Capítulo 25

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—¡Dios, no puedo creerlo! —exclamé, riéndome sin sentido alguno.

—Ni yo ¿casualidad o destino?—me apretujó contra su pecho y yo sonreí aún más.

—¿Y éste tipo quién es?

Resoplé al dejar caer mi cabeza sobre el pecho de Ethan. El otro Ethan era un cretino y maleducado.

Me aparté de Simón y lo miré, con los brazos cruzados.

—¿Podrías dejar de ser grosero una sola vez? —pregunté.

Ethan arqueó una ceja y volvió la mirada a Simón.

—Soy Ethan. —se limitó a contestar, sin apartar sus brazos de mí.

Vinny lo observó de arriba abajo, y estalló de risa.

Lo miré, pasmada.

—¿Dos Ethan? —me miró, cesando su risa—¿En serio?

Tomé la mano a Simón, dispuesta a subir a la planta de arriba antes de seguir escuchando las estupideces del otro tipo.

Pero Simón parecía realmente cabreado por su comportamiento.

—Supongo que eres el guardián de Angélica ¿no?

Oh, oh...

Ethan asintió, con gesto orgulloso.

—¿Qué comes que adivinas, galansote?

Miré de reojo a Simón. Su mandíbula se tensó.

Jaleé insistente la mano de él y esta vez (por fin) cedió. Aunque no descartaba la idea de que se había quedado con las ganas de contestarle.

Estábamos subiendo las escaleras con las manos entrelazadas cuando Simón dijo:

—Ya me cae mal.

—No eres el único, te lo juro.

—Esta casa es enorme. —elogió, mirando a su alrededor.

—¿Y sabes quién vive aquí?

—¿Quién?

—La amante y el hijo de mi padre.

Miré su rostro, estaba consternado.

—Entonces tú proteges a...

—Exactamente—confirmé, sin sentirme orgullosa al respecto.

Pasamos por el cuarto de Sally para confirmar si él estaba bien y también Simón le echó un vistazo a Kathy.

Se encontraban charlando acostados en la cama. Kathy estaba apoyada en su pecho y él le acariciaba el cabello.

Sí, eran novios.

Los dejamos a solas y Simón y yo fuimos a dar un paseo por la mansión.

—Esto claramente es el paraíso. —dijo, dándome un apretón en la mano.

Nuestras manos continuaban entrelazadas y cada tanto bajaba las manos para mirarlas, ya que no podía creer que estuviera aquí, conmigo. No podía eliminar mi sonrisa estúpida de mi cara.

Últimamente me había sentido demacrado sola y que él esté nuevamente conmigo era una caricia al alma.

—Tienen de todo aquí —comenté—¡Hasta un cine!

—Vaya. —admiró, sorprendido.

Cruzamos el ventanal de vidrio y sentí esas cosquillas otra vez.

No te olvides de Angélica.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora