Cap. XXI - Los Asuntos del Príncipe

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Antonio


La figura intachable del Príncipe de San Pablo Bernabé había sido un personaje bastante fácil de llevar para Antonio desde que tenía razón de consciencia. Bueno, eso hasta hace algunas pocas semanas atrás.

La incertidumbre que lo mantenía en vilo con respecto a su padre había sido medianamente aclarada, a pesar de todo la conversación que había tenido con su madre, la Reina, había dado frutos. Al parecer la decisión de dejarlo fuera de la última reunión con la Unión había sido tomada por los monarcas, cosa que no le gustaba para nada porque eso significaba que no confiaban en él y en su discreción. Sea como fuera era un punto que debía buscar la manera de atacar.

Otra noticia que lo había sacudido de forma inesperada había sido la renuncia presentada por el misterioso profesor de su hermana, Luca Flores. Si bien era cierto que había tenido la oportunidad de hablar con él, también era cierto que ese dialogo sólo le había servido para hacer más firme su sospecha de que algo ocultaba, y eso se había intensificado cuando divisó la forma en la cual su padre le había pedido que se quedara trabajando en el Palacio, ¿cuál era su relación? Y volvía a preguntarse, ¿sería entonces cierto todo lo que su padre le había dicho a su madre?

Sin lugar a dudas era un asunto inconcluso.

Las incertidumbres e inquisiciones lo carcomían como nunca lo habían hecho a lo largo de estos años, y todo eso sumado a la presión de la boda y la coronación. Era realmente molesto tener que simular un sentimiento hacia una persona tan ingenua y sosa como lo era su prometida, la cual parecía estar cada día más enamorada de él. Era una estúpida si pensaba que él algún día le iba a corresponder verdaderamente. Y por si fuera poco estaba la presencia de Penélope, la cual representaba un arma de doble filo desde cualquier punto del cual se viese.

Que ella estuviera acá ―tal como se lo había hecho ver y él entendía su presencia― sólo podía significar un recordatorio vivo y andante del tratado que había realizado hace ya dos años atrás, un tratado cuya fecha de caducidad tendría cabida en sólo unas pocas semanas. Más sin embargo, no solamente eso representaba Penélope Burgos para él; ella era su descontrol, su fascinación, ella era la única mujer que podía provocarlo y era justamente lo que había estado haciendo desde su llegada.

Se le hacía muy difícil razonar, muy difícil pensar cada vez que la veía andar por los pasillos del Palacio, o cada vez que la veía sonreír en las conversaciones con su hermana. El hecho de tenerla tan cerca y no poder poseerla, hacerla suya como tantas veces lo había hecho lo estaba volviendo completamente loco. Él más que nadie sabía que sólo debía de aguardar un poco más, en sólo unos pocos días todo esto tendría fin, la misión que él representaba tendría el éxito deseado y por fin podría ser libre de tener que simular ser alguien que realmente no era.

Se reclinó sinuosamente sobre el acojinado de la poltrona de su pequeño despacho. Muy cerca de su habitación su padre había dispuesto un cuarto para que fuera tomado por él, y convertido en un pequeño estudio en donde pudiera realizar sus quehaceres y llevar en orden cada uno de sus papeles. Eso claro, hasta que se coronara como Rey y el gran lugar que ostenta su padre fuera suyo. Libreros que cubrían las paredes de la habitación, tapizadas en un color vinotinto y detalles grisáceos; un gran escritorio y un gran ventanal tras su espalda que llenaba de luz todo el recinto eran las cosas más rescatables del mismo.

Debía esperar, debía soportar un poco más para que todo lo que lo rodeaba y muchísimo, muchísimo más fuera solamente suyo.

La puerta de madera chirrió levemente sacando a Antonio de la poca paz que había tenido en algún tiempo, y lo hizo concentrarse en la delicada y divina silueta de una mujer. De la mujer que lo hacía enloquecer. Era ella la que entraba con sus ojos brillantes, con su sonrisa pícara y seductora, con aquella gracia que más que enamorarlo lo hacía arder en el mismísimo fuego puro.

Entre Rosas y EspinasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora