PRÓLOGO

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Se trataba de una noche tranquila en la que la redonda luna no era suficiente como para iluminar los desolados callejones en la ciudad. Siendo poco más de media noche, eran decenas de personas las que creían que podrían estar seguros con el simple hecho de pararse bajo la luz de una farola, ignorantes a las criaturas que se desplazaban sin miedo por las frías calles.

Un ser humano no significaba nada para aquellos que se escondían entre las espesas sombras. La única diferencia que podrían encontrar entre uno u otro humano, era el sabor de la espesa sangre.

Los vampiros, al igual que los licántropos, acostumbraban desplazarse o asentarse en aquelarres; grandes grupos de una misma raza, unidos simplemente por el sentido salvaje de conservación de la especie. Sin embargo, así como existían dichas, también existía la asfixiante y sangrienta necesidad de pertenencia a un sitio. Conforme envejecían, la necesidad de ganar un territorio fijo crecía, y era en esos momentos que la pelea entre clanes se desataba.

Choi Soo Hyuk había fundado su clan sobre la envidia y el odio, atrayendo él mismo, la desgracia y la traición. Él, junto con su pareja destina, la hermosa vampiresa Eun Ji, habían dado vida a tres hermosas criaturas que serían un objeto de desdicha.

Choi Dong Wook, teniendo casi un siglo, era un vampiro astuto y tenaz. Capaz de los más sagaces actos. De buena apariencia, era capaz de utilizar su exquisita belleza para sus más bajas necesidades.

Choi Hye Youn, siendo una preciosa fémina con apenas sesenta años, era inteligente y engañosa. Un lobo con piel de cordero. Siendo una de las más bellas criaturas, conseguía la apreciación de muchos, así como también su envidia.

Y por último, el más joven de los tres hermanos, Choi Seung Hyun, él no era astuto, él no era engañoso, ni mucho menos envidioso. Siendo una pequeña cría de vampiro, teniendo la edad de un niño humano de cuatro años, la principal característica que poseía, era la dulzura. El pequeño vampiro era un niño dulce y tierno, sensible. La más preciada joya de la pequeña familia.

—¿Dónde estás, mi amor?— un chillido necesitado resonó a lo largo de los inmensos y pulcros pasillos. Rezando el nombre de su hijo más pequeño, la vampiresa Choi corría por los largos pasillos, sintiendo los golpeteos de su corazón en los oídos, la respiración errática e inesperadamente, un escalofrío recorriéndole la espina dorsal— ¡Seung Hyun!— gritó desesperada mientras giraba en la esquina de uno los pasillos, encontrándose de frente con su conyugue.

—¿Lo has encontrado ya?— inquirió agitado.

—No...— sollozó— No hay rastro de él.— afirmó, provocando en el pelinegro una sensación de molestia.

—¡Papá! ¡Mamá!— con voces similares, sus dos crías mayores les chillaron desde la lejanía, apresurándose hasta su sitio, mirándoles con nerviosismo.

—¿Qué sucede?— fue la joven vampiresa quien preguntó, frunciendo el entrecejo mientras alternaba la mirada entre uno y otro.

—Seung Hyun, él no aparece.— murmuró entre lágrimas la mujer. Una conciliadora sonrisa apareció en los labios de ambas crías luego de mirarse entre sí.

—Debe de estar con SeungRi, mamá. Sabes que esos dos se la pasan juntos.

—¿No entienden?— gruñó el padre— ¡Tiene que aparecer! ¿Acaso no sienten el peligro? ¿No huelen esa pestilencia?

—¿Papá?— el hijo mayor murmuró quedamente, mirando con angustia a su progenitor.

—Kwon se está acercando...— declaró Eun Ji, atrayendo la atención de los tres, quienes fruncieron gravemente el ceño.

THE DIARY OF A VAMPIRE Where stories live. Discover now