CAPÍTULO 3

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Sentía cómo sus piernas comenzaban a fallarle por lo que intentó torpemente sostenerse de la pared de azulejos a su costado mientras sentía cómo el agua tibia escurría por su bronceada piel. Su sedosa cabellera azabache caía como cascada alrededor de sus varoniles y perfectos rasgos. Con respiración errática, apreció ese bonito rostro corrompido en lujuria. Una torcida sonrisa afloró en sus labios a la vez que echaba la cabeza hacia atrás y emitía un grave gruñido desde lo profundo de su garganta.

—¿Mejor?— jadeó con dificultad el más joven, retirando suavemente los retos de semen que escurrían por las comisuras de sus labios. Arrodillado a sus pies, aun sosteniendo el flácido miembro del mayor, SeungRi daba gentiles caricias a la longitud mientras se obligaba a sí mismo a sostener contacto con esos vacíos ojos negros. Estando a punto de responder, los insistentes toques contra la puerta del baño les interrumpieron.

—¡Seung Hyun!— escucharon desde el exterior. La hermana mayor del aludido, Hye Youn, parecía impaciente— ¿Podrían salir ya? Sé que seguramente están cogiendo, pero por favor hermano... hay cosas más importantes en este momento.— ante el silencio ella prosiguió— Sun Woong ya tiene lo que le pediste.— finalizó antes de marcharse, maldiciendo.

—Tus hermanos tienen el don de interrumpir siempre que pueden.— intentó bromear el menor, consiguiendo una simple mueca que jugaba a ser sonrisa.

—Lo hacen...— murmuró mientras permitía que el agua se llevase los restos de sudor de su piel a la vez que le tendía mano al menor para ayudarle a ponerse de pie.

—¿Estás mejor?— pegándose al cuerpo del mayor, SeungRi acarició con su nariz la morena piel, aspirando ese aroma de fresco sudor. Ante la falta de respuesta, utilizó sus suaves labios para barrer el agua que acariciaba los erectos y oscuros botones del mayor, escuchando un gentil gruñido en respuesta— Te veías muy mal cuando llegaste...— murmuró mientras alzaba la mirada y encontraba esos fríos ojos— ¿Seung?

—Estoy cansado...— declaró. Más allá de un posible cansancio físico, el ojeroso intuía que se trataba de uno emocional, y eso era fácil de detectar en los ojos del mayor. Su mirada, a comparación de muchas veces antes, parecía melancólica.

Apartándose sin decir más, salió de la regadera y se cubrió con una toalla blanca desde las estrechas caderas, saliendo poco después del lugar, teniendo un fiel observador que no perdía detalle de ninguno de sus movimientos.

SeungRi había salido pocos minutos después, notando cómo el mayor se disponía a colocarse su camisa. Acercándose con seguridad, acarició la ancha espalda, consiguiendo que el mayor le mirase a los ojos.

—¿Qué sucede?— inquirió el líder.

—Estás en otra parte.— aseguró el ojeroso— ¿Qué pasa?

—Estoy cansado, ya te lo dije.— suspiró— Quiero terminar con todo esto de una buena vez.

—¿Y estás seguro de que es todo lo que te pasa?

—Cuando la asesiné, vi a través de sus recuerdos.— murmuró quedamente— Ella asesinó a mi niña...— fue entonces que se quebró. Haciendo amago de su fuerza, el ojeroso lo encaminó hacia la cama, ayudándolo a sentarse— No tuvo consideración. Se deleitó con su muerte...— lamió ansiosamente su labio inferior— Y yo con la suya.

—Mi amor...— le llamó como pocas veces.

—Alguien más estaba allí cuando fue asesinada.— confesó— Era un hombre idéntico a ella. Y simplemente se quedó allí, inexpresivo.

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