Capítulo 21

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 Amaneció nuevamente y faltaban tan sólo horas para que ellos sean asignados a las personas que tendrían que proteger.

Angélica quería pasar todo el tiempo que le quedaba con su hermano. A pesar de que lamentaba con el alma entera no despedirse de sus padres, tendría que mantenerse fuerte para que Blenti no se sintiera algo mal por lo sucedido.

A pesar del dolor que sentía en la espalda, trataba de que su animo estuviese elevado lo más alto posible.

Jugó con Blenti y con el resto, intentando que él no sintiera que también tendría que despedirse de su hermana por un tiempo.

—¡No puedes separarte de mí, prometiste mantenernos unidos! —protestó él, evadiendo las lágrimas.

—Sólo es por un tiempo Blenti, nos volveremos a ver.

—¿Y crees en la palabra de Gabriel después de lo que te hizo?

No podía creer que aquellas palabras salieran de la boca de su hermano de seis años, a pesar de que su pequeño cuerpo era tan pequeño como cuando tenía cuatro años.

—Mi amor, sólo es cuestión de tener fe en nuestras palabras. Te juro que te doy mi palabra con que nos volveremos a ver. —le aseguró con un nudo en la garganta.

Lo abrazó con fuerza, sintiendo el aroma de su cabello y aquel aroma a vainilla idéntico al de ella.

Debía admitir que odiaba las despedidas pero tenía que hacerlo.

—Recuerda que te amo, siempre, siempre y siempre.

Blenti asintió contra su hombro, sin querer apartarse de ella.

Al final, se apartó unos centímetros y le sonrió. Aquel niño era más fuerte que ella.

—Juega conmigo un ratito más.

Y lo hicieron. Los dos se tomaron de la mano y jugaron en el parque. Angélica soportó el dolor para escucharlo reír, porque no sabía cuándo sería la próxima vez que lo haría.

Eran las cinco de la tarde, y todos se encontraban nerviosos, pero supieron como saber arreglarse para que aquella inquietud cesara.

Decidieron pasar el día en el parque, excepto Angélica que se marchó unos minutos antes para aunque sea decirle a sus padres lo mucho que los amaba y que siempre los recordaría.

Llegó a la acera de su casa y se encontró con su padre charlando por el móvil en el jardín.

—Mi amor, en varias horas estaré por allí. No veo la hora de verte.

Angélica palideció, confundida. Estaba segura de que su madre estaría dentro con sus hermanos preparando algún postre como solía hacer los domingos, un día como hoy.

¿Con quién estaría hablando?

— Ashley ten en cuenta que tengo una familia y me toma algo de tiempo.

Se sostuvo contra el poste de luz que pertenecía a la calle. Tragó con fuerza, llevándose una mano al pecho.

No podía creerlo, su padre estaba engañando a su madre.

—¡Infeliz! —lloriqueó, a los gritos y se molestó aún más en cuanto se dio cuenta que no la escuchaba.

Que no existía en su vida.

Estaba en shock y no podía dejar de llorar. Lo odiaba.

¿Cómo podía hacerle eso a su madre y a sus hermanos? ¿Jamás la había querido después de tantos años de casados?

De pronto, la puerta se abrió y su padre colgó rápidamente ocultando su infidelidad con una sonrisa.

Su madre salió y le sonrió, acercándose a él para luego darle el más casto de los besos.

—¿Está todo bien, cariño? —le preguntó ella, recogiéndose el cabello negro en una cola de caballo.

—Sí sí, era un compañero de la oficina. En una hora nos vamos a reunir a cenar, tiene mucho que contarme. —soltó, con humor.

Aquello despertó lo peor de Angélica, estaba furiosa.

¡El muy descarado estaba mintiendole en las narices a su propia esposa!

—Bueno, entonces voy a prepararte el traje casual y ve con tranquilidad, pero no vuelvas tarde ¿bien?

Su padre la besó en la frente y los dos ingresaron a la casa como la pareja más feliz del mundo.

Angélica no se fue de la acera, se quedó allí esperando a que saliera y así poder seguirlo.

Y lo hizo.

Su padre tomó la dirección opuesta a la del centro de la ciudad que quedaba a varios metros de allí y decidió ir de pie.

Angélica, con lágrimas en sus ojos iba detrás de él como si fuera su sombra, llevando su corazón destrozado entre sus manos.

Lo miraba y tenía aire relajado como si todo lo que estuviese haciendo estuviera bien. No lo reconocía como hombre, ni siquiera como padre.

Quería odiarlo con todas sus fuerzas pero lo echaba tanto de menos que le resultaba imposible.

Llegaron a una esquina y él se detuvo.

Como si todo estuviera planificado, a lo lejos venía una señora de cabello rubio y ojos claros como el día, con una silueta despampanante que cubría un elegante traje negro.

La mujer le sonrió al verlo y no venía sola, sino con un chico de risos rojizos y pecas que rondaba los dieciséis o diecisiete años.

Llevaba una sudadera gastada y tenía la cabeza agachada, también parecía estar murmurándole algo a su madre pero ella se mantenía con aquella sonrisa plantada en su padre.

Angélica estaba descolocada y se sentía perdida.

No sabía con claridad cuándo es que había sucedido todo, cómo él pudo hacerles eso.

La mujer rubia finalmente se acercó a él y le plantó un beso en los labios.

Angélica gritó con rabia, gritó con fuerza. Todo era una pesadilla horrible y deseaba despertar.

—Hola hijo ¿cómo estás hoy?

¿Hijo?¿Lo había llamado hijo?¿Había oido bien? 

Ya no podía soportar estar frente aquella gente que parecía estar feliz como si nada, mientras que su madre estaba en casa siendo engañada por aquel hombre horrible que había traicionado no solo a ella, sino también a sus hermanos.

¿Y él era su hijo? Ahora todo parecía encajar. Aquel chico podría tener su edad.

Él se quedó en silencio ante el saludo de su padre, como si no quisiera estar allí con ellos.

—Déjalo, está en los días de "odio al mundo y todos los que me rodean". —espetó su madre, con aire gracioso.

El chico la miró de reojo con la peor cara y hundió más sus manos en los bolsillos.

Angélica tenía que admitir que tenía un aire a Dylan y a ella.

—Bueno...—su padre se removió incomodo—¿vamos a tomar un helado y al cine?

Cerró los ojos en cuanto escuchó aquello. Eso siempre se lo decía a ella y a sus hermanos cuando algo no andaba bien.

Esa tal Ashley rodeó el brazo de su padre con el suyo y apoyó la cabeza en su hombro. El chico comenzó a caminar por donde habían venido en silencio mientras que la pareja lo seguía con una espeluznante sonrisa en los labios.

Angélica quiso morir.

No te olvides de Angélica.Where stories live. Discover now