13. Olvidados perdidos y en problemas.

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— ¡Sí! ¡Tres a dos! ¡Te gané! ¡Por fin te gané! —Sophie brincaba llena de alegría por ganarle al fin a Ian en algo

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— ¡Sí! ¡Tres a dos! ¡Te gané! ¡Por fin te gané! —Sophie brincaba llena de alegría por ganarle al fin a Ian en algo.

—Bien, ganaste, pero por poco —dijo empezando a caminar hacia los buses.

La chica daba brinquitos alegres a su alrededor sin darse cuenta del silencio sepulcral del lugar.

Ian se abstrajo de la hiperactiva muchacha que saltaba como un gatito desquiciado. No parecía haber nadie; teniendo un presentimiento aceleró el paso hasta la zona de parqueo de los buses; ya no estaban, los habían dejado.

— ¿Y los buses? —preguntó Sophie mirando en todas direcciones. Su compañero no se movía, mantenía una pose pensativa. El pavor comenzó a invadirla, no era posible, no podían haberlos dejado—. Ya volverán —afirmó por convencerse—. No nos dejarán, se darán cuenta que no estamos en un par de minutos y volverán —repitió un tanto más asustada.

—No lo harán. Tus amiguitos se encargarán de que no noten nuestra ausencia —habló Ian con cierta tranquilidad. No era difícil deducir lo ocurrido, sus compañeros de curso sabían perfectamente que ellos se habían quedado rezagados y no habían tenido, ni tendrían, la más mínima intención de avisarle a los maestros. A pesar de que era casi imposible no darse cuenta de la ausencia de Sophie, eran demasiados alumnos; para el momento en que se percatasen sería tarde, de noche probablemente, cuando ya se encontrasen en la posada.

—No, ellos están un poco enfadados conmigo ahora, pero no serían capaces —negó eufóricamente, intentando no creer en las palabras del muchacho.

—No seas ingenua. —Se sentó parsimonioso sobre una roca—. Nos odian a ambos, esto era perfecto para ellos, dejarnos solos en medio de la nada.

— ¡Estas equivocado! Tú serás un rezagado, pero ellos te hicieron a un lado porque te la pasabas hablando mal de mí.

— ¿En verdad te creíste ese cuento? Nunca les caíste bien, solo pretenden ser tus amigos cuando les conviene, ni siquiera sabes las cosas que hablan a tus espaldas. Si fueran tus amigos no te dejarían de lado estos días, menos por lo que Esteban te hizo.

—Basta con que llame a mi padre y el llamará al profesor, luego tendrá graves problemas. —Ignoró a Ian y se puso a buscar el teléfono entre sus bolsillos, cada vez más desesperada, rogando no haberlo dejado en el bus.

—No me digas... dejaste tu teléfono en el bus —Ian la contempló de reojo, riendo interiormente por la graciosa expresión de espanto que tenía la chica en ese momento—. Debe haber un teléfono en la tienda. —Se levantó sacudiendo el polvo de su pantalón.

La anciana ya comenzaba a cerrar el quiosco cuando los muchachos la detuvieron.

— ¿Tiene un teléfono? —preguntó Ian.

— ¿Teléfono?... no, acá no hay teléfono. Tal vez en el pueblo —respondió con un tono de desconcierto que comenzó a espantar a los chicos, parecía que esa señora apenas comprendía sus palabras.

Los sueños secretos de SophieWhere stories live. Discover now