CAPÍTULO 21

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Aquel suave atisbo de sonrisa que el chiquillo creyó ver apenas un par de instantes fue remplazado por una expresión de firme estoicismo. Con rasgos duros, aquel viejo hombre observó a su hijo menor antes de alzar una de sus gruesas y canosas cejas.

—¿No invitarás a tu propio padre a pasar? — inquirió con reproche.

—Lo siento, padre. — haciéndose a un lado, permitió que el viejo se adentrase en su departamento— ¿A qué debo tu visita? — preguntó mientras veía a su progenitor encaminarse a la amplia sala y tomar asiento en el sofá más grande, cruzando después las piernas y extendiendo a los lados ambos brazos, tomándose todo el atrevimiento que su comodidad exigía.

—Sabes bien el motivo de mi visita. — respondió lentamente, observando a detalle los nerviosos movimientos de su hijo — No respondes mis llamadas, a tu madre sólo sabes darle largas, y ni que decir sobre los grotescos desplantes hacia tu hermana.

—¿Cómo debo reaccionar ante la diatriba que por años han tenido para mí? — escupió con presunción.

—¡Santo cielo! — gruñó su padre — Desearía que por una vez te comportaras como lo que eres, un Kwon.

—¿Sabes, padre? Ya no soy un niño, y esas diplomáticas ofensas dejaron de causar estragos en mí hace mucho tiempo. Ahora soy un hombre, y debes aceptarlo.

—Es curioso que lo digas, puesto que lo único que yo puedo ver en este momento, es a un niño mimado que se esconde detrás de la piel de un intento de hombre. — se burló.

—¿A esto has venido? ¿A ofenderme? Si es así, puedes marcharte.

—Por una maldita vez en tu vida, Ji Yong, ¡compórtate a la altura del apellido que portas! — bramó con rabia el viejo, poniéndose de pie con brusquedad, inquietando al joven.

—Lo hago. Aunque ciertamente, estaría encantado de llevar cualquier otro apellido, incluso el de un humilde obrero si eso me librara de tenerte a ti como padre. — apenas había conseguido terminar aquella frase, cuando el revés de la amplia y callosa mano de su padre se había estampado en su rostro con la suficiente fuerza como para partirle el labio. El maldito viejo tenía fuerza.

—No puedo creer que Dios me hubiese castigado con un hijo como tú. Insolente e irrespetuoso. Arrogante.

—Es curioso que lo menciones. Sobre todas las cosas, creo que la arrogancia es lo último que podría describirme en este momento. — respiró profundamente— Dime padre, ¿Por qué consideras mi actitud como arrogante?

—Solo mírate. Has vivido durante años una vida que hace burla del apellido que me he esforzado por enaltecer.

—¿Y me dices a mí arrogante? — se burló a pesar de temer a la ira de su padre— Escúchate. Hablas sobre enaltecer el apellido Kwon. ¿Tienes idea de cuantas personas existen con el mismo apellido? Personas humildes, que jamás mirarían a alguien por sobre el hombro como lo haces tú.

—Por desgracia, no podemos erradicar a esas personas que manchan un apellido como el nuestro...— dijo con frialdad— Pero podemos demostrar a todos que, a pesar de ello, esta familia hace lo que tiene que hacer para mantenerse en la posición que está. Por encima de todos los demás.

—¿Qué quieres de mí, padre? — murmuró avergonzado de su progenitor.

—Quiero que por una vez te comportes como el hombre que dices ser, y asumas tu responsabilidad. Deja ya tus juegos y estupideces. Deja de jugar al niño grande y toma el lugar que te ofrezco.

—¿Qué lugar? ¿El de un inepto millonario sin voluntad? ¿De verdad quieres eso para mí?

—Cualquier otro hombre mataría, literalmente, para tener el puesto que te estoy ofreciendo.

AMOR POR CATÁLOGOWhere stories live. Discover now