Cap. VII - El Nuevo Profesor

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Luca

Molestia, incomodidad, recelo... si, esos eran algunos de los sentimientos que Luca experimentaba mientras caminaba junto a la compañía de un guardia llamado Baltasar hacia la entrada del Palacio Real.

Jamás, ni en sus más locos planes, se hubiera imaginado estar haciendo lo que estaba haciendo, era ilógico, irracional; no entendía cómo su madre había podido atreverse a tomar tal riesgo sin consultarle, teniendo como única garantía un pasado que había ocurrido hacía ya muchos años.

Aunque el Padre Sebástian había querido hacerla cambiar de opinión por todos los medios ―como recientemente se lo había confesado―, ni siquiera él había sido capaz de quitar tal convicción de la mujer que le había dado la vida.

En estos momentos no sabía si aquél gran riesgo que había tomado su madre mientras él buscaba infructíferamente trabajo había sido bueno o malo, en realidad era bastante complicado poderlo catalogar. Si bien era cierto que le había asegurado que el mismísimo Rey se había compadecido de ella, la había recordado y le había afirmado que los ayudaría no solo en la parte económica, sino también a establecerlos como súbditos bernabenses; era imposible no dejar de pensar en que tal vez todo fuese una traición, una jugada maestra para dar una predecible estocada final.

Por otra parte también cargaba con la triste noticia de que sus abuelos no pertenecían ya a la servidumbre real, su misma madre se lo había dicho, y sin lugar a dudas eso lo afligía, desde el momento en que se había enterado de la verdad esa esperanza también había formado parte de todo el camino.

Y entre ese gran cúmulo de pensamientos se vio a sí mismo pisando los escalones níveos de una gran mansión inmaculada que se elevaba sobre cuatro pilares inmensos y tres pisos, con infinidad de balcones y hermosas decoraciones. Ya él había seguido las indicaciones que su mamá le había dado, porque «El Rey lo estaba esperando».

―Espere un momento aquí ―dijo la gruesa voz de su escolta mientras lo detenía en la mismísima entrada de una imponente sala, con una gigantesca escalera central.

Luca le hizo caso, de cualquier manera ya el pórtico principal había sido abierto, él pisaba un brillante y precioso suelo que reflejaba con lucidez todas las telas, mueblería, tapizados y sinfín de decoraciones baladíes, aunque preciosas, que llenaban el lugar quizás un poco más de lo que deberían.

―Profesor Sandoval ―llamó el guardia mirando con rostro de tranquilidad la figura de un hombre de joven edad, que se encontraba sentado en una de las poltronas más pequeñas del recinto, leyendo un grueso libro―. ¿Podría venir un momento?

El joven se levantó rápidamente dejando el tomo reposando en una pequeña mesa de cristal, se acercó a paso ligero hasta donde se encontraban ellos dos; vestido con un traje elegante y a la vez casual, acorde al momento y el lugar, se dirigió hacia ellos con sus cabellos azabaches cortos aunque con estilo y volumen.

Sin duda alguna era un poco mayor que Luca, sin embargo no tanto, al menos eso dejaban ver sus facciones más maduras y expresivas, terminándolas en unos ojos oscuros que hacían juego con sus cejas.

―¿Sí, Baltasar? Dígame ―contestó con una voz amable.

―Necesito que lleve a este muchacho hasta el despacho del Rey Eduardo, tiene una cita muy importante con él, ¿estará de acuerdo?

―Por supuesto que sí, no me cuesta absolutamente nada hacerlo ―respondió esbozando una pequeña sonrisa―. Vamos caballero, le indicaré el camino ―ésta vez se dirigió a Luca.

Entre Rosas y EspinasWhere stories live. Discover now