Las paredes acolchonadas amortiguaban su cuerpo.
El chaleco blanco enredaba su cuerpo. No podía moverse.
Ella estaba bien, algo atontada por los medicamentos, pero bien.
—Voy a volar. Les voy a mostrar mis alas y voy a volar. —se decía a si misma.
Tenía la mirada perdida y sus ojos estaban cada tanto en blanco.
Su sonrisa estaba de oreja a oreja y no paraba de cantar aquella canción que cualquiera al oírla podría estremecerse.
—Alas. Muchas alas. Ella me abrazan. Sí, eso: ellas me abrazan fuerte, fuerte ¡fuerte!
La sala fría y oscura irradiaba soledad. Al igual que ella.
Un enfermero vino a asistirla como todas las tardes y en cuanto lo vio, ella demostró aquel entusiasmo habitual.
—¡Hoy estás precioso! —halagó en un grito.
Él joven asintió, aquella paciente era preciosa pero su estado era horrible.
Le dejó una bandeja en el suelo con un vaso de agua y una píldora solitaria amarillenta.
Ella miró la bandeja y tuvo ganas de echarse a llorar.
Y lo hizo.
—Sácame de aquí...los dos podemos ser felices. —le suplicó en un susurro—Yo no quiero estar aquí...
Ni siquiera había terminado de hablar que el enfermero ya se había retirado.
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No te olvides de Angélica.
ParanormalCada día que pasa para Angélica se vuelve más extraño. Su familia ya no la tiene en cuenta para nada, ni siquiera para jugar al Monopolio. ¿Por qué ya nadie le presta atención? A medida que pasa el tiempo, las cosas empiezan a complicarse. Al princ...