III - Añoranza de Casa

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Diez años después

Merko que prosperaba con su empresa de seguridad, ahora vivía con Lorena y Sophia en Bel Air, un barrio noble residencial de Los Ángeles. Nícolas y Zara también se mudaron a ese barrio, para estar cerca de su familia. La doctora ahora era médica licenciada y ejercía la profesión en una clínica que montó en el centro de la ciudad. Nícolas empezó a trabajar en el Centro de Investigación de Física en California.

Merko había prosperado con su empresa de seguridad, lo que les permitía vivir cómodamente. Helen, hija de Nícolas y Zara, se destacaba en la escuela; estudiaba los diversos asuntos y aprendía con facilidad. Zara, además de trabajar en su clínica, también empezó a aleccionar Medicina Genética y a trabajar en proyectos de investigación en la misma Universidad en que Nícolas trabajaba. Sin embargo, lo que a ella le gustaba de verdad era la investigación genética y aunque participase en algún proyecto, no podría avanzar con las innovaciones más allá del tiempo en que ahora vivía. Sus conocimientos sobrepasaban las fronteras de su época, pero no debería cambiar la cronología de los descubrimientos científicos. Por eso, desarrollaba proyectos de investigación compatibles con el nivel de desarrollo de la época en la que estaba viviendo. No podía dejar todo su conocimiento aflorar en su trabajo, para no crear una paradoja temporal de proporciones impensables.

Sophia, ya con 18 años, cursaba la Facultad de Ingeniería Ambiental. Había pasado los exámenes y estaba determinada a dedicarse a la profesión. Zara siempre la orientaba en su carrera, que era prometedora, enseñándole la importancia de la preservación de los ecosistemas para el futuro de la humanidad.

Aquel día, la pareja arreglaba las cosas para recibir a Nícolas y Zara. Después de invitarles a una típica barbacoa americana un fin de semana. La campanilla sonó y Lorena le pidió a Sophia, que leía en el porche, que atendiese.

— Hija, para de estudiar un poco y atiende la puerta. Hoy es domingo y creo que puedes aprovechar la barbacoa con nosotros.

— Está bien, mamá. De todas maneras, necesito descansar la cabeza un poco.

La chica caminó hacia la puerta y la abrió. Nícolas y Zara la saludaron antes de entrar.

— ¡Qué bonita estás, Helen! Ven aquí a darme un abrazo — Sophia se agachó al decir esto, abriendo los brazos a la pequeña que estaba escondida detrás de los padres.

— Claro que sí, tía. — Helen corrió hacia su tía, sonriendo, y se lanzó a sus brazos.

Enseguida, la niña corrió por la casa y saltó a los brazos de su abuela. Después fue la vez de Merko, que estaba empezando a encender la barbacoa, de recibir el cariño de la niña.

Él y la niña tenían una afinidad muy grande, y algo dentro de él decía que en breve tendrían que decirle toda la verdad a la pequeña.

Todos se saludaron y empezaron a charlar. Era un momento donde la familia se unía para divertirse. Merko y Lorena estaban en el porche saboreando las hamburguesas y salchichas, mientras la nieta tomaba un zumo, jugando con Sophia

Nícolas buscó a Zara y vio que ella se había sentado en una silla, un tanto pensativa, en la sala.

— Hola cariño. Estás ahí en un rincón tan quieta... ¿Estás pensando en nuevos experimentos genéticos? — Preguntó bromeando.

— Echo de menos a mi familia... Aunque hable con ellos por los comunicadores, no les veo hace muchos años. Ya ni recuerdo bien cómo son... — Respondió ella, un poco triste.

— Creo que yo tengo la culpa de eso. Te pedí que renunciases a vivir en tu planeta para quedarte aquí conmigo.

— ¡Claro que la culpa no es tuya! La vida, a veces, cambia los caminos y nos obliga a hacer elecciones que nos separan de aquellos que amamos.

Los Hijos del Tiempo 2 - El Origen de La VidaWhere stories live. Discover now