Capítulo 12

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 Corrí a toda prisa hacia la salida de la escuela, con los pulmones quemándome a fuego lento.

Los gritos de los profesores no tardaron en resonar contra mis oídos, gritándome "¿Señorita a dónde va?" o "¡Señorita Williams usted aún tiene clases!"

¡No me importó en absoluto!

En cuanto estuve afuera, un viento helado me congeló el rostro.

Había comenzado a llover.

Busqué mi auto en el aparcamiento y estaba allí, esperándome a que nos larguemos juntos de aquella cárcel.

Saqué las llaves de mi mochila y las coloqué en el cerrojo de la puerta con torpeza, ya que la lluvia difuminaba mi visión.

En cuanto ingresé, suspiré, tomando entre mis manos el volante.

Tenía tantas cosas en la cabeza, tenía tantas cosas por asimilar que...sentía que no podría hacerlo sin enloquecer en el intento.

Bien, ya estaba loca, pero aún no encontraba el motivo y...¡Dios mio, ni siquiera comprendía por qué pensaba la sartas de estupideces en aquel momento!

Fantasmas, ángeles y personas que eran invisibles para algunos. Nada fuera de lo normal, se los juro.

Algo tan sencillo de aceptar y tomárselo con calma y...¡¿Qué mierda estaba pasando con mi vida!?

Cerré los ojos y me obligué a calmarme.

Angélica, no seas idiota, todo tiene una explicación ¿alguna vez has creído en Dios? Sí, creía. Mamá y papá solían llevarme a la iglesia, pero dejamos de asistir porque...no en realidad no tenía idea por qué habíamos dejado de ir pero bueno, cosas que pasan ¿no?

Tomé aire y lo solté. Necesitaba calmarme. Todo estaba bien. Todo tenía que solucionarse. Solo eran cosas en mi cabeza...solo era cosas con mucho sentido en mi cabeza.

Encendí el auto y me largué de allí, rogando que al día siguiente ya no me cruzara ni con Ethan y ni con el fantasma de Robert.

Estacioné el auto frente a casa, y bajé con un nudo en la garganta.

Estaba siendo acorralada por una angustia que había aparecido en pleno viaje. De seguro se debía a todo lo que estaba pasando.

Toqué el timbre con desesperación ya que la lluvia estaba empapándome y nadie me atendió.

Insistí llena de impaciencia, pero tampoco nadie salió. Con la lluvia mojando mi cara, busqué a regañadientes la llave de la casa.

—Soy una estúpida. Estúpida, estúpida, estúpida.

En cuanto di con ella, llena de alivio, ingresé a mi cálido hogar...vacío.

—¿Mamá?¿Papá?

Nadie contestó.

Revisé la hora de mi teléfono y marcaban las once y cuarto de la mañana.

Pensé en dónde podían estar, pero era poco probable. Quizás fueron a pagar algunas deudas al centro o quizás decidieron salir a pasear.

Claro, con este frío y la lluvia torrencial.

Colgué mi chaqueta mojada en el barandilla de la escalera y subí a mi habitación a cambiarme la ropa mojada que se pegaba a mi piel.

Papá de seguro se encontraba trabajando, y mamá...¿dónde podría llegar a estar mamá?

Tomé mi teléfono y llamé a su numero, frotándome la frente mientras aún continuaba la palabra Ángel en mi cabeza.

No te olvides de Angélica.Where stories live. Discover now