CAPÍTULO 18

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Un sacrificio. Los que saben, dicen que un sacrificio es un hecho que se sufre por un ideal o un sentimiento. Para él, un sacrificio era demostrarle a una persona cuánto le amaba. 

Young Bae nunca tuvo claro si es que podía amar. De hecho, él siempre creyó que para él no estaba hecho el amor, que ese sentimiento no aplicaba para él, sin embargo, en ese momento en especial, estaba allí, dispuesto a entregarle lo que nunca pensó dar. Girándose sobre sus talones, enfrentó a aquel par de preciosos ojos marrones que le miraban con un especial anhelo. Una tímida sonrisa afloró en sus labios mientras se acercaba a la cama y se deshacía de las sucias y revueltas mantas.


—Voy a demostrarte que no necesitas a nadie más, ninguno de los dos lo hace...— confundido, el ojeroso simplemente lo observó.

—¿Y qué es lo que planeas entonces? — inquirió el joven.

—Tú vas a hacerme el amor, arregla esto. — el menor sonrió divertido mientras caminaba hacia una de las cómodas y sacaba del último cajón una sábana de satín color azul zafiro y la extendía torpemente sobre el colchón.

—¿Feliz? — el moreno alzó los hombros, fingiendo desinterés.


Caminando con lentitud, el joven diseñador se acercó al mayor, acunando en su palma la mejilla con rastro de barba de dos días mientras se inclinaba para tomar esos gruesos labios rosados que parecían llamarle.


—Te has descuidado un poco, mi amor...

—¿Qué esperabas? Desapareciste durante una semana. No hacia otra cosa más que pensar en ti. — confesó el moreno, ganándose una tímida sonrisa por parte del más joven— Y en lo mucho que te extrañaba.

—Tranquilo, bebé. No pienso desaparecer nunca más, mucho menos por tanto tiempo.


Sus labios se encontraron después de eso. Las acolchadas almohadillas del ojeroso acariciaron los contrarios como si su vida dependiera de ello. Le besó con anhelo y pasión, con un profundo deseo una renovada llama de lujuria. No había necesidad de decir nada más, ambos sabían que ese momento llegaría tarde o temprano.

SeungRi empujó suavemente al mayor, quien cayó sobre la deshecha cama, subió al lecho y trepó lentamente, como si fuese un sensual minino. Sonrió mientras se sentaba a horcajadas sobre la pelvis del mayor. Sus traviesas manos acariciaron el bien constituido cuerpo de su amante por encima de las gruesas ropas, deleitándose con esa oscura mirada que permanecía pendiente a cada uno de sus actos. Sus largos dedos abrieron la chaqueta del mayor, descubriendo que vestía solo una delgada camisa blanca que se transparentaba y dejaba apreciar los seis paquetes de abdominales que el mayor tenía. Mordió su labio inferior sensualmente, provocando al moreno, quien simplemente llevó sus manos a las caderas del ojeroso, mientras que éste a su vez, alzaba la delgada tela blanca y acariciaba con sus traviesos y largos dedos la dura piel del marcado abdomen, sintiendo la textura de esa piel cobriza.

Los labios de SeungRi se entreabrieron mientras se atrevía a retirar las prendas, admirando entonces ese cuerpo que tantas veces antes había recibido entre sus brazos. Ronroneó mientras se atrevía a retirar el botón de los ajustados pantalones y bajar la cremallera, deleitándose con el ligero sonido del metal; su mano irrumpió dentro de los ajustados pantalones, sorprendiéndose entonces al percatarse de que el mayor no vestía ropa interior. Sonrió gatunamente mientras le tomaba en su palma, sacando el viril pedazo de carne, apreciando esa preciosa longitud que se alzaba orgullosa. Se relamió los labios con anticipación, sin poder ser capaz de retirar la mirada hambrienta.

Ahogando un gemido de satisfacción, el ojeroso se apartó de encima del moreno, haciéndose espacio entre las fuertes piernas de éste, retirando sin ningún cuidado ni paciencia la ajustada y pesada tela, dejando completamente expuesto al cobrizo. Hundió su cabeza, sacudiendo su lengua sobre esa preciosa y brillante piel oscura, lamiendo hábilmente sobre el hueso de la cadera del mayor, arrancando un inevitable gemido por parte de esos gruesos labios rosados. Sus manos tomaron una de las piernas, alzándolas sobre su hombro, sucumbió a sus deseos, emprendiendo un camino por toda aquella piel. Beso y lamió el lleno muslo interno, mordisqueó la parte trasera de la rodilla juguetonamente, alzando la mirada para encontrarse con aquel par de ojos oscuros que le deseaban con anticipación. Sonrió mientras entrecerraba los ojos y tomaba entre sus labios uno de los dedos del pie del mayor, lamiendo hábilmente y provocando ese mojado sonido erótico, consiguiendo que éste tragase duro mientras su respiración se tornaba pesada.

AMOR POR CATÁLOGOWhere stories live. Discover now