Capítulo 31

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Me quedé perpleja. Sin aliento.

Mi cuerpo reaccionó por voluntad propia y le plantó otro beso más intenso.

Era la primera vez que me confesaban algo así.

Simón me gustaba, y mucho, pero no sabía si estaba enamorada de él. Me faltaba conocerlo aún, quería saber más de su pasado y presente. Quería conocerlo con profundidad, pero sin duda esto era un gran avance para los dos.

Me separé un poco y le sonreí, pareció estar más relajado consigo mismo después de decirme eso.

—No voy a obligarte a sentir cosas que no sientes—planteó con tranquilidad—.Así que si llegas a enamorarte de mí, dímelo. En serio, sólo dímelo.

Asentí y le planté un beso en la mejilla.

—¿Te conformarías por ahora si te digo que me vuelves loca y me gustas demasiado? —le susurré al odio.

Al ver sus ojos bien abiertos, me ruboricé.

—¿Cómo no conformarme?—estalló de risa, volviéndome a abrazar.

Los dos nos quedamos en silencio mirando la nieve que comenzó a caer. Con él a mi lado, esto sería más fácil de sobrellevar.

—¡Angélica!—el grito de Ethan que provino de la mansión provocó que nos separamos.

Los dos corrimos y nos encontramos con dos figuras que al instante reconocí.

Ethan estaba algo consternado, mirando a Ashley y...a mi padre.

Los dos estaban de espalda hacía mí y no tardaron en darse vuelta.

Me llevé la mano a la boca y ahogué un grito que al instante reaccionó como llanto.

Mi padre me miró de arriba a abajo y sus ojos se llenaron de lágrimas.

No sabía como reaccionar, no sabía si ir corriendo hacía él y abrazarlo con fuerza, pero tenía que comprobar si se trataba de una sombra o no.

Miré a Simón y él se encontraba mirándolos, cuando por fin se encontró con mis ojos, asintió.

Sin pensarlo dos veces, me abalancé sobre mi padre y lo abracé con fuerza.

Lo sentí frío y en cuanto por fin me correspondió el abrazo, rompí en llanto.

—¿Hija?¿También has muerto? —preguntó, con un hilo de voz.

Quería explicarle que no, que simplemente me había convertido en alguien invisible. Que me había convertido en un ángel, que debía proteger a su hijo hasta que Gabriel se dignara a decirme que mi misión había llegado a su fin.

Me aparté de él y lo miré.

Estaba tan pálido y sus ojos no tenía color. Sus manos estaban frías, podía sentirlo.

No podía creer que pudiera verme, no podía creer que pudiera hacerlo.

Negué con la cabeza para responder a su pregunta.

Él miraba mis alas y las acarició, algo confundido.

—¿Un ángel?¿Pero cómo pasó?

—¡¿Esta cosa es tu hija?!

Me acordé que no estábamos solos. Me aparté de mi padre y le dirigí toda la atención a Ashley.

—Esta cosa te cerrara el hocico de una patada si vuelves a faltarme al respeto. 

La mujer estalló de risa ante mi respuesta, cosa que me cabreó más.

Tenía el maquillaje corrido y su labial rojo estaba esparcido por toda la comisura de sus labios.

Su melena rubia estaba despeinada, parecía un león. Su vestido rojo ajustado al cuerpo estaba algo arrugado y lo único que estaba intacto eran sus zapatos negros de tacón alto.

Me repugnaba verla.

—Actitud de niña estúpida. No me sorprende que me llame así, Kevin.

En cuanto sus manos se posaron en los hombros de mi padre, la aparté de un empujón de él.

Mi padre se la quedó mirando con desprecio.

—Cierra la boca. No voy a permitir que le digas algo así a mi hija.

Las dos lo miramos, y sus ojos echaban chispas ante su enfado.

Me sentí aliviada por saber que estaba de mi lado.

—¿Ahora la defiendes?—chilla, histérica.

—Siempre la he defendido, no seas estúpida.

—¡Esto es ridículo!

—Usted es la ridícula, señora. —acotó Simón, como si hubiere pensado en voz alta.

Ashley lo miró con indiferencia por un momento, hasta que clavó sus ojos celestes en mí.

—Bueno, sólo me queda presentarme. Soy la mujer de tu padre, así que...

—¿Su mujer?¿Se está escuchando? —estallé—¿Eres la que ocultaba?¿Eres la que apenas te da amor ya que se lo brinda a su verdadera familia?¿Eres la que solo utiliza para pasar unas vacaciones tranquilas y así acostarse con usted cada vez que se le apetece? No, señora. Usted no es su mujer, usted es una segunda en todo. Es sólo su desahogo. Si fuese su mujer, no la tendría ocultada. —me volví hacía mi padre— Y a ti, que te haya abrazado no significa que te haya perdonado. Me das asco, papá.

Los dos se me quedaron mirando, algo descolocados por lo que les había dicho.

Siempre quise decírselo, pero jamás hubiese imaginado que iba a hacerlo. No de esta manera.

—Déjenme a solas con Angélica, por favor. —dijo al fin, con la mirada en algún punto de la sala, dolido.

Ashley estuvo apunto de protestar, pero mi padre le lanzó una mirada advertente.

La mujer me miró de arriba a abajo, llena de desprecio.

Ethan, Simon y ella se dispersaron por la casa hasta que por fin él y yo nos quedamos a solas.


Mientras tanto en otro lugar...

La joven de cabello negro estaba sentada en el parque del internado, tenía la mirada en el cielo. Contemplaba las nubes que se asomaban a lo lejos.

Sonrió.

Aquel lugar era calmo, pero ella no pertenecía allí.

Tarde o temprano vendrían a buscarla para llevársela muy lejos y así pondrían fin a aquel calvario.

Estaba allí por equivocación, habían pasado muchos años desde aquel accidente que sufrió con su familia.

Se convirtió en una mujer fuerte y firme, y no se arrepentía de ello.

Dijeron que si ella se mantenía atenta a todo, si se portaba bien y se presentaba como una mujer cuerda, podrían a llegar a liberarla. De todas formas, cuando eso sucediera, cumpliría con su venganza.

Ya se había imaginado el encuentro, lo que dirían a Ashley.

El tiempo se acortaba, pero eso no era impedimento para hacerles pagar por todo el mal que le habían hecho... 


No te olvides de Angélica.Where stories live. Discover now