XII - La Verdad de Helen

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La familia desembarcó en el aeropuerto de Tokio. Helen suspiró hondo, sintiendo el aire de la tierra del Sol, y miró el mar que envolvía la ciudad, en contraste con aquellos edificios que arañaban el cielo. Ella no estaba soñando en aquel momento: lo que veía era real, o mejor, era la realización de su sueño. Como el horario no era punta, decidieron ir en tren, pues era el mejor medio de transporte, ya que cortaba toda la metrópolis. Se acomodaron en un hotel en el centro y, después de la comida del primer día, fueron a pasear y conocer las bellezas de la ciudad.

Después de pasear por las calles y centros comerciales, volvieron al hotel para descansar. Lorena se sentó en una mecedora que había en su cuarto y, pronto durmió. Sophia decidió leer un libro sobre la cultura japonesa que comprara en el paseo de aquella tarde.

Merko, Nícolas y Zara se reunieron en la sala y sintieron que aquella era la oportunidad perfecta para salir con Helen para el gran momento de la revelación.

— ¡Helen, tengo que hablar contigo, cariño!

— Mamá, estoy tan feliz por conocer el Japón — interrumpió a Zara, eufórica.

— Sí, hija. Es un momento único y aún tenemos mucho para conocer, ¿pero te acuerdas de que yo te contaría todo lo que necesitas sobre tu capacidad de leer mentes y mover objetos?

Tu padre, Merko y yo vamos a enseñarte quién somos de verdad.

La niña abrió los ojos de par en par y empezó a sudar, preocupada con la verdad que parecía ser tan difícil de contar.

— Confía en nosotros, pequeña mía. — dijo Zara, mirándola.

Después la madre miró a Nícolas y Merko, que asintieron.

Todos vistieron sus abrigos, cogieron mochilas con comida, agua, visera, bolsas para descarte de basura, toallas, tele móviles con batería extra y todos los equipamientos necesarios para montañismo. Enseguida, Merko le puso el reló en la muñeca a la niña, apretó un botón juntamente con otro, en su propio reló. Nícolas y Zara así también lo hicieron. En pocos instantes, para incredulidad total de la niña, estaban en lo alto del monte nipón más famoso del mundo. En la época en que llegaron, los senderos estaban abiertos al público por causa de las bajas temperaturas. El lugar alto donde se materializaron estaba nublado y mal podían verse los unos a los otros, en medio de la inmensidad blanca.

— ¿Cómo conseguimos llegar aquí tan rápido? — Preguntó la niña. — ¿Y qué frío es este? Estoy congelándome...

— Estamos en lo alto del monte Fuji. Pero, en breve, estaremos dentro de él — dijo Zara.

Helen abrió mucho los ojos, sintiendo miedo y curiosidad al mismo tiempo. Respiraba más hondo frente al aire enrarecido. El viento soplaba en sus rostros y la sensación térmica era más fría aún que la temperatura habitual. A pesar de estar bien abrigados, el frío helaba sus cuerpos. Fue entonces que Merko dijo:

— Posicionad la latitud y longitud que voy a determinar. Enseguida estaremos en un lugar mucho más agradable.

Zara tocó el reló de Helen e hicieron como él dijera. Cuando se dieron cuenta, ya estaban dentro de monte Fujiyama, en un lugar agradable y caldeado.

Había equipamientos sofisticados y tecnología del futuro en los dos pisos que la base ocupaba. Detrás de la montaña, una entrada secreta permitía esconder una nave de reconocimiento en las entrañas del refugio. Computadores con holografías, junto a muebles para dormir y descansar se encajaban en las paredes de los ambientes. Para Nícolas, toda aquella tecnología ya era peculiar, pero para Helen... Ella miraba hacia todos los lados, perpleja, intentando entender lo que estaba ocurriendo.

Los Hijos del Tiempo 2 - El Origen de La Vidaजहाँ कहानियाँ रहती हैं। अभी खोजें