Capítulo 1

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-Si esto no te pone un alto nada nunca lo hará, Lara. Eres una vergüenza para la familia.- Escupió mi madre antes de desaparecer por un largo pasillo. Nunca nos llevamos bien y ninguna de las dos hacemos algo para cambiar eso y menos con esto.

-Hija, me duele mucho hacer esto pero es lo mejor para ti.- Se agachó mi padre y besó mi cabeza. Si por mí fuera solo viviría con él. Mi padre era un buen hombre, cariñoso, caritativo y con un noble corazón. No sé cómo aguanta a mi madre. –Ten.- Dijo extendiendo cinco billetes de cien pesos. –Espero esto te haga recapacitar, mi pequeña Lara.-

-Lo siento mucho, papá.- Lo abracé tan fuerte como pude. Me dolía mucho haberle hecho pasar tantas penas. Ese puñado de canas en el costado derecho de su cabeza puedo decir que fueron a causa mía.

-Nos vemos pronto, cariño.- Asentí y lo vi partir por donde la loca de mi madre salió minutos atrás. Guardé los billetes en el bolsillo de mi pantalón y segundos después una mujer mayor con expresivos ojos cafés se acercó a mí y me dio una hoja.

-Señorita Orozco, este es su horario de clases. Pase a la biblioteca por sus libros y la espero a la hora de la salida para mostrarle su nuevo hogar.-

-Sí, señora.- Se metió de nuevo a su oficina mientras permanecí en la banca con la hoja de horarios de clase en mi mano. Mi nuevo hogar... Sé que el último año me dediqué a hacer la vida de mis padres un verdadero infierno. Mi padre me sacó tres veces de la cárcel por conducir ebria; choqué el Saab de mi madre y el Audio de mi papá (ambos tomados sin permiso); asistí en total a diez clases en un semestre y la gota que derramó el vaso fue que incendié mi habitación. Mis padres eran dueños de una cadena de hoteles muy prestigiosa en México; todo se me dio a manos llenas y terminé siendo el desastre que soy ahora. Nunca conocí los límites, las reglas, el respetar el tiempo de los demás, nada que fuera lo "adecuado" en los estándares sociales. Me regía bajo mis propias normas y terminé en la cola del diablo a mis dieciséis, casi diecisiete, años.

Una parte de mí cree que mi madre sólo buscaba una excusa para deshacerse de su única hija problemática, por lo que tomó la brillante decisión de enviarme al pueblo más remoto al sur de México. Donde no sólo estaría sin comunicación, sino que tendría que trabajar para pagar mi alimentación y hospedaje. Mi resentimiento hacia ella era más grande que cualquier otro sentimiento en estos momentos. Odiaba con todo el corazón lo que me había hecho, alejarme de todo lo que me gustaba por no encajar en sus estúpidos "estándares".

Mi nuevo hogar estaba justo frente a la casa de la directora de la escuela así que ella se encargaría de llevarme a la escuela. La directora sería mi niñera y una muy enfadada si no iba por mis libros. El largo pasillo llevaba a todos lados, de lado derecho estaban la mayoría de las aulas y de lado izquierdo los laboratorios y la biblioteca. El lugar estaba muy bien organizado, en la parte de atrás alcancé a ver un gran lugar techado que supongo era el auditorio para juegos o eventos. Era una escuela grande para un lugar relativamente pequeño. Por fin llegué a donde debía y le entregué mi horario a una señora algo joven con cara de haber olido algo muy feo.

-¿Por ti fue el alboroto de hace un rato?-

-Eso parece, señora.-

-Estúpidos adolescentes.- Dijo viéndome con el ceño fruncido.

-Usted fue una estúpida adolescente en algún momento.- Repliqué casi de inmediato.

-Mis papás no me humillaron mandándome a un pueblo en medio de la nada.- Su respuesta fue más rápida que la mía.

-Unos más estúpidos que otros pero estúpidos al fin.- Traté de defenderme.

-Sí eso te hace sentir mejor.- Se fue a buscar los libros en unos estantes mientras apoyaba mi cabeza sobre el enorme mostrador de madera frente a mí. Era de ese tipo de personas que adorabas por su ácido sentido del humor y lo odiabas por lo mismo.

La Hija del PastorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora