Capítulo 9

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 —Les juro que mi intención no era herirla. Ella y yo somos amigas, y...

El cierre brusco de la puerta, calló aquella voz que sonaba a la de Fatima.

Un abundante olor a alcohol inundó mi nariz, y rápidamente sentí el peso de mi cuerpo contra algo cómodo.

Mis ojos se abrieron con lentitud y lo primero que vi fue el techo de cemento ensuciado por los años y con telarañas en las esquinas de la pared.

Estaba en la enfermería.

—¿Cómo se encuentra?

Era la voz ronca de Daniel, el enfermero que llevaba muchos años trabajando en la escuela.

Lo miré con somnolencia mientras me apoyaba sobre mis codos contra la camilla, que rechinó por mi movimiento.

Sus ojos avellanas parecían realmente inquietantes, y su expresión severa me provocó un leve escalofrío.

Llevaba en su mano arrugada y venosa un pequeño algodón que explicaba el olor hediondo a alcohol.

Junto a él estaban...mis padres.

—Oh cielo, ¿estás bien?

La voz chillona de mamá me hizo agarrar una puntada fuerte en la cabeza.

En cuestión de décimas de segundos, recordé lo que había sucedido en clase de gimnasia.

Palidecí.

Contraída por el pánico, mi cuerpo se manifestó temblando, y en mi mente sólo podía ver aquellas personas que se arrastraban y caminaban con lentitud hacía a mí.

—¿Angélica?

El miedo helado recorrió mis venas, contrayendo mi cuerpo por completo.

Los gritos se repetían...más, más y más.

—Llevémosla a casa, Kevin—le dijo mamá a papá.

¡Ayúdanos perra!

¡Te iras al infierno si te niegas a nuestras suplicas!

¡Te hemos estado esperado desde hace siglos, por fin estás aquí!

Una y otras vez se repetía aquellas palabras en mi cabeza, una y otra vez podía imaginarlos.

Mamá y papá yacían en los asientos delanteros del auto, con sus preguntas repetitivas que deseaba contestar para que no se preocuparan más de lo que estaban.

Cielo ¿qué pasó con exactitud?

Esa niña no volverá a molestarte.

Dinos que te preocupa.

¿Quien te ha regalado ese collar?

Angélica si no nos dices que pasó, no podremos ayudarte.

Estás muy pálida hija, por favor, dinos qué te ha ocurrido.

¡Angélica habla!

Moría realmente por responderles, pero ni siquiera tenía la fuerza para separar mis labios y hablar.

Con lentitud, llevé mi mano hacía mi pecho y tragué con fuerza al sentir el collar contra él.

Estaba frío y me hizo estremecer con su contacto.

¿Cómo había llegado nuevamente a mí?

Rápidamente me auto-respondí: Ethan.

Todo lo que me estaba pasando era algo horrible. Algo que no se le desearía ni al peor enemigo.

No te olvides de Angélica.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora