CAPÍTULO 10

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Había estado mirando las estrellas que brillaban intermitentemente sobre sí mismo, mientras permitía que la recia y fría brisa revolviera los largos mechones de su cabello. Yaciendo sentado sobre el barandal de piedra, se permitió el suspirar mientras sus ojos se cerraban por breves instantes y humedecía sus labios ansiosamente.

Habría podido intentar escapar nuevamente, sin embargo no podía arriesgarse. Si moría en el intento, ¿Qué sería de Ji Yong? Él había prometido protegerle, tal y como se hace con un hermano, y no podía romper esa promesa.

El suave sonido de las hojas removiéndose en los jardines, le obligaron a hacer descender su mirada, encontrándose con una singular silueta que recorría los solitarios patios, andando a pasos lentos, perdido en sus propios pensamientos.

—No pensarás escapar, ¿O sí?— el delicado murmullo llegó a acariciar sus sentidos, desencadenando el fuerte galopar de su corazón contra su pecho. ¿Cuál es la razón?

—¿Valdría la pena? ¿Estarías allí para detenerme?— se arrepintió apenas aquella diatriba había abandonado sus labios. Sin siquiera permitirle recomponerse, el ojeroso se impulsó fácilmente hasta llegar a yacer frente a él, mientras le miraba fijamente, con un brillo singular que parecía cuestionarle a sí mismo.

—Podría...— admitió el ojeroso, haciéndole al moreno a fruncir levemente el ceño— Últimamente no tengo que hacer la gran cosa.— intentó explicarse.

—Nada más que joderme la vida...— bromeó mordaz— ¿Cierto?— el otro asintió.

—Cierto.— respondió mientras su mirada se apartaba por breves instantes y luego regresaba al más joven, quien parecía inquieto a los ojos del ojeroso— Debería marcharme.

—¿Por qué?— le cuestionó con labios resecos.

—Porque deseo traicionarme a mí mismo.— respondió en un murmullo.

El desconcierto nubló los sentidos del moreno, quien frunció el ceño profundamente mientras se percataba de los gráciles movimientos del más viejo, los cuales le tomaron desprevenido mientras sentía cómo las amplias y callosas manos sostenían su rostro. El par de suaves labios del de piel apiñonada barrieron los suyos mientras la tibia lengua se encargaba de escabullirse dentro de su boca, yendo al encuentro de su propio músculo invertebrado.

Cerrando los ojos, se permitió ser osado, sosteniendo entonces las estrechas caderas en agarre flojo que poco a poco fue adquiriendo fuerza, hasta verse acorralando a su enemigo contra el costado de la puerta del balcón.

—Te odio por hacerme sentir esto...— gruñó profundamente el ojeroso mientras sus largos dedos se atrevían a hundirse entre los espesos y sedosos mechones azabaches.

—Y yo me odio por hacerlo...— confesó el moreno mientras se presionaba sobre el cuerpo más delgado y capturaba de nueva cuenta esos suaves labios rosados.

Ámame hoy y ódiame mañana.

El constante golpeteo del corazón de SeungRi junto con su acelerada respiración, fueron suficientes como para obligarle a separarse de la joven cría, quien apoyó su frente contra la suya intentando regular su agitada respiración. Alzando las manos, SeungRi sostuvo el rostro contrario, conectando después su mirada con la más oscura, percatándose de que esa extraña sensación de tranquilidad nuevamente envenenaba su sistema.

Los problemas parecían desaparecer.

El frío se volvía calor.

La soledad se volvía autentica compañía.

THE DIARY OF A VAMPIRE Where stories live. Discover now