CAPÍTULO 36

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No había podido conciliar el sueño en días. El estrés y la presión constante solamente conseguían alterarlo más, y por las noches, cuando apenas era capaz de sentir cómo su mente se empezaba a abandonar a la inconsciencia, la lluvia de ideas y pensamientos alarmantes le traía un fuerte dolor de cabeza. 

Esa tarde había tenido que asistir a una de las tantas reuniones que su padre solía organizar, a las que solían asistir únicamente aquellas personas estiradas que, como su padre, solamente vivían para presumir el dinero y el poder que poseían. Justamente había sido en dicha reunión que había vuelto a ver a Chae Young. La chica había lucido avergonzada y molesta al mismo grado, sin embargo, había visto en él algo que la había animado a acercarse. Verdaderamente había esperado de todo, a excepción de las palabras que había pronunciado tímidamente, con las mejillas enrojecidas y los puños fuertemente apretados a los costados. 

Revisando su móvil, vio con incertidumbre cómo los minutos se consumían, del mismo modo en que lo hacía su paciencia. Hizo una cuenta regresiva desde el 36, y suspiró con alivio cuando el reloj digital marcó las dos con treinta de la mañana. Relamiéndose los labios, abrió la puerta de su coche, y luego de recuperar la valija del asiento trasero, trabó el coche; después simplemente caminó decidido hasta el edificio en ruinas.

El frío le arañó las mejillas mientras se encaminaba hacia el edificio, y mientras tanto, trató de refugiarse en los confines de su abrigo, hundiendo los hombros. 

El olor hediondo le golpeó la nariz mientras entraba en el viejo edificio. Luego de que el que solía ser el dueño desalojara a los inquilinos, había vendido a una inmobiliaria que ciertamente no había creído al final que el terreno sirviera para algo, por lo que, el edificio se había quedado a medio demoler, dando cabida a que algunos vagos e incluso adolescentes irrespetuosos se refugiasen allí e hicieran de las suyas, dejando el lugar hecho un verdadero desastre.

Conteniendo una maldición, anduvo a paso lento, teniendo el debido cuidado de no provocar un desastre aún mayor. Caminando un par de metros más, finalmente pudo divisar un apartado cuartucho, en donde colgaba una lampara que tintineaba en luz amarillenta, y justo al centro de la habitación, se encontraba una figura abandonaba sobre una vieja silla de madera, con las manos atadas en la espalda y las piernas sujetas fuertemente a las patas de la silla. Con una venda cubriéndole los ojos, la figura masculina llevaba también unos grandes audífonos de los que resonaba una estridente y molesta música. Respirando con fuerza, se cercó hacia una mesa en la parte lateral y dejó la maleta que llevaba consigo, viendo de pronto por el rabillo del ojo cómo emergía una segunda figura de una puerta lateral. 

  

  

—Creí que nunca llegarías…— habló con voz cansina el hombre, tirándose descuidadamente sobre el mugriento piso, frunciendo el ceño al resentir el brusco golpe. 

  

—Debía arreglar algunas cosas…— suspiró, volviendo la mirada hacia la figura que parecía inmóvil en la silla— ¿Cómo está?

  

—¿Cómo crees que está? — silbó, sacando del bolsillo de sus pantalones una cajetilla de cigarrillos— Cuando no está maldiciendo al aire, simplemente está como ahora, inmóvil y aguantando la maldita música. — chasqueó la lengua mientras se llevaba un cigarrillo a la boca y lo encendía. 

  

—¿No ha intentado preguntar nada?

—Claro que lo hizo, los primeros dos días…— volvió su gélida expresión hacia él— Cuando no recibió respuesta, simplemente se detuvo.

AMOR POR CATÁLOGOWhere stories live. Discover now