Capítulo 2

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Después del encuentro con la odiosa rubia regresé a mi trabajo. No sin antes buscar con qué defenderme en caso de que la cucaracha hiciera acto de presencia de nuevo. Afortunadamente no volvió a aparecer más y con tranquilidad terminé mi trabajo. La chica de la escuela, Ofelia, se acercaba a mí con un vaso de agua.

-Creí que estarías sedienta.-

-Muchas gracias, Ofelia.- Tomé el vaso y bebí todo de golpe.

-Muy sedienta.- Me di su vaso. Entre el cansancio y la resaca podía acabarme un galón de agua. -¿Quieres comer con nosotros? Mis papás han traído suficiente para un batallón. Comeremos dentro con el pastor y su hija.- No sabía que el señor Cardozo tuviera familia.

-Me encantaría.- Le dije con una sonrisa. Caminamos a la entrada del lugar. -¿Tienes hermanos?-

-Uno. Se llama Daniel y tiene seis años. ¿Y tú?-

-Hija única.-

-Ha de ser lindo.-

-No tan lindo. Estoy aquí.-

-¿Por qué te mandaron?-

-No soy la mejor hija del mundo.-

-Nadie lo es.- Agregó con una sonrisa. –En lo que te conviertes en la hija perfecta que te parece divertirse un poco aquí.- Quizá su diversión era más sana que la de Liv y no me metería en problemas.

-Me parece bien.- Le sonreí. Entramos al lugar y era precioso, con pilares tallados que lo hacían ver muy bonito. Un enorme crucifijo destacaba pero lo más impresionante era que el Cristo era de color negro al igual que la cruz. Nunca había visto algo así.

-Dicen que lo encontraron en una cueva muy cerca de aquí.- Dijo Ofelia refiriéndose al Cristo. –Por eso edificaron la iglesia.-

-Que genial.-

-Lo es.- Entramos por una puerta que estaba muy cerca del Cristo y sentí un poco de miedo, parecía que se dirigía mí; caminé más rápido.

Había otro complejo de ese lado de la iglesia supongo que el señor Cardozo vivía aquí. Estaban varias personas reunidas ahí, incluido el hombre alto. A lado de él estaba un señor bajito, asumí que era el papá de Ofelia porque tenían la misma cara y a lado de éste una señora bajita algo llenita con una espléndida sonrisa. La mamá. Y por último un pequeño que era réplica de la señora.

-Lara, pasa. Estamos por comenzar.- Invitó el hombre alto. –Este es Daniel y ella su esposa, Silvia y este pequeñín aquí es Danielito.- Le tendí la mano a cada uno de ellos.

-Soy Lara. Mucho gusto.- Amablemente me pidieron que me sentara y lo hice junto a Ofelia y su hermanito.

-Mi pequeña no debe tardar.- Anunció el señor Cardozo y como por arte de magia apareció la molesta rubia por la puerta por donde entre minutos antes. –Ana, te presento a Lara. Hija de un muy buen amigo mío.-

-Mucho gusto, Lara.- Quisiera decir lo mismo. No hizo por moverse ni un centímetro.

-Igualmente, Ana.- Me veía con una sonrisa que tenía ganas de borrar con una cachetada.

-Bien, ahora que ya estamos todos que les parece hacer la oración de los alimentos.-

-Sería bueno que nuestra invitada lo haga.- Acotó Ana.

-Buena idea.- Dijo Daniel mayor.

-No sé cómo hacerlo.- Dirigí una mirada nada amigable a la rubia.

-Lo que salga de tu corazón.- No creo que algo bueno salga de mi corazón en estos momentos. -Sólo conéctate con lo que hay en tu interior.- Me animó Ofelia.

La Hija del PastorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora