Capítulo 31

134K 5.8K 10.3K
                                    

           

Nos quedamos en silencio por unos momentos, ambos sabíamos lo que se venía. Pero lo que más me intrigaba era la actitud de Alberto, sí, estaba sorprendido por verla pero había algo más y no me gustaba la horrible sensación que producía en mi cuerpo. No mencionó a papá y eso me aterra aún más, ¿qué podría hacerla venir sola hasta acá?

-¿Te dijo algo?-

-Tenemos que hablar, Lara...-

-¡Lara!- El grito de Ana hizo que se me olvidara la preocupación; corrí de vuelta a su habitación. Vi a la cama pero estaba vacía hacía por voltearme cuando su cuerpo chocó contra el mío. –Te llevó... te llevó con él, lejos de mí.-

-Aquí estoy, cariño- sentí sus lágrimas cayendo sobre mi hombro. La llevé poco a poco hasta la cama, la acosté y me acosté junto a ella.

-Me estoy quedando sin fuerzas, Lara.-

-Aquí estoy contigo para lo que necesites. Sólo tienes que decirlo.-

-Te estoy arrastrando a mi mundo... ya no puedo más.-

-Ahora es cuando más fuertes debemos ser, cariño- la acerqué para atraerla a mi pecho. –Te amo, Anita eres lo mejor que me ha pasado.-

-Mi Lara que no es mía- recosté mi cabeza sobre la de ella y nos quedamos un momento en silencio. –Y que nunca será mía...-

-¿Ana?-

-Esto me está matando.-

-Ana, no digas eso, por favor- me senté y la tomé de la cara –no podemos ir hacia atrás, todo menos eso. ¿Qué puedo hacer? Dime qué hacer y lo haré, Ana.-

-Sólo quédate aquí conmigo- acomodó su cabeza sobre mi pierna mientras buscaba una respuesta en mi mente. Algo que me ayudara pero no lo había. Medité por varios minutos hasta que escuché mi voz una vez más.

-Necesito saber más de él, su apariencia, color de piel, de ojos, cabello, altura, todo y haré que lo busquen en todo el mundo. No descansaré hasta que se esté pudriendo en una cárcel o siendo el festín de los gusanos.-

-No digas eso.-

-Es lo que quiero hacer, Ana se metió con la persona que más amo en el mundo. Tiene que pagar.-

-No quiero que estés cerca de él... no lo quiero cerca de ti, ni siquiera que te vea- negaba fervientemente con la cabeza.

-Es la única manera de que esto acabé, con él en un lugar donde sabemos que no podrá lastimarte. Lejos de nosotras- quizá no era tan mala idea lo de la bruja aquí. Sólo era cuestión de convencerla de llevarnos a Ana con nosotras y ya estando en la ciudad contratar a alguien para que lo busque. –Tengo que ir a casa, cariño- me puse de pie lo que hizo que su cabeza cayera graciosamente sobre la cama. –Hay algo que tengo que resolver.-

-¿Todo bien?-

-Espero que lo esté pronto- dejé un beso sobre su nariz- te amo.-

-Y yo a ti, amor- sonreí como tonta.

-Tendré una vida para acostumbrarme a que me llames así- no esperé más y salí corriendo ignorando a Alberto que me llamaba.

Me faltaba más de medio camino cuando me vi en la necesidad de bajar la velocidad, mi pierna no estaba en su mejor forma aún y estos días donde nadé como loca no habían ayudado mucho. Sentía mi corazón latir fuertemente a la vez que veía mi casa cada vez más cerca; a lo lejos pude ver el Saab de la bruja. No sé qué tenía con esos autos pero eran sus favoritos. Pulcramente blanco, reluciente y descapotable, por supuesto. Para presumir. Vi que la puerta de mi casa estaba abierta, se la iban a comer los mosquitos, justo cuando estaba por entrar escuché la voz de Norma. Con cuidado me puse cerca de la puerta para escuchar pero no ser vista.

La Hija del PastorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora