Capítulo 29

11.7K 1.4K 186
                                    


 La navidad se había ido y con aquella la felicidad que imanaba la época. Las familias estaban unidas y brindándose amor en esos momentos. Excepto dos: La especie de familia de Sally (que ahora estaba solo y solamente tenía a Kathy) y por supuesto, la mía.

No supe más nada de mis hermanos y de mi madre, pero no sería sorpresa que se encontraran deprimidos por la muerte de papá.

Como daría todo por estar con ellos.

Sally ocultaba su alegría con lágrimas falsas, pero cuando estaba a solas su sonrisa no desaparecía.

Como si estuviera drogado. Mientras él disfrutaba de la muerte de sus padres, yo estaba desgarrada por la perdida.

A cada lado que iba, yo lo seguía con un gran pesar, arrastrando mis pies sin ganas de seguirle el paso.

¡No quería estar con él!

—Partiremos mañana hacía el aeropuerto. —le informó Sally a Kathy, mientras se encontraban frente a la chimenea en una noche en la que no paraba de nevar.

La ama de llaves se había ido temprano, más los dos mayordomos. Eso les daba la libertad de decir y hacer lo que ellos quisieran.

La policía se había encargado de investigar el caso de sus padres, pero Sally, ya había planificado todo. Había quemado evidencias y borrado todo.

Cerraron el caso al instante y lo dejaron en paz.

¿Pero saben una cosa? El caso no estaba cerrado en el mundo espiritual.

Así que tarde o temprano, Sally sería sentenciado sino se arrepentía.

—¿Sabes? Si Sally inicia una vida junto a Kathy, podríamos intentar tener lo nuestro ¿no te parece?

La pregunta de Simón me agarró desprevenida.

Estaba a mi lado, cruzado de brazos y su vestimenta blanca (pantalones y camisa) era demasiado ajustada, tanto que amenazaban con rasgarse.

¿Por qué usaba una talla que no le correspondía?

Siempre lucia tan atractivo y tan...tan...¿atractivo? Ya no sabía como definir tanta belleza. Todo en él me resultaba fascinante. Y lo veía tan hermoso porque su ser lo era y era una visión divina de un ángel.

—Me llevará un tiempo. —respondí, con la mirada puesta en Sally y Kathy, quien no paraban de besuquearse frente al fuego.

Sentí la mirada de mi protector sobre mí.

—Pero ¿qué más da? Ven aquí. —agregué, decidida.

Tiré del cuello de su camisa con las dos manos y lo obligué a que me besara. Él no se resistió en absoluto.

—Te conocí por internet y míranos ahora. —dijo entre besos.

—Y eso no se debe hacer. —solté, con una risilla estúpida.

Era cierto. Él era anónimo ante todo y el día en que nos conocimos fue loco e ingenioso, ya que descubrimos que nos fascinaba la lectura a ambos y eso nos unía un poquito más.

Él me parecía una persona bastante adecuada para mí y que ahora estaba junto a mí en uno de los momentos más difíciles, provocaba que me gustara más y más.

—Par de idiotas.

Los dos nos volvimos hacía Ethan, quien se encontraba con la espalda apoyada contra la pared y nos fulminaba con la mirada.

Sentí mis mejillas sonrojarse. Maldición.

Simón se apartó de mí y se plantó frente a él, sin perder la postura.

Lo tomé del brazo por si intentaba hacer alguna estupidez que nos mortificara a todos.

—¿Puedes decir cuál es tu problema con nosotros? Desde que nos conociste estás faltándonos al respeto.

Ethan lo miró de arriba a abajo, y no tardó en echarse a reir con exageración.

—¿Faltar al respeto?¿Me estás diciendo a mí? ¡Me encanta llamar imbéciles a la gente!

Froté mi frente, esto no llevaría a ningún lado.

—¡Ya! —estallé—¡Ethan deja de decir estupideces y tú —me volví hacía Simón—, no le prestes atención!

Los dos se fulminaron con la mirada, como si estuvieran decidiendo qué día dejarían pendiente cualquier tipo de enfrentamiento.

Tomé del brazo a Simón y me lo llevé al jardín. Había dejado de nevar y el césped estaba teñido de blanco al igual que las copas de los arboles.

—Se la está buscando. Mi puño está tentado por estampar su nariz, Angélica. —carraspeó.

—Cierra la boca. Tú no vas a golpear a nadie.

—Ten cuidado con lo que dices, nena. Puedo tomármelo como desafío.

Rodé los ojos y volví a besarlo. Intentando que con eso borrara aquella idea de su cabeza.

Por suerte, funcionó.

Sus brazos se relajaron ante mi agarre y sus labios tocaban los mios como si fuesen de cristal.

Tenía la mano en mi cuello y lo acariciaba con la yema de sus dedos. Sin prisa alguna.

Su otra mano estaba en mi cintura y me atrajo hacía él para que nuestros cuerpos se unieran un poquito más.

Aquello era maravilloso.

—Angélica...—se apartó unos centímetros de mí, mientras acariciaba mi mejilla.

Odie su interrupción.

—¿Sí?

—Tengo un jodido problema.

Fruncí el entrecejo, algo aterrada porque lo había dicho muy serio y en seco.

—¿Qué pasa? — tragué con fuerza.

Soltó el aliento y sus ojos se entrecerraron. Como si estuviese pensando lo que iba a soltarme.

—¿Qué?—insistí.

—Me enamoré de ti.

No te olvides de Angélica.Where stories live. Discover now