35. Tarde de chicos

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Thaly miraba algo inquieta a la cuna de los bebés.

— ¡Vamos! ¡Necesiten algo! —Con disimulo sacudió la cuna y uno de los bebés realizó un sonido peculiar. Inmediatamente a su madre se le iluminaron los ojos y lo levantó con cariño—. ¿Tienes hambre? ¿Necesitas pañal? —le hablaba ansiosa.

Ian y Sophie contemplaban extrañados, Thaly se desesperaba por atender a sus bebés, los cuales se encontraban más que tranquilos.

— ¿Qué haces? —preguntó Sophie con extrañeza.

—Atiendo a los bebés... ¡Tú llorabas siempre y necesitabas atención! Ellos no, me preocupan... se quedan ahí tranquilos. ¡Tu padre me tiene en cuarentena y me aburro! No sé cómo aguantaré tanto tiempo sin trabajar ni hacer nada, ¿Qué se supone que hace un ama de casa?

—El aseo y cocinar supongo —respondió Ian.

—Lucy me prohibió ayudarla con el aseo y no me deja acercarme a la cocina sin supervisión. —Taciturnamente se recostó en la cama.

—Los últimos meses te quedaste en casa ¿qué hacías en las mañanas? —Sophie recordó que Thaly no se había quejado ese último tiempo.

—Con el embarazo no me daban ganas de hacer nada, esos dos me pateaban todo el día ¡Y ahora se quedan ahí chupándose el dedo o mirando al vació! Creo que me odian. Estoy tan aburrida que empecé a leer tus novelas.—Señaló la copia de "Amor licano" que se encontraba sobre la cama.

Sophie se entusiasmó y abrió los ojos con mucha ilusión. Siempre había intentado fomentarle a su madre el gusto por las novelas de amor.

—Apuesto que te gustó, ¿es precioso verdad? Un amor prohíbo y los protagonistas luchan por su amor, no les importa las barreras.

Mientras sus escenas favoritas parecían proyectarse en sus ojos como el video promocional de una película, Thaly e Ian se miraron con resignación, compartían el mismo desagrado por ese tipo de literatura.

—La verdad me parece una ruin tergiversación a los hombres lobo, y una mala adaptación de Romeo y Julieta a un mundo mitológico mal elaborado —opinó devolviéndole el libro a su hija.

—Te lo dije, tu madre sí es inteligente, tú saliste fallada —dijo Ian y Sophie comenzó a golpearlo con el libro.

Mientras Sophie descargaba su rabia e injuriaba contra Ian por insultar a su saga de libros favorita, Thaly salió de la habitación, verlos pelear era divertido al principio, luego se aburría.

Tiago bajó del bus algo preocupado. Por algún motivo no compartía la alegría de sus compañeros por haber ganado el partido final y haberse consagrado como campeones nacionales de básquet.

El hecho de ser su primer año como capitán y participado por primera vez en una categoría superior a la suya, había traído como consecuencia un nada agradable bautizo, además, había tenido que cumplir la promesa de tatuarse el ícono distintivo del equipo si salían victoriosos.

A sus padres no iba a agradarles nada el que hubiese marcado su piel de forma permanente a tan temprana edad.

Su preocupación venía acompañada de arrepentimiento; arrepentimiento por no haberse despedido de su madre antes de viajar.

Cabizbajo entró a su casa, ni siquiera le había informado a su familia que llegaba a esa hora. Giró para cerrar la puerta y sintió como alguien torpemente se colgaba de su espalda, ocasionándole un profundo dolor por el tatuaje aún en proceso de cicatrización.

Los sueños secretos de SophieWhere stories live. Discover now