CAPÍTULO 15

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Las oscuras sombras se desparramaban a lo largo del frío piso de mármol, mientras el inquietante silencio que sólo era amortiguado por una ligera respiración pausada, permitía dar consciencia de la soledad que les rodeaba.

Una manta rasgada había sido extendida sobre el duro mármol para fungir como una improvisa cama, en la cual yacía un robusto hombre inconsciente, quien respiraba pausadamente. Mechas de color azabache caían como dosel sobre unas duras facciones que parecían haber sido esculpidas.

Removiéndose lentamente, aquel débil hombre abrió los ojos y adaptó sus adormecidos sentidos a la poca luz presente. Conteniendo un grave gruñido, llevó una de sus manos hasta sus parpados, tallándolos entonces mientras se alzaba lentamente, percatándose de las marcas verdosas que cubrían su apiñonada piel, la cual permanecía expuesta casi en su totalidad, exceptuando su zona pélvica, la cual apenas y era envuelta por una esquina de la roída manta.

El suave golpeteo de las suelas de unos zapatos llamó su atención, haciéndole volver la mirada hacia un costado, encontrándose con unos bellos y cansados ojos color caramelo.

—Has despertado...— murmuró quedamente mientras llegaba hasta su sitio y se sentaba a su costado, dejando junto a él una pequeña mochila. Sonriendo amablemente, el recién llegado alzó la mano, acunando en su suave palma su mallugada mejilla.

—¿Dónde estamos?

—En una finca en construcción, a las afueras de Gangnam.— informó mientras inspeccionaba el cuerpo más grande, cerciorándose de que las heridas ya estuviesen e proceso de sanación— ¿Te sientes mejor?

—Eso creo. ¿Qué sucedió?

—Te desmayaste. Ni siquiera sé cómo pude sacarnos de allí. Las pasadas dos noches he tenido que arrastrarte conmigo, alejándonos de los humanos curiosos.

—Debiste haber escapado...— murmuró mientras sus labios barrían sobre la suave palma y olisqueaban ésta en un gesto muy animal.

—No iba a dejarte.— admitió mientras cerraba los ojos y cabeceaba.

—¿Estás bien?

—Sí, tan sólo me siento un poco débil. No he podido alimentarme.

—Estoy seguro que habrá algún humano allí afuera que podamos compartir, yo estoy famélico.— rio, notando cómo el más joven mordía su labio inferior y apartaba la mirada— ¿Qué sucede?

—No tomo sangre humana...— confesó— Solamente de algunos animales.

—¿Animales? ¿Cómo es que sacian tu hambre?

—Díganos que nunca he estado completamente lleno, solo calmó la sed y me ocupo en otras cosas.— sonrió quedamente.

—¿Por qué?— inquirió confuso.

—Mi madre solía decir que los humanos tienen una vida muy corta, y que sería injusto que nosotros la acortáramos más.— rio quedamente mientras abría la mochila a su costado y sacaba un par de barras de trigo— Me entretengo un poco con esto.

—Eso debe saber asqueroso...— el mayor frunció el ceño mientras declinaba la barra que el otro le tendía— Y sabes, no tenía idea de que Sun Hee pensase de esa forma.

—¿Sun Hee?— rio mientras terminaba la barra y guardaba la envoltura— No, ella piensa que los humanos son la más baja de las especies. Estiércol.— explicó— No, ella no es mi madre. Mi madre era una cazadora que murió hace un par de años.

—Lo siento...

—No más que yo.— rio sin ganas mientras se tendía sobre en el piso, sobre su estómago y jugaba con las pequeñas migajas que habían caído— Es por ello que la mayor parte del tiempo, ella no me tolera.

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