CAPÍTULO 18

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El tiempo para un no muerto no significaba nada. Podía pasar una hora o un siglo, y ellos no darían importancia, pero justo a él y justo en aquella situación, el tiempo lo era todo.

Aquel refinado vástago admiraba a esa bella criatura dormitando sobre la inmensa cama, vistiendo nada más que una especie de bata, que poco le faltaba para ser un hermoso vestido de color perla que se amoldaba a una perfecta y bella silueta redondeada. El abultado vientre de aquella etérea criatura lucía tan bello ante los ojos de aquel vástago mayor.

Ji Yong yacía recostado de lado sobre la cama, misma que estaba vestida con sábanas de satín borgoña, llevando aquella efímera prenda perla. Su largo cabello plateado parecía ser una maraña de exquisitas hebras de oro blanco esparcidas sobre un color tan intenso como la misma sangre.

Seung Hyun sonrió con suavidad mientras se acercaba a la cama y apartaba con cuidado la delgada prenda, descubriendo esa piel tan clara como la misma nieve junto con aquella abultada barriga que resguardaba a su bebé, quién parecía descansar al igual que su progenitor. Acercándose, posó con suavidad sus delgados labios carmín sobre la tersa piel, al igual que acariciaba con una de sus palmas extendidas la zona, sintiendo enseguida una sutil patada.

Espesas lágrimas se aglomeraron tras sus ojos ante la inmensa felicidad de la inocente e inconsciente acción. Alzó la mirada, y se encontró entonces con ese par de somnolientos ojos plateados que le miraban con amor.


No puedo esperar.— murmuró el mayor.

—Será pronto.— él mismo se tocó la barriga, sonriendo enseguida— Lo sé.— frunció dulcemente el ceño.

—Llega pronto, mi amor.— murmuró Seung Hyun a la barriga, acariciando suavemente con las yemas de sus dedos— Papá está impaciente por conocerte.

—¿Sabes? Yo también necesito un poco de amor.— bromeó el menor, consiguiendo arrebatar una pequeña y sutil risa del mayor, quién gateó hasta quedar a su altura, para entonces acariciar su mejilla gentilmente.

—¿Celoso de su propio bebé, señor Choi Ji Yong?— una mueca apareció en los labios del menor.

—Es tan extraño que me llames así.

—¿Te molesta?

—No, es solo que nunca había dejado de ser un Kwon. Y ahora...

—Con lo que sabemos ahora, sobre las raíces de tu madre, prácticamente eres de la familia.

—Soy un mestizo.

—Eres Ji Yong...— sonrió con gentileza— Y eso es suficiente para mí.

—Gracias. Por amarme como lo haces y por no apartarme de tu lado al saber que, soy hijo de la persona que traicionó a tu familia.

—Soo Joo tomó sus decisiones, y sí, fueron equivocas y me causaron mucho daño, pero de ellas tú eres el fruto, y no estoy arrepentido de eso. Al contrario, le agradezco.

—Te amo.


Aquel viejo y aun así inexperto corazón vibró ante la genuina declaración, mientras aquellas lágrimas que tanto ahínco había puesto en mantener, se derramaban una a una, manchando de color borgoña su tersa piel pálida.

A su vez, aquel joven muchacho se acercó para probar una vez más la dulzura de aquellos labios que jamás se cansaría de tomar. Su tímida lengua saboreó esos delgados y entreabiertos labios, sintiendo el sabor agridulce del vino que el mayor acostumbraba beber. Mientras le besaba, respiró el aroma a tabaco, y a pesar de que nunca antes lo había apreciado, en él lo encontraba fascinante.

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