciones que estén dentro de mis posibilidades. No para andar por el pasillo exhibiéndome como prostituta de pasarela sino para estar al servicio de la sociedad y a disposición del que más demande atención de salud.

 Tengo a mi cargo a cuatros internos lame culos que no dejan de cortejarme para ganar un puesto, en el quirófano. En mis épocas de novato era elegido por mis conocimientos, capacidades y habilidades, y no tenía que andar de lame culo detrás de mi jefe para ganar un puesto en la sala de cirugía. ¡Cómo han cambiado los tiempos, que vergüenza para la medicina!

 Al entrar al Hospital Central Universitario de Santiago, saludo a ese señor de piel pálida y ojos gigantesco que me recibe todas las mañanas.

 —Buenos días, señor Patricio, ¿cómo se siente hoy?

 —Buenos días, doctor Henry. Ya le extrañaba —me contestó y con un fuerte abrazó me recibió.

 —Siempre tengo que decirle que no me llame por mi apellido, para usted soy sólo Charles. Recuerde que usted es un buen amigo —le volví a decir para que no lo olvidara.

 —Lo sé mi hijo, es que a veces lo olvido. Tantos años sentado en esta misma silla, viendo llegar y salir médicos y enfermeras, y el único que desde su llegada me ha tratado como persona, ha sido tú. Verdaderamente eres un gran ser humano —me expresó de manera sincera y desde lo más profundo de su alma, convencido de que yo merecía esas palabras.

 —No me haga ponerme sentimental señor Patricio.
Es una lástima, pero usted sabe que muchos desde que se ponen ese traje blanco, se creen la última cosa y ¡entre ellos y una funda de mierda no hay diferencias!
A propósito ¿ya se bebió las pastillas? ¡Apuesto a que no!

 —Muy cierto, los muy finos...
Esperaba el café que siempre traes para hacerlo. Ya ves que eres el primero en llegar. ¿Has decidido si vas a aceptar el puesto de jefe de cirugía? Tu madre se pondría muy feliz.

 ¿Has decidido si vas a aceptar el puesto de jefe de cirugía? Tu madre se pondría muy feliz

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