Capítulo 29

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Permanecimos un buen rato viendo al cielo estrellado, todavía desnudas y sintiéndonos muy cerca la una de la otra. Decidimos irnos cuando el frío comenzó a ser una molestia. Nos vestimos en silencio hasta que Ana traviesamente se acercó a mí y me propinó una nalgada. Definitivamente amaba ver a mi chica mucho más suelta y más segura de ella. Algunas cosas las dejamos escondidas detrás de un árbol y sólo nos llevamos la canasta y mi mochila. Hoy no importaba nada así que llevé a mi rubia de la mano por todo el pueblo hasta llegar a mi casa. Nos pusimos la pijama y nos echamos a dormir.

Despertamos cuando alguien tocó a la puerta con insistencia. Me di la vuelta y eché mi pierna sobre el cuerpo de mi novia para seguir durmiendo. Ella, con mucho trabajo, se deshizo de la trampa y se levantó a abrir. Escuché a lo lejos los murmullos de varias personas. Sin muchas ganas me levanté y me encontré al Alberto y a las hermanas González abrazando a mi rubia.

Norma llevaba un discreto ramo de flores al igual que su papá, Ingrid llevaba algo envuelto con un llamativo moño encima. Un libro. La mujer constantemente iba al otro pueblo por material nuevo de lectura. No sé cómo le hacía para conseguir libros tan buenos. Después de las felicitaciones saludé a los tres adultos antes de que Ingrid y su hermana fueran a la casa de enfrente para ir por el desayuno que complementamos con lo que nos había sobrado de ayer.

Desayunamos en completa calma hablando de lo que haríamos por la tarde para celebrar propiamente el cumpleaños de mi rubia. Todos comeríamos en la iglesia. Ana jugaba con mis dedos por debajo de la mesa mientras los adultos platicaban. A momentos me perdía de la conversación por ver a la chica a mi lado.

-Ten- Ingrid me arrojó una servilleta.

-¿Estoy manchada?-

-No, es para la baba.- Todos se echaron a reír incluso Ana.

-Creo que eso es muy romántico- agregó Norma –se ven como si nadie más existiera. Es realmente lindo.-

-Gracias, Norma- dije.

-Parece que no comieron mucho ayer, sobraron muchos bocadillos- de nuevo la mujer amargada. –Parece que por fin siguieron mis consejos- Alberto se echó a reír y Norma rodó los ojos.

-¿Simplemente no puedes callarte?-

-No cuando pasó algo tan obvio. Véanlo por el lado bueno, nadie sale embarazada y eso es genial. El pastor no tendrá que preocuparse por ser abuelo tan joven- Ana se movió de su silla y se sentó en mi regazo.

-Aléjame de ella- de nuevo todos se echaron a reír.

-Déjala en paz, es su cumpleaños.- Clamé mientras acariciaba su espalda –pido que un día dejes de ser tú.-

-Pides mucho pero sólo por ella lo haré, no porque tú me lo pides.-

-Y es así como comienza el apocalipsis.- Añadió Norma. –Oh, Lara necesitas ir a la cancha de voli.-

-¿Sí?- Me extrañé.

-Sí, Mónica me pidió que le llevaras una cosas que están en mi casa- por fin mi cerebro captó.

-Cierto, lo había olvidado por completo.-

-Entre más rápido vayas más rápido regresas- tomé a Ana de la cintura antes de ponerme de pie junto con ella. Ana se quedó en mi lugar mientras yo regresé a mi habitación a cambiarme de ropa. Cuando salí puse mis manos sobre los hombros de mi rubia y dejé un beso sobre su cabello.

-Nos vemos más tarde.-

-Me iré a casa con papá para estar lista.-

-Bien, cariño, nos vemos allá entonces.-

La Hija del PastorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora