Capítulo 14

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 Palidecí.

Mi imagen en la fotografía ya no estaba.

Simplemente, me desvanecí. Como por arte de magia.

—¡Oh mi Dios! —grité con mi mano tapando mi boca y sin poder evitar romper en llanto.

Miré a Ethan con desesperación. Buscando una explicación.

—Esa, era la parte más difícil del proceso —lamentó—.Mis padres apenas recuerdan mi nombre. Puedo decirles hola y me ignoran. Ni siquiera me miran, pero aún saben de mi presencia en la casa.

Dejé a mi hermano en la cama y salí de la habitación. Agradecí que la puerta no estuviera cerrada con llave esta vez.

Bajé las escaleras y me paré en seco en un escalón.

Mis padres reían a carcajadas por una película que pasaban en la televisión, como si mi situación no les afectara en absoluto.

Olivia jugaba con sus muñecas en el sofá, inventando conversaciones entre ellas.

Dylan preparaba la cena mientras tarareaba una canción que no pude descifrar de cuál se trataba.

—¿Hola?

Mi voz no fue impedimento para sus actividades, ni siquiera para mirarme. Mamá y papá estaban atentos a cada idiotez que pasaba en la película que no había visto nunca.

Terminé de bajar las escaleras, aterrada.

Me puse frente al televisor, sintiendo las lágrimas calientes cayendo por mis mejillas.

Creí que me regañarían a gritos, pero no hicieron nada...continuaban riéndose como si fuera invisible.

—¡Mamá, papá!

Golpeé la mesa en donde estaban situados, intentando que reaccionaran ante mi presencia. Mis puños dolían de tanto golpearla, pero no me detuve.

Jalé sus cabellos, toqué sus rostros y hasta les di un beso en la mejilla, pero nada ocurrió.

Corrí hacía Olivia, con el corazón en la boca.

—Tú si me ves, ¿verdad? —le pregunté, entrando en pánico—¡Olivia, me ves, dime que sí por favor!

Intenté sacudirla pero parecía no tener la suficiente fuerza como para hacerlo.

Olivia continuaba jugando con sus muñecas, moviendo a las Barbies ,haciéndolas bailar y sonreía sola.

Puse mi rostro frente al suyo y busqué sus ojos. Rogaba con que me viera y comenzara a pelearme como siempre solía hacer.

Rogaba con que sus ojos café se pegaran a los míos y me regalara esa sonrisa picara.

Me levanté con el corazón encogido y me situé frente a mi hermano.

Aun continuaba tarareando esa canción que sonaba pegadiza.

Toqué el hombro de mi mellizo con temor.

Las lágrimas caían y el nudo en la garganta crecía, cortándome la respiración.

—Tú no me puedes fallar. Por favor...mírame. —supliqué con un hilo de voz.

Dylan se detuvo en seco con el cuchillo sostenido en una rodaja de cebolla.

Mi corazón se detuvo.

Dylan negó con la cabeza, quizás por algún recuerdo y continuó cortando cebolla.

Retrocedí con una angustia que prometía no sanar jamás. Me llevé una mano al pecho y vi a mi familia, sin notarme. Mi presencia ya no estaba entre ellos.

No te olvides de Angélica.Where stories live. Discover now