30. ¿ Y a Sophie quién la cuida?

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A Sophie la carcomían los nervios al llegar al hospital. Ya imaginaba toda una película en su mente. El hecho de que no le dijesen nada durante el camino y que su padre no contestase al teléfono, la tenían aún más alterada.

—Sophie tranquila, seguro se adelantó el parto, es todo —le decía Ian, quien se ponía mal al ver a la muchacha alistándose para romper a llorar.

En la sala de espera se encontraban su tío Alan y su hermano menor, quien como ella, mostraba señales de querer llorar; el orgullo que corría por sus venas al igual que en el resto de su familia, hacía que se soplase las lágrimas en un burdo intento por mostrarse despreocupado.

— ¿Qué le pasó? —sollozó la chica corriendo al encuentro de su tío.

—No lo sé, estaba bien, pero empezó a sangrar en la madrugada, tu padre la trajo y cuando yo llegué con tu hermano ya estaban en el quirófano. —El adulto intentó explicarse con calma, tratando de tranquilizar a sus sobrinos.

Mientras Tiago y Sophie lo ametrallaban con preguntas, su padre salió a su encuentro. Para desgracia de Ian se encontraba cubierto en sangre y le fue inevitable voltear indiscretamente para no ver al director de su colegio.

Los dos hermanos corrieron a interrogar a su padre y exigirle explicaciones.

— ¡Tranquilos, basta! —los calló, puesto que con tantas preguntas histéricas no lo dejaban hablar—. Su madre tuvo placenta previa, tuvieron que sacar a los bebés antes de tiempo, pero están bien.

Sin darle tiempo a más, sus hijos lo empujaron a un lado y corrieron a la habitación de la cual su padre había salido.

Ian los siguió mirando a piso, rogando que los bebés ya estuviesen presentables y no luciesen como dos pequeños aliens cubiertos de sangre, aparentando haber atravesado el abdomen de su víctima.

Calmaron el alboroto al entrar y ver a su madre aún dormida por efectos de la anestesia.

Sophie la contempló con cierta pena y embeleso. Se veía muy pálida y débil, pero su cabello largo esparcido por la almohada, hacía que para Sophie, Thaly luciese como una hermosa princesa dormida víctima de un hechizo.

Esa impresión cambió a una de fascinación cuando miró junto a su madre y vio a sus dos diminutos hermanos siendo atendidos por un médico.

— ¿Qué hacen aquí? Salgan —les dijo el doctor, pero Sophie hizo caso omiso.

Como su fuesen dos muñecas en una juguetería, corrió a alzar uno y abrasarlo aguantándose las ganas de gritar.

— ¡Qué bonitos! ¡Son tan pequeñitos! —exclamó en susurros. Su padre se acercó para arrebatarle al bebé antes de que su primogénita apretara tanto su hijo más pequeño que éste terminase rompiéndose en sus brazos.

—Sí, son muy pequeños, es que son dos, y prematuros, es normal. Pero increíblemente Sophie era aún más chiquitita cuando nació —recordó colocando al pequeño junto a su gemelo.

Sophie sintió a Ian reprimir una risa a sus espaldas y le dirigió una mirada asesina.

—No te atrevas a decir nada al respecto —masculló evitando que el muchacho hiciese uno de sus comentarios sobre lo pequeña y baja que era ella.

—El del brazalete azul es Max y el del brazalete rojo es Sebastián... o al revés... no importa, a esta edad ni se dan cuenta —explicó Nicolás señalando las cintas distintivas de cada niño.

—Son preciosos, me encantan los bebés. —A Sophie le brillaban los ojos e Ian la contemplaba enternecido, la muchacha se veía más dulce y entusiasta que nunca—. ¡Quisiera tener uno así algún día!

Los sueños secretos de SophieDonde viven las historias. Descúbrelo ahora