Prólogo.

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El cielo azul empezó a opacarse a medida que densas nubes grises se aproximaban en el horizonte. Ethan conocía bien el porqué de aquel fenómeno, pues últimamente se repetía con más frecuencia. El avistamiento de los arcángeles desde sus nubes siempre presagiaba acontecimientos importantes sobre la tierra.

Absorto, seguía el progreso de las nubes con la mirada, intentando interpretar si la lluvia llegaría aquella tarde. Una mezcla de agotamiento y preocupación se reflejaba en sus ojos.

El control y la vigilancia constante resultaban agotadores para Ethan. No todos entendían que cada cambio en el cielo tenía un significado particular y que sucedían cuando los arcángeles estaban atentos a la tierra. La mayoría de las personas, especialmente los escépticos, ignoraban estos eventos divinos.

El joven no era creyente, pues la vida lo había golpeado con adversidades una y otra vez. Sin embargo, todo cambió cuando el arcángel Gabriel, mensajero celestial, apareció en su patio y le mostró su poder dibujando una nube en el cielo. A partir de ese momento, su escepticismo se desvaneció.

Esa experiencia aún lo estremecía, y cada vez que el cielo se oscurecía de manera inusual, su corazón latía con la esperanza de que Gabriel trajera nuevas noticias.

Y así fue.

El cielo se transformó en un torbellino frente a sus ojos, y cuando la densa niebla se disipó parcialmente, ahí estaba, la imponente figura de Gabriel.

Sus intensos ojos azules parecían penetrar el alma y su apariencia casi irreal lo hacía destacar. El cabello castaño rizado caía enmarcando su rostro, y su atuendo tenía un toque antiguo, como si perteneciera a otra época. Aunque no era muy alto, su presencia irradiaba poder y sabiduría.

Ethan lo recibió con nerviosismo, sabiendo que la visita de Gabriel auguraba acontecimientos importantes.

—Me gustaría saber qué te trae de nuevo por aquí. —dijo Ethan, intentando ocultar su inquietud.

Gabriel entrecerró los ojos y limpió algo de polvo de su brazo.

—Cada vez falta menos para que ella desate todo su poder, y parece que tú sigues siendo el mismo chico tímido. Debes crecer, convertirte en un hombre. —aconsejó el arcángel con amabilidad.

El concepto de madurar no agradaba a Ethan, aún era solo un adolescente de trece años y quería disfrutar de su infancia, jugar y reír con sus amigos. La idea de asumir mayores responsabilidades le pesaba.

—Permíteme disfrutar lo que me queda de infancia. —respondió Ethan, sintiendo una pesada carga sobre sus hombros.

—Claro, pero también debes prepararte para lo que viene. —comentó el arcángel reflexivo.

—No temo, soy fuerte. —afirmó Ethan, mostrando determinación.

—Mmmm, bien. —titubeó Gabriel, pensativo—No te sorprendas si sientes dolores de espalda con más frecuencia.

La mención de sus dolores de espalda sorprendió a Ethan. ¿Cómo sabía el arcángel de ese detalle? Pero, por supuesto, Gabriel lo sabía todo, no debía sorprenderse.

—Debo marcharme. Cuídate y por favor, evita meterme en problemas. Recuerda que desde lo alto te vigilamos. —advirtió Gabriel mientras la neblina volvía a rodear su figura, desapareciendo poco a poco hasta que ya no quedó rastro de él.

No te olvides de Angélica.Where stories live. Discover now