Capítulo 10

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Pasé prácticamente toda la tarde con la rubia. Simplemente el agua parecía no cesar, lo cual agradecía enormemente porque el calor era infernal y esto haría que se apaciguara un poco. Estuvimos la mayor parte del tiempo en la cocina pero la enorme ventana hacía que la luz de los relámpagos nos diera directo a la cara.

-Vamos a mi habitación.- Dijo la rubia y ni bien había terminado de hablar cuando un nuevo estruendo nos hizo brincar. La cara de la chica frente a mí se transformó y se veía que hacía todo por evitar llorar.

-Tranquila.- Me puse de pie y comencé a caminar rumbo a su habitación. –Vamos.- Asintió levemente y me alcanzó rápidamente justo cuando un nuevo trueno se hizo sentir. Instintivamente se aferró a mi brazo. Con el sonido de la lluvia llegamos a su habitación; casi de inmediato se metió a la cama y se hizo bolita. Sonreí y me senté cerca de ella.

-No te rías.-

-No me estoy riendo de ti, tonta.-

-Claro que sí.- Sonaba herida. Sus ojos buscaron los míos.

-Sólo me causa gracia ver estos matices tuyos.-

-¿Conoces la palabra matices? Interesante.- Sonrió.

-Graciosa.- Ambas sonreíamos.

-¿Qué matices?-

-Toda tú, la chica fastidiosa, la chica nerd, la chica miedosa, la chica que ahora mismo se ve como una niña aterrada por los estruendos.- Sonreí más ampliamente. –Toda tú.-

-Todos tenemos nuestros matices.- Afirmó seria.

-Muy de acuerdo con eso; sólo que no creí ver los tuyos.-

-¿Por qué?- Preguntó curiosa.

-Se supone que debemos desagradarnos.- La sonrisa de su rostro nunca se fue. Después de unos segundos de silencio ella habló.

-No me desagradas para nada, Lara.- Suspiró.- Me has mostrado que no eres la chica rebelde que al principio parecías. En estos días he podido confirmar lo que papá me dijo, eres una buena chica.-

-Se lo dijiste en el hospital.-

-¿Me escuchaste?-

-No fuiste muy discreta.-

-Esperaba que lo escucharas y supieras que yo no tengo un mal concepto de ti aunque eso no quite que seas una fastidiosa.- Le sonreí.

-Tú tampoco me desagradas.- Si tan sólo supieras. –Esto no quita que seas una tonta.-

-No espero menos de ti.- Dijo en tono bromista. El estruendo que se hizo presente se debió escuchar por todo el estado. Incluso yo brinqué y me puse más cerca de la rubia que estaba en posición fetal y temblaba. La casa retumbó y casi sentía que se nos veía encima; nunca en mi vida había escuchado algo así. Leves sollozos escaparon de sus labios después de unos segundos.

-¿Puedo tomar tu mano?- Pregunté tímida; primero porque no quería que me rechazara y no quería que sintiera que me estaba aprovechando de ella. Después de segundos que me parecieron eternos, ella asintió. Con sumo cuidado, como si estuviera a punto de hacer una operación muy importante, tomé su mano derecha que estaba sobre su rodilla. La levanté con mucha cautela y la tomé entre las mías. Con mis pulgares comencé a hacer círculos sobre el dorso de su mano. –Respira profundo, Anita.- Notaba la lucha que hacía por respirar normalmente.

-No... no puedo...-

-Sí puedes.- Necesitaba distraerla de alguna forma. –¿Cómo vas con inglés?-

La Hija del PastorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora