CAPÍTULO 14

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Habían pasado dos días desde la última vez que había visto a Ji Yong. Comenzaba incluso a preocuparse. El millonario nunca pareció ser tan callado. Además, no estaba en él dejarlo siquiera un par de segundos en paz.

Decidiendo que se preocuparía por eso después, había tomado el automóvil que el castaño había dejado en el estacionamiento para llevar a su hija al colegio, y al regresar se había encarado de hacer las labores domésticas. Necesitaba distraerse.

Mientras hacia todo lo posible por ordenar el desastre que se había hecho de un día a otro, no pudo evitar pensar que era un sitio bastante grande para su hija y para él solamente. ¿Cómo habían podido desordenar tanto? Sin predecirlo, las horas se escurrieron entre sus dedos, y mientras preparaba la comida, no pudo evitar mirar hacia el reloj en el microondas, faltaban apenas diez minutos para medio día. Debía salir pronto, si no quería tener problemas nuevamente con la profesora de su hija.

Tomando de nueva cuenta el automóvil, condujo hasta el centro de la ciudad, hasta el pequeño colegio de clase media al que asistía Eun Ji. Aparcando justo frente al edificio, se apresuró al ver a su hija sentada sobre las escaleras del frente, junto con su profesora.


—Señorita Ka Eun, le pido disculpas por la tardanza. — dijo, apresurándose hacia ambas.

—No se preocupe, señor Choi. — ella miró a la pequeña quién se arrojó a los brazos de su padre y le plantó un beso en la mejilla — Aunque, quisiera hablar con usted, murmuró con cierta condescendencia.

—Por supuesto... — miró a su hija — Mi amor, ¿Quieres un helado? — con un asentimiento, apunto a una mujer que estaba vendiendo helados a unos cuantos metros — Bien, anda ve a comprar uno. — le dio unas cuantas monedas a lo que la niña salió corriendo enseguida — ¿Qué es lo quiere hablar conmigo?

—No es nada grave, no se preocupe. — miró de soslayo el auto aparcado tras el pelinegro — Es solo para preguntarle, ¿Su situación económica ha mejorado? — él pareció tensarse, asintiendo ligeramente.

—Sí. Logré conseguir un mejor empleo que me ha estado ayudando a pagar el tratamiento de Eun Ji.

—La niña comentó a sus amigos que se mudó a un departamento mucho más bonito. — tanteó, mirando cómo el hombre frente a ella se retorcía en su sitio.

—Sí. Mi jefe me facilitó el departamento de hecho, es suyo. El auto igual... — la mujer asintió, no tan convencida.

—Supongo que entonces tiene más tiempo para su hija. — el pelinegro asintió — Perfecto. Es todo lo que quería saber. — sonrió sutilmente — Eun Ji es una niña maravillosa y merece lo mejor.

—Lo sé... — murmuró. En ese instante, la pequeña niña regresó con un barquillo de helado. Él tomó la mochila y se la colgó al hombro para luego tomar la mano libre de la niña.

—¡Adiós, señorita Lee! — chilló la niña con una radiante sonrisa llena de helado.

—Adiós, linda. — le sonrió abiertamente — Nos vemos el lunes. — la niña asintió.


Durante el trayecto, Seung Hyun miraba de vez en cuando por el espejo retrovisor, la niña iba en el asiento de atrás, con el cinturón abrochado y comiendo alegremente de su helado, haciendo un completo desastre con su uniforme. Sonrió mientras negaba sutilmente. A pesar de lo madura que solía ser su hija, no dejaba de ser una niña de cinco años.

Cuando llegaron al departamento, la niña no había hecho otra cosa más que correr hasta su habitación para cambiarse de ropa, no sin antes escuchar a su padre decir que en media hora estaría lista la comida. Por su parte, Seung Hyun simplemente se dedicó a terminar las labores que había dejado pendientes, y cuando el tiempo que él mismo había indicado se consumió, se vio a sí mismo y a la niña sentados en la pequeña barra de la cocina, a punto de probar la comida.

AMOR POR CATÁLOGOOnde histórias criam vida. Descubra agora