Capítulo 14

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Regresé a casa con la mano sobre mis labios aún no podía creer que ella me hubiera besado y mucho menos que yo le gustara. Muy pocas veces había tenido a los astros a mi favor pero esta vez tenía alineada a toda la puta galaxia. Sólo debíamos ser muy cuidadosas por los ya tan conocidos vientos que soplaban en nuestra contra.

Llegué a casa directo a la ducha, mis dientes titiritaban de frío y mi costado derecho me dolía cada vez más. Me duché tan rápido como pude y puse la ropa más cálida que encontré. Me dirigí a la cocina, me preparé una taza de café y una de cereal. Constantemente llevaba mis dedos a mis labios... todavía podía sentir sus labios sobre los míos, y su respiración sobre mi boca. Estaba jodida. Jodidamente enamorada de ella.

Fui a mi habitación con ambas tazas y regresé rápidamente por la computadora que estaba en la sala. Dejé que el orden aleatorio hiciera su trabajo, mientras yo me dedicaba a comer. No había un pensamiento en específico, sólo los brillantes ojos de mi rubia cuando me dijo que también le gusto y su sonrisa cuando llene su cara de besos. Si de por sí era difícil sacarla de mi cabeza, con esto tendría para soñar con ella incluso durante la luz del día.

Cuando finalmente terminé con el café y el cereal, me escondí bajo las chamarras buscando calentar mi cuerpo y sobre todo esperando que el calor ayudara a disminuir el dolor. Me di cuenta que no había dejado de sonreír desde la tarde. Era un milagro que la mandíbula no se me haya dislocado. Haciendo un repaso de los eventos del día, sin borrar mi enorme sonrisa, cerré los ojos y me dejé llevar por Morfeo.

A lo lejos aún oía las gotas de lluvia caer rítmicamente sobre la casa y alguna que otra gota chocando contra la ventana pero había un sonido que no era parte de la naturaleza; un sonido más fuerte. Buscaba abrir los ojos pero el cansancio era mucho y era casi imposible despertar. El sonido se hacía cada vez más fuerte y alguien llamaba mi nombre. Abrí lentamente los ojos y busqué regresar a la consciencia. Entonces me di cuenta de que alguien tocaba la puerta; me puse rápidamente de pie y corrí a abrir. Frente a mí un empapado y asustado señor Cardozo.

-¿Qué pasa?-

-Ana... Nunca la había visto así... no para de llamarte.- El pobre hombre hacía un enorme esfuerzo por respirar.

-¡¿La dejaste sola?!- Exclamé exaltada.

-No la iba a traer gritando.- Sentí escalofríos cruzar por toda mi espalda. –Un momento.- Busqué mis tenis y medio amarré las agujetas antes de salir de nuevo. –Las llaves.- Tendí mi mano; me quedó viendo extrañado. –Voy a llegar mucho más rápido.- Me dio las llaves y comencé a correr bajo la lluvia ignorando el dolor de mi costado, sólo quería tenerla entre mis brazos y decirle que todo estaría bien.

Agradecí por la tracción de mi calzado ya que fueron de mucha ayuda para evitar que me cayera en el camino; aumente la velocidad cuando vi la enorme estructura de color morado. Corrí a la parte de atrás y con manos temblorosas buscaba la llave que abriera la puerta; finalmente la encontré y ni siquiera me molesté cerrar. Con pasos largos llegué a la habitación de la rubia... sólo escuchaba las gotas cayendo sobre el techo.

-¡No!- Un espelúznate grito irrumpió la paz y sin pensarlo dos veces me tiré sobre la puerta abriéndola estrepitosamente. -¡Déjame!- Con un indescriptible dolor en mi corazón vi a la rubia hecha bolita en una esquina de su habitación; con el cabello alborotado, una sudadera blanca y el pantalón rojo de un pijama, descalza. –No me lastimes, por favor.- Su voz era apenas un susurro lleno de dolor y miedo.

-Nunca lo haría, cariño. Prefiero cortarme una mano antes que lastimarte.- Dije ahogando mis ganas de llorar. Caminé lentamente hacia ella.

-¿Lara?- Levantó levemente la cabeza mientras me sentaba a su lado.

La Hija del PastorWhere stories live. Discover now