EPÍLOGO

824 104 23
                                    

1257 años después. Seúl, Corea del Sur.

En una ciudad carente del ideal utópico, con sucios y malolientes callejones oscuros habitados por todo tipo de escoria humana. Ladrones, asesinos e incluso prostitutas, hombres y mujeres dispuestos a hacer lo que fuese por satisfacer sus más bajos instintos.

Nada ha mejorado para la raza humana, sin embargo, para esos seres que caminan en la noche y se ocultan en las sombras, todo parece ser más sencillo, volviéndose incluso terrible y asquerosamente aburrido.

Dentro de una espaciosa y opulenta habitación, se encontraba una hermosa mujer; de largos cabellos negros que caen en ondas, piel blanca como la nieve, exquisita silueta, expresivos ojos marrones y labios delgados de un llamativo color rojo.

Mirando un punto fijo a través de la ventana, observaba con detenimiento la lluvia caer de ese nocturno cielo. Una suave sonrisa curveó sus labios al notar que a pesar de todo el tiempo que ha pasado, y estando rodeada de cientos de personas, algo falta.

—Podría dar todo lo que tengo por saber qué es lo que ocupa la mente de mi bebé.— un suave murmullo externo consigue llamar su atención. Volviéndose con la gracia y delicadeza que siempre ha poseído, ella se encuentra con los profundos e enigmáticos ojos marrones de uno de sus padres.

—Papá, dejé de ser un bebé hace mucho tiempo. Incluso yo misma he dejado de llamar de esa forma a mis hijos.— ella no puede reprimir una melodiosa risa.

—Lo sé, Su Ah.— acercándose hasta ella, toma un lugar a su lado, sintiendo enseguida como la joven se recarga contra su hombro— Pero para mí, siempre serás mi bebé, al igual que Seung Hyuk. Ustedes son y siempre serán mis pequeños tesoros, y no me interesa que ustedes mismos ya tengan sus hijos y ellos a los suyos. Nunca cambiaré mi posición.

—¿Qué haré contigo, papá?— rio ella— ¿Acusarte con padre, Young Bae?

—¿Con ese tonto?— ella sonrió—¡Pero si yo soy quién le dice qué hacer!

—¿Ah, sí?— de pronto una grave voz se hace escuchar. De dura constitución, piel morena y cabello corto de color negro, un hombre con rasgos fiables caminó lentamente hacia ambos— ¿Y desde cuándo, Ri—Ri?— inclinándose, depositó un suave beso sobre los labios del ojeroso.

—¿Debería dejarles solos?— bromea ella— Quizás necesiten privacidad, ya saben, podrían querer darnos a Seung Hyuk y a mí un hermano pequeño.

—¡Su Ah! ¡No puedo creer que digas eso!— Young Bae pareció ser el más avergonzado. Para él, a comparación de su compañero, nunca fue sencillo ventilar su intimidad.

—Por favor, padre. Soy lo suficientemente mayor como para saber que mi hermano y yo, provenimos de una de tantas noches de pasión entre ambos.

—Para, Su Ah, cariño. Tu padre aún no está listo para escucharte hablar así.— se burló el ojeroso— Aunque sí, mi morenito rico me ha dado las mejores noches de mi vida, y lo sigue haciendo.— ronroneó.

—¡Lee Seung Hyun!— gritó avergonzado con las mejillas ardiendo, provocando que ambos estallasen en carcajadas— ¡Eish!— gruñó mientras se volvía con brusquedad, tirando algunos cuantos objetos de una mesa cercana, entre ellos un bloc de dibujo.

—¿Pero qué es esto? Pensé que habías dejado de dibujar hace mucho tiempo, cariño.— murmuró sorprendido el ojeroso mientras tomaba de las manos de su compañero el bloc, mientras éste acomodaba lo demás.

THE DIARY OF A VAMPIRE Where stories live. Discover now