CAPÍTULO 1

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  740 años después—Seúl 2014

Acostumbrado a la abundancia, Choi Seung Hyun era un hombre regido por su profunda necesidad de obtener más. Conocido por utilizar sus perfectos encantos a su favor, era astuto e inteligente, audaz. Presidía a los que lo rodeaban, mostrando en toda ocasión el lado más ardiente de su vil carácter.

Violento, cruel e impaciente, era un hombre arriesgado. No conocía el miedo, así como tampoco se permitía límites.

El mundo humano era su destinado alimento, y como todos los de su clase, había prometido saciarse.

Su fuerza y temperamento los había tomado en su corazón con valentía, utilizándolos para su propio beneficio.

Seducía, confundía y asesinaba.

Él, al igual que muchos otros vivía bajo una misma norma: Destruir lo que un día los destruyó a ellos.

Con una errática respiración y una mirada de medias lunas, un pequeño cuerpo se contorsionó en la prisión de unos fuertes brazos músculos, mismos que le sostenían bruscamente mientras unos esponjosos labios rosados se tomaban el atrevimiento de profanar su pálida piel, arañándole gravemente en el transcurso con unos afilados caninos blancos.

En un vano intento de resistencia, se sintió sostenido por las muñecas por sobre su cabeza, a la vez que una suave caricia ascendía por su musculoso abdomen, colándose por debajo de sus prendas.

—¿Por qué te resistes, SeungRi? ¿Acaso estoy siendo demasiado brusco?— con grave voz, el atacante ronroneó sensualmente, erizando los vellos de su nuca.

—No.— gimió sintiendo los delgados labios de su atacante acariciando su lóbulo— Estás siendo justo como a mí me gusta.

—Bien, amor. Es justo así como quiero que sea.— murmuró antes de tomar en sus labios aquellas delgadas almohadillas, en un ardiente y desesperado beso.

Fue cuestión de unos minutos para que ambos se encontrasen envueltos entre sábanas de oscuro satín. Besándose y acariciándose. Entregando al otro todo lo que pudiese entregarse en un acto carnal.

Fueron los lentos besos y las dedicadas caricias las que hicieron de SeungRi un completo desastre. Perdió toda consciencia de sí mismo mientras se entregaba al hombre que había estado con él durante tanto tiempo.

Y aquel hombre de frío corazón disfrutó de ese pequeño y suave cuerpo contorsionándose bajo el suyo, observando a detalle cada fina curva. Su amante no era delicado, sin embargo, sí era bellísimo. Con las yemas de sus dedos rozó cada trozo de piel. Tuvo el deleite de apreciar los ligeros espasmos que atacaban el cuerpo más pequeño, observando maravilla cómo era que el duro hombre que conocía, se convertía en un sensible muchacho susceptible a sus caricias.

Sus miradas se encontraron en determinado momento, y como siempre les sucedía, no sintieron esa necesidad de completar el ritual. Se decía que el lazo sagrado se daba cuando el éxtasis de la entrega carnal llegaba: habían escuchado tantas veces antes de esa poderosa e incluso asfixiante necesidad de beber del amante, que siempre terminaban con esa sensación amarga en la boca al no poder o querer unirse.

—No lo comprendo.— mencionó consternado el pequeño. Alzando la mirada, observó cómo su amado suspiraba profundamente antes de retirarse, causándole un ligero pero molesto ardor— No entiendo cómo es que no puedo unirme a ti...— dijo quedamente.

—Eso es porque ustedes dos no están destinados a estar juntos...— volviendo la mirada hacia un costado de la cama, en un rincón en la habitación, se encontraba un apuesto hombre de cabellera castaña, mirándoles seriamente mientras se mantenía sentado tranquilamente— No son compañeros.— concluyó.

—¿Qué carajos estás haciendo allí, Dong Wook?— gruñó con molestia el líder, teniendo la decencia de cubrirlos, a su amante y a él, con la delgada sábana. Recostándose sobre el lecho, el Seung Hyun mayor suspiró profundamente al sentir al más joven recostándose sobre su pecho.

—Estoy aquí para informarte que las crías ya están listas para salir, pero como ustedes dos tienen la costumbre de estar cogiendo cada dos minutos, no tuve más remedio que entrar.— viró los ojos ante la escena que presenciaba— Además, tu hija se ha empeñado en acompañarnos.

—Eun Ji se alimentó anoche.— el pelinegro frunció el ceño, ignorando el reclamo de su hermano mayor.

—Lo sé, sin embargo, dice que quiere ir.

—Está bien. Tan solo quiero que la cuides, Dong Wook.— el aludido asintió— No quiero que le suceda nada a mi hija.

—Dalo por hecho.— dijo antes de levantarse y marcharse.

—Muero de sueño...— murmuró el ojeroso— Estoy muy cansado.

—Descansa, yo también lo haré.

Siendo una maraña de piernas y brazos, ambos cuerpos descansaban impasibles, con suaves respiraciones e incluso sutiles ronquidos. Sus pieles siendo cubiertas por el delgado satín, mostraban solamente una parte de aquellas perfectas anatomías.

De un momento a otro, la puerta de la habitación se azotó con fuerza, dando entrada a un alto hombre de cabellera castaña, alertando a ambos amantes, quienes se irguieron sobre el lecho apenas en un par de instantes. Fueron apenas un par de efímeros segundos los que transcurrieron antes de que el recién llegado se desplomase sobre la alfombra de color tinto, misma que se vio oscurecida por la sangre fresca que cubría el musculoso cuerpo.

—¡Dong Wook!— rugió el líder, quien importándole absolutamente nada se levantó de la cama, y completamente desnudo acudió al encuentro de su hermano, sosteniéndolo entre sus brazos— ¿Qué carajos ha sucedido?— bramó con cólera luego de alzar la mirada y observar a su hermana sosteniéndose del marco de la puerta, llevando una expresión adolorida mientras la sangre de igual manera le cubría.

—Ha vuelto...— pudo murmurar el castaño entre sus brazos antes de caer inconsciente.

—¿Qué ha dicho?— escuchó el líder a sus espaldas. Mirando por sobre el hombro, encontró aquellos ojos marrones teñidos en desconcierto.

—Hye Youn...— exigió con voz ronca.

—Nos emboscaron, Seung Hyun...— sollozó la pelinegra mientras se dejaba caer al piso y le miraba con temor y pena.

—¿Qué intentas decir? ¿Quién volvió?— exigió con voz autoritaria— ¡Maldita sea Hye Youn, habla!— bramó.

—¡Kwon Young Hwan!— sollozó la muchacha, cubriendo sus labios con su delicada y mallugada mano— Asesinaron a dos de mis hijos...— murmuró quedamente mientras sus lágrimas barrían la sangre mezclada con sudor que manchaba sus labios.

—¿Dónde están los demás?— inquirió SeungRi, quien ayudó a la pelinegra a ponerse de pie.

—Están abajo...— sollozó ella— Todos están mal heridos y...— se vio de pronto interrumpida.

—¿Dónde está mi hija?— aquello había sido apenas un murmullo, sin embargo, fue lo suficiente como para dejar a ambos vampiros en silencio. Mirando hacia abajo, Seung Hyun observó a su inconsciente hermano antes de preguntar nuevamente— ¿Dónde está mi hija, Hye Youn?— bramó encolerizado mientras su respiración se aceleraba y sus ojos se empañaban.

—Seung Hyun...— murmuró temerosa.

—¡Contéstame, maldita sea!— rugió en medio de un sollozo.

—La asesinaron...— titubeó ella, observando como su hermano alzaba la mirada y encontraba sus ojos— Ella se interpuso entre una de las crías y uno de los cazados de Kwon, y la asesinaron.

Los ojos de Seung Hyun lagrimearon mientras desde lo profundo de su garganta emergía un desgarrador sollozo capaz de resonar por las paredes de la mansión, alertando a toda criatura que se encontrase dentro.

—Seung Hyun...— murmuró el ojeroso, viendo cómo el aludido enterraba sus garras en la ya dañada miel del castaño que permanecía inconsciente. Apartándolo del mayor, SeungRi sostuvo entre sus manos el rostro del mayor— ¿Qué haremos?— eso consiguió que el líder le mirara.

—Vamos a enseñarle a quemarse en el infierno...

THE DIARY OF A VAMPIRE Where stories live. Discover now